«Ideas, Imagenes», dos relatos de Hernán Tenorio

I - Ideas
   
En la entrega -digna concepción de un nuevo universo- a esta conformación o mejor dicho, concepción de una realidad que contrasta con lo mundano, directamente en la esencia de una imagen abigarrada de sonámbulos placeres inconscientes; se encuentra, preciso, el hecho definitivo de una herencia (aunque no sea directa), que Antaño proponía la revelación escénica de un Diluvio que superaba el aburrimiento prolongado a la hora de transitar una ciudad gris, con lucecitas mortecinas que obnubilaban el camino, en ocasiones efímero, del espíritu.
    
No ya: un jardín – flores derrumbadas, pedazos. Siempre en cuanto se diga la primera nota es consonante o el repulgue es algo meloso, los dolores de cabeza son intestinales. Es verdad ¿algo? Imposibles se refiere a los muertos y que los hay y muchos no es un falso testimonio. Hombres de carne, hueso y vísceras repulsivas, que montaban una nueva cara del sol o de la luna; tan de noche como deprisa en el día caluroso del bienestar veraniego o al cruce en la calle con lo más efímero y relativo del amor: una Belleza entre tantas otras, vestida de plata, con cabellos volátiles y mortificados ataques de cólera; en la subrepticia manera de andar sin destino, o en pleno azar, por un juego de abalorios; reproduciendo, siquiera, su insolencia endeble, aunque endemoniada. Y ahí va el placer a la hora de decir que el desayuno estaba frío o que el periódico no decía lo que se esperaba de una guerra. Porque, quizás, los periódicos ya no dicen nada. Sólo balbucean escondrijos antigramaticales e incorrectos nombres propios de lugares vacíos.
     Hay valores que son eficaces a la hora de remontar un barrilete: cometa cósmico de cola fogosa que incinera el aire en la medida que las cosas se alejan de los días y el tiempo, en el que se remonta, de cabeza sobre el suelo, hace un graznido de pato a la naranja, tan corrosivo como la idea de ir uniendo piezas en un gran rompecabezas de mentiras. Esto era la salida inútil al monótono final que supone un nuevo siglo. Esa Esperanza de caridad no se ha detenido para los que encuentran la integridad del espíritu en el trabajo de emprender el derrotero hacia atrás y hacia delante, como un péndulo que aun no se ha detenido porque nunca de los jamases ha comenzado a  moverse.
      Quisiera desprender el movimiento absoluto, es decir, el de la eterna inmovilidad, para que brille el suelo terroso del bosque, en un contrapunto terrible contra el cemento. Nada nos conmueve en esta vorágine de incertidumbre que se contempla con el supuesto correr de dos agujas (en ocasiones tres) que nos dan al nacer y nos hacen cargar, renovando las pilas, durante todo el devenir inflingido por la existencia.
     Que un desordenado andar entre el tumulto bien compuesto, me marque el camino justo a la hora de caminar por sendas largas y densidades obscuras. Tal vez, un miércoles a las seis de la tarde, al despertar de un eterno letargo, las cosas bellas me estén esperando a la salida del Subterráneo, en pleno cielo despejado, con la sonrisa que a mi lado me sonríe cuando está nublado. Todo este ir y venir me ha dado sueño y hambre y aunque piense en absolutos o en formulas secretas para el exterminio del tedio, se encuentra desprendida del ocaso la palabra más íntima de los días felices del embrutecimiento.
 
