Patricia Highsmith (Fort Worth, Texas, 19 de enero de 1921 - Locarno, Suiza, 4 de febrero de 1995) fue una novelista estadounidense famosa por sus obras de suspense. Nació con el nombre de Mary Patricia Plangman en Fort Worth, Texas. Sus padres se divorciaron cinco meses antes de nacer Patricia y no conoció a su padre hasta los doce años. A raíz del divorcio, su madre y con ella Patricia se trasladaron a Greenwich Village, en Nueva York. Durante los primeros años de vida fue educada por su abuela materna, Willi Mae. En 1924 su madre se casó con Stanley Highsmith, del que Patricia tomaría el apellido.
La joven Highsmith mantuvo una relación intensa y complicada con su madre y con su padrastro. Según contó la propia Patricia Highsmith, su madre le confesó que durante su embarazo había tratado de abortar bebiendo aguarrás. Highsmith nunca superó esta relación de amor y odio, que la acompañó durante el resto de su vida y que llegó a convertir en ficción en el cuento "The Terrapin," en el cual un joven apuñala a su madre.
Su vocación por la escritura fue tempranísima; fue una voraz lectora, preocupada sobre todo por cuestiones relacionadas con la culpa, la mentira y el crimen, que más adelante serían los temas centrales en su obra. A los ocho años descubrió el libro de Karl Menninger La mente humana y quedó fascinada por los casos que describía de pacientes afligidos por enfermedades mentales. Los análisis de este autor sobre las conductas anormales influyeron en su percepción de los personajes literarios. Empezó a escribir gruesos volúmenes desde los 16 años hasta su muerte con ideas sobre relatos y novelas, así como diarios. Todo este material se conserva en los Archivos Literarios Suizos, en Berna.
Se graduó en 1942 en el Barnard College, donde estudió literatura inglesa, latín y griego. En 1943 empezó a trabajar para la editorial Fawcett haciendo sinopsis de cómics y en esa época descubre su homosexualidad, tema que tratará más adelante cuando en 1952 aparezca bajo el pseudónimo de Claire Morgan su novela El precio de la sal.1 Trata de la problemática historia de amor entre dos mujeres, con un final feliz insólito para la época. Treinta y tantos años después la reimprimió con el título de Carol y descubriendo que era ella la verdadera autora, revelando en su epílogo las comprensibles razones del anonimato inicial. Finalizaba con estas palabras: "Me alegra pensar que este libro le dio a miles de personas solitarias y asustadas algo en que apoyarse".
A los 22 años comenzó a escribir su primera novela The click of the shutting, nunca publicada. En 1945, tras una breve estancia en México de cinco meses, surgen los cuentos "En la Plaza", escrito en Taxco, estado de Guerrero, y "El coche".
Publicó su primer cuento a los 24 años en la revista Harper´s Bazaar. En 1950 publica su primera novela, Extraños en un tren, por la que saltaría a la fama un año después con la adaptación al cine de Alfred Hitchcock.
El pesimismo de sus historias y la crueldad materialista de sus análisis éticos fueron mal acogidos en Estados Unidos, pero no en Europa, y como sus ideas políticas de sesgo comunista contrariaban al american way of life, abandonó el Nuevo Mundo y se trasladó para siempre a Europa en 1963. Residió en East Anglia (Reino Unido) y en Francia, y sus últimos años los pasó en Tegna al oeste de Locarno (Suiza), donde falleció el 4 de febrero de 1995.
Según cuenta su biografía, Beautiful Shadow, su vida personal era problemática, en parte por su alcoholismo; nunca tuvo una relación sentimental que durase más que unos pocos años, ni siquiera con la también novelista Marijane Meaker, y algunos de sus contemporáneos la tachaban de misantropía, en lo que hay algo de cierto. Prefería la compañía de sus muchos gatos y caracoles y una vez dijo: "Mi imaginación funciona mucho mejor cuando no tengo que hablar con la gente". También se la ha acusado de misoginia por susLittle Tales of Misogyny y de antiamericanismo por sus Tales of Natural and Unnatural Catastrophes; lo cierto es que su fama de escritora morbosa no la hizo especialmente vendible en los Estados Unidos. Highsmith encontraba frecuentemente inspiración en el arte, en la psicología clínica y en el reino animal.