De esta palabra líquida, que se posa en el cielo como un lago en la intemperie, se ve a la distancia –con alegría- desorbitar el trastorno impuesto en el pasado, para el escenario cómico de la imbecilidad. ¿A quién no le inspira ternura que las cosas estén de cabeza? Ahora que nadie quiere ser un animal, aparece la idea fija de lo absoluto, como respuesta inmediata al contrabando escatológico del perderse en la materialidad sensorial de los cometas. Los pies están pisando la tierra y la cabeza erguida sobre el anatema vital, reproduce una melodía con el movimiento de los cabellos. Tanto fuego de aquel infierno temprano, que jamás se impuso del todo, pero que causó cierta decadencia a la hora de humedecer algunos cartílagos internos.
     ¡Toda la risa (me) acompaña en este instante que ya es muchos! Toda palabra ajena queda suprimida a un miedo congelado en una lágrima: decepción, se oculta en un cadáver que ya no tiene el ticket de la locura rodante. ¡Alguien en silencio! Al costado. Despegándose del cemento (se observa allí un símbolo). Milagro o ajuste. La imagen se pierde en la niebla del humo, para que la Libertad libre se encarnice en la Belleza, una vez que la bestia duerme en los brazos del inofensivo ruiseñor.
 
Un universo líquido
de materia líquida
de posibles contradicciones sanas de…
Lo que contagia la promesa de lo recuperado:
 
¡Oh!, Belleza que duerme.
Despierta con metales incrustados en el alma,
para brillar al infinito
en posibles colores de esmalte,
en tiempo-prosa,
deprisa,
en cámara lenta.
 
     Reina, entonces, de los carnavales festivos. ¡Alguien ha visto un sueño que se posa en la almohada, para que todos celebren de alegría! Padre insular que traspasas los tejidos aquí expuestos, para dar vida a lo activo: Tu presencia reclama toda mi sabiduría.

El poema dice: “Necesito mi espacio, mi libre estado de sustancias, mi eternidad volátil, algunas imágenes danzantes; todo cuanto suene a distorsión en reposo.
     Esgrimo así la mágica nostalgia del presente, que es recuperar el aroma fresco de las flores muertas, de los acantilados por los que paseaban los vagabundos más respetados hoy, en las ciudades ennegrecidas por el calor de un tedio abrumador.
 

II - Imágenes
 
En los pasillos que recorren piedras líquidas, como torbellinos de mareas aéreas, que producen paredes en tubos congelados; allí, en el tejido, la sangre se condensa en coágulos predominantes.
     Los poderes mentales del supremo espíritu se pierden en la cárcel nupcial de los cadáveres; algunos de ellos danzan en el desierto discontinuo de los descabezados: principios de inercia sobre las escolleras. Brota la pastura angelical, húmeda calumnia democrática; los sabores más sangrantes de otras almas incrustadas en la piedra vegetal de este bosque de mármol, marfil corrupto de los ojos piadosos, en cuya mentira, mejor dicho, ante tan baja y vil mentira, los monigotes financieros se arrodillan.
     Tan culpable es la arena que en sus millones de partículas se pudren los sueños más sabrosos. Alguien, que ya no tiene rostro, mira desesperado el espejo; que como el opio más cruel refleja toda la crudeza que algunos llaman, en llamas: Realidad. Incinerarse es perder todas las imágenes que babean sangre en vómitos cristalizados. ¡OH, PIEDAD A TODAS LAS IMÄGENES! Que sin querer han resucitado la mirada vacía sobre la roca líquida, húmeda teoría de las flores envenenadas, por los rincones tardíos de un tedio olvidado en los pasillos de las ciudades lúgubres.
     Tengo hambre y sed, respiro un poco acompasado por el sueño, que en vigilia me produce nauseas, y en la vital hora de mi anhelado e insípido retiro, no hace otra cosa que sacudirme en poéticas alucinaciones. Para mí la realidad será esta: La del crepúsculo somnoliento en el instante en que la realidad me arrebata un suspiro.
 
                          

Hernán Tenorio nació en Lanús, Provincia de Bs. As., en 1978. Es profesor de castellano, literatura y latín por el I.S.P. “Dr. Joaquín V. González”. Publicó su primer libro de poemas Guitarra nocturna (El ojo del mármol, Buenos Aires) en 2013. Se ha desempeñado como coordinador de talleres, y actividades relacionadas con el quehacer literario y poético en bibliotecas, centros culturales, escuelas, y otros espacios. Ha publicado cuentos y poemas en diversas revistas y sitios web. Algunos de sus textos se pueden leer en su blog: http://www.hernantenorio.blogspot.com.

                                                             
      

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