Escribió más de 30 libros entre novelas, ocho colecciones de cuentos, entre los que destacan los Little Tales of Misogyny (Cuentos misóginos), los Cuentos de animales y losTales of Natural and Unnatural Catastrophes (Cuentos de catástrofes naturales y no naturales, 1987), ensayos y otros textos, y dejó numeroso material inédito.
La temática de la obra de Patricia Highsmith se centra en torno a la culpa, la mentira y el crimen, y sus personajes, muy bien caracterizados, suelen estar cerca de la psicopatía y se mueven en la frontera misma entre el bien y el mal. Esto es muy notorio en su primera novela publicada, Extraños en un tren (de 1950), que fue llevada un año después al cine por Alfred Hitchcock con el mismo título y cuyo guion fue adaptadado por Raymond Chandler .
La visión de la realidad que se desprende de sus novelas y cuentos es depresiva, pesimista y sombría, como también su concepto sobre el ser humano. Algunas de sus novelas incluyen referencias homosexuales; su novela Carol, que sus editores rechazaron por su temática lésbica, fue publicada bajo el pseudónimo Claire Morgan en 1953 y vendió cerca de un millón de ejemplares. En su última novela publicada, Small g, un idilio de verano (de forma póstuma un mes después de su fallecimiento), se trata nuevamente la temática homosexual, esta vez en torno a la presentación de una serie de relaciones equivocadas.
Highsmith, cuyo estilo se presenta tan económico como el de Guy de Maupassant, al que admiraba, destaca especialmente como creadora de personajes, especialmente marginales. Busca la polémica y le atrae especialmente la ambigüedad moral: sus héroes suelen ser personajes turbios y ambiguos que explotan la hipocresía social para ascender socialmente. Su obra se compone de una veintena de novelas, un gran número de relatos y un ensayo, El arte del suspense. Su amigo Graham Greene dijo sobre ella: "Uno no cesa de releerla. Ha creado un mundo original, cerrado, irracional, opresivo, donde no penetramos sino con un sentimiento personal de peligro y casi a pesar nuestro, pues tenemos enfrente un placer mezclado con escalofrío".
Alabada por la crítica como una de las mejores escritoras de su generación, por la penetración psicológica que lograba en sus personajes y sus tramas complejas y muy elaboradas, consiguió un reconocimiento internacional que pasó al público.
Una estancia en Europa le inspiró el personaje del amoral Tom Ripley, cuya primera aparición data de 1955 con El talento de Mr. Ripley, escrita tras el primer viaje de la escritora al viejo continente, sufragado con los derechos cinematográficos de su primera novela, la ya citada Extraños en un tren.
Con esta primera novela de la serie de Ripley obtuvo el Gran Premio de Literatura Policíaca y estuvo nominada al Premio Edgar a la mejor novela, y fue adaptada al cine dos veces; el personaje aparecerá en otras cuatro novelas y se convertirá en uno de los más populares protagonistas de series de novelas policiacas, aunque no es ni detective ni policía, sino un estafador inteligentísimo que suplanta a sus víctimas y un ladrón y asesino ocasional; no se somete a la moral establecida y crea sus propios valores. Al contrario que lo habitual, no es castigado ni atrapado por la policía e inicia un gran ascenso social. Títulos publicados.
Patricia Highsmith y la falsificación del yo
Begoña Huertas - El diario.es
La falsificación como tema literario es territorio Highsmith. Su personaje más popular, Tom Ripley, comenzaba su ascenso social usurpando la personalidad de su amigo Dickie Greenleaf. El temblor de la falsificación es el título de la obra que está escribiendo el protagonista de la novela homónima, Ingham, quien a su vez, a raíz de su viaje a Túnez, sufre un vuelco en su manera de ser que le transforma radicalmente. Por su parte Edith, enEl diario de Edith, tergiversa su vida anotando en su diario cosas que solo ocurren en su imaginación.
Pero las falsificaciones en las que incurren los personajes de Patricia Highsmith son muy peculiares. Una cita extraída de La máscara de Ripley (cuyo argumento gira en torno a un fraude en el mundo del arte, por cierto) apunta por dónde van los tiros:
"Si uno pintaba más falsificaciones que cuadros propios, ¿no se convertirían las primeras en algo más natural, más real y auténtico, incluso para uno mismo, que las propias obras? Acaso, a la larga, el hacerlo dejase de representar un esfuerzo y el trabajo se convirtiese en una segunda naturaleza del pintor".
De algún modo, la falsificación que llevan a cabo los personajes de Highsmith termina por convertirse en transformación “real”, en una reinvención de sí mismos. Cada uno tiene sus motivos para iniciar ese proceso: por envidia lo hace Tom Ripley, por orgullo Edith, en defensa propia Ingham y por generosidad el personaje que este fabula.
¿Quién es el impostor entonces? Pero sobre todo, ¿de verdad hay un impostor?
La brillante y entretenidísima (para bien y para mal) biografía de la autora, escrita por Joan Schenkar (publicada en España por Circe) no en vano titula un capítulo “Esa dulce falsificación”. Y es que desde su punto de vista, Pat Highsmith también falsificó lo suyo. Joan Schenkar menciona las falsas fechas y lugares que anota en sus cuadernos, alude también a la invención de detalles sobre ciertos objetos o ciertas rencillas con algunas personas, hace ver que no utilizó para firmar su obra el que era su apellido real sino el de su padrastro, etc.
En mi opinión, si Highsmith falsificó algo en su vida lo hizo a la manera de Highsmith, es decir, no tanto copiando un modelo existente sino construyendo algo más cercano al deseo propio. ¿Constituye esto un engaño? Quizás. Pero se estaba construyendo ella misma, ¿a quién engañaba? Muchas veces, precisamente, la pregunta que surge tras leer su obra es esta: ¿somos lo que somos o lo que deseamos ser?
Y es que, si somos sinceros, todos nos estamos reconstruyendo continuamente. ¿Falsificándonos entonces? ¿Traicionándonos a nosotros mismos? No, tan solo ocurre que el “yo” único e inamovible no existe. Somos varios. Como ya apuntó Carl Jung, al menos lidiamos con dos “yos”: el familiar y el social, el interno y el externo. No aceptar esa multiplicidad del yo es lo que puede conducir a una neurosis mayor que la que ya traemos incorporada de serie. El yo, la mente, el cerebro, es algo bastante inestable y en cierto sentido impredecible, se adapta al contexto dejándose guiar más a menudo de lo que querríamos por elementos inconscientes sobre los que, claro está, no tenemos control ninguno. En fin, bienvenidos a territorio Highsmith. Nadie dijo que fuera fácil.
He rescatado de la Red una entrevista con el periodista Roy Plomley en la BBC de 1979, cuando la escritora todavía residía en Francia (sería en 1981 cuando se mudó a Suiza). En la grabación, Highsmith presenta su selección de música para llevarse a una isla desierta mientras comenta su vida:
Es curioso escuchar su propia voz tranquila, dulce, que habla de lo que significa la música para ella, y después de su vida cuando era niña, de su llegada a Nueva York con acento tejano, de sus personajes criminales, sus libros rechazados por algunas editoriales, su manera de escribir... Pero, un momento…
... Hey, ¿qué pasa? En esta grabación Highsmith demuestra una dulzura insólita y un gran sentido del humor. Se le escucha reír a menudo y es amable casi continuamente. ¿Dónde está la bruja rodeada de gatos que contesta mal a los periodistas?, ¿dónde la criminal obligada a reprimir sus impulsos asesinos escribiéndolos en un papel? ¿No será que hemos falsificado la imagen de P.H.? ¿O es que se ha falsificado ella misma? Si es así, ¿cuándo es falsa: en esta cordial entrevista o en las que concedió a cara de perro?
En el universo en que vivimos, la materia sin antimateria no sería posible. Hay luz gracias a que hay oscuridad. En la Patricia Highsmith afectuosa que responde las preguntas con delicadeza está también la mujer con problemas que no tiene ganas de broma.
¿Quién es más real, la Patricia Highsmith que sonríe con un humor ácido, disfrutando su escritura, habladora con sus vecinos, deseosa de compartir viajes y copas con sus amantes o la Highsmith seria, malhumorada, encerrada en sí misma y con una mente perversa y alcohólica? (Por cierto que el alcohol también es un disfraz, aunque no está del todo claro si una persona cuando bebe se pone o se quita el disfraz. ¿No es cierto?).
En las fotografías de la escritora que pueden verse por la Red parece que hubiera una división tajante entre aquellas en que está guapa y en las que está fea, entre en las que aparece joven y en las que aparece vieja. Sin embargo habrá que reconocer que son la misma persona, y que en cada una de ellas está la otra. Yo he elegido a conciencia para este artículo fotos en las que se la ve sonriendo, porque su cara misántropa y desmejorada por el alcohol creo que ya está demasiado vista.
En otra entrevista –esta por escrito– que tuvo lugar en Festival Toronto 1988, también sonríe (lo asegura el entrevistador) al contestar las preguntas, "llámame Pat", dice, y apunta como película preferida Lo que el viento se llevó (¿qué tipo de monstruo perverso es ese?).
En su novela El temblor de la falsificación puede leerse lo siguiente:
"Básicamente, se trata de si una persona crea su propia personalidad y sus propios valores desde dentro de sí mismo, o si él y sus valores son la creación de la sociedad que le rodea".
Yo creo que Patricia Highsmith apostaba por la creación de sus propios valores, y que a quien consideraba anormal y enferma era a la sociedad que empujaba al individuo en una dirección por la que este no quería ir. Sus personajes falsifican para rebelarse contra eso, para ser lo que quieren ser. Por supuesto, eso plantea un dilema moral.
En uno de sus diarios, Patricia Highsmith escribió (p.550 de la biografía publicada por Circe):
"La vida sin otra persona, la sensación de depresión de vez en cuando. Gran parte de la dificultad está en no tener al lado a otra persona para la que hacer un poco de teatro: vestirse bien, presentar una expresión agradable. El truco, a veces difícil, está en mantener la moral sin la otra persona, sin el espejo".
Ahí está la clave, "hacer un poco de teatro", dice, "presentar una expresión agradable", "el truco". La falsificación, la reinvención, el juego del yo. Todo eso… ¿no es disfrazarse… pero de uno mismo? ¿Se disfrazaba Patricia Highsmith de Patricia Highsmith? Cuando ya siendo mayor los camareros de las cafeterías parisinas le indicaban el baño de caballeros… ¿sonreiría Pat en su interior por la eficacia de su imitación o, al contrario, se sorprendería molesta? ¿Se falsificó tan bien que al final consiguió ser la persona que quiso ser?
En los Archivos Literarios Suizos se guardan ciento veinte cajas llenas de fotos, cuadernos, dibujos, cartas, manuscritos, postales, recuerdos, objetos de uso cotidiano… Si no puedes coger un avión a Berna esta misma noche, tienes al menos la posibilidad de ver la lista completa de todo lo que se conserva y de ojear los álbumes de fotos.
El diario.es
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