La primera independencia de Cataluña es muy conocida (para todos aquellos que quieran conocerla). Fue en 1640. La resumiré. Ese año, en plena guerra entre la monarquía española y la francesa, la zona fronteriza de Cataluña se subleva contra las tropas castellanas y los funcionarios reales, llegando a matar al virrey de Cataluña.
Se declara la república catalana pero la situación se vuelve incontrolable. la Generalitat catalana pide ayuda al rey de Francia y permite la entrada de un ejercito francés para la defensa de su territorio y para controlar a los campesinos y grupos sociales desfavorecidos, que dan rienda suelta a todo tipo de ataques contra la nobleza y la burguesía urbana. La invasión de las tropas de Felipe IV lleva finalmente a la oligarquía catalana a reconocer como conde de Barcelona al rey francés, con lo que de facto pierde la independencia política.
La situación se prolonga por diez años, en los que los catalanes tienen que mantener a un ejercito francés en su territorio (situación que provoca las mismas quejas y graves inconvenientes para los campesinos que provocaba anteriormente el mantenimiento del ejercito del Conde-Duque Olivares) y tienen que ceder una parte de la administración a los franceses (que favorecerán el establecimiento de mercaderes extranjeros, con la consiguiente competencia frente a los locales). Después del Tratado de Wesfalia, en 1648, la situación se vuelve propicia para Felipe IV que prepara una nueva invasión, esta vez con éxito. En el Tratado de los Pirineos de 1659 las monarquías francesa y española firman la paz definitiva y el territorio de Cataluña es reintegrado en su mayor parte a la corona castellana.
Las consecuencias para Cataluña y, de rebote, para toda la corona española son consideradas muy negativas por la mayoría de los historiadores que han estudiado este episodio, como por ejemplo Lynch y Elliot, cuyos libros recomiendo por su mayor imparcialidad.
La segunda independencia es menos conocida, pero igual de interesante. Estamos ya en el siglo XX, en plena Segunda República. El 6 de octubre de 1934 se produce la proclamación del Estado catalán (dentro de una supuesta “República Federal Española”) por parte del presidente de la Generalitat Lluís Companys. Hace así lo mismo que su antecesor Francesc Macià había hecho el 14 de abril de 1931. Pero si entonces la situación se resuelve en muy poco tiempo y por la vía diplomática, pues Macià se desdice casi inmediatamente y acepta como válido un futuro Estatuto de Autonomía (que ya será una realidad en 1934), en el caso de Companys la situación requerirá el uso de la fuerza por parte del estado español.
De este modo la escasa resistencia nacionalista es barrida por el general Batet, Capitán General de Cataluña, que, a pesar de tratar de reducir el número de muertos y de ir “con pies de plomo” con los sublevados, no puede evitar que los muertos asciendan a una cifra de entre cincuenta y cien según fuentes. La rendición del Gobierno de la Generalitat se produce en 24 horas. Todo el gobierno catalán es detenido, junto con otras 3.000 personas, y el Estatuto de Autonomía y la Mancomunidad Catalana, los dos grandes logros de los nacionalistas desde el fin de la monarquía, son abolidos. Las consecuencias negativas son evidentes. Pero acabemos este pequeño recordatorio con las palabras que el historiador Gabriel Jackson dedica a este hecho en su libro La República Española y la Guerra Civil:
“El coronel Macià había ido demasiado lejos proclamando la república catalana. Madrid se había apresurado a negociar con él. En el compromiso resultante los catalanes habían renunciado a su república separada a cambio del compromiso firmado de un Estatuto de Autonomía. Lluhí sugirió que lo que la Generalitat esperaba realmente era un regateo semejante. Tras proclamar la República Federal negociarían con Madrid, concediendo el Estat Català contra un arreglo satisfactorio del problema de la ley de cultivos”.
Hay que señalar que Jackson se refiere a la entrevista del día 6 de octubre entre Azaña, que en ese momento se encuentra en Barcelona pero sin representar al estado español, puesto que el Jefe de Gobierno es Lerroux, y un miembro del gobierno de la Generalitat, Juan Lluhí. Según opina Jackson, y según lo que se deduce de la entrevista (que Azaña menciona en sus escritos) los políticos catalanes cometieron un error de calculo terrible: utilizaron una proclamación independentista como un método para forzar a negociar al gobierno central, aprovechando la circunstancia de que este gobierno estaba luchando en esos momentos contra la sublevación de los mineros asturianos y pensando que esa jugada les serviría para solucionar un problema político (el de la Ley de Cultivos) que enfrentaba desde hacía tiempo a ambas partes. Naturalmente esto es sólo una posible explicación. Pero el mismo Jackson apunta otra: Lluhí también confesó a Azaña que “el Consejo de la Generalitat no podía contener a las masas y que tendrían que canalizar el movimiento nacionalista o disparar contra sus propios seguidores”.
¿A quién se refiere Lluhi? Pues entre otros muchos al Consejero de Orden Público de la Generalitat José Dencàs, que controlaba un grupo radical separatista, el Estat Català, que colocó a Companys entre la espada y la pared y que luego, oliéndose el fracaso, huyó de Barcelona antes de ser detenido con el resto del gobierno catalán. Pero ya se sabe, cuando una región se ve “sacudida por una oleada de nacionalismo incontrolado” (por seguir con las palabras de Jackson) el resultado puede ser cualquier cosa, pero casi nunca bueno.
ALFONSO VILA FRANCÉS
Nacío en 1970 en Valencia, donde actualmente reside. Ha vivido en Orihuela, Madrid, Bruselas y Debrecen (Hungría). Ha trabajado como monitor de tiempo libre, bibliotecario, archivero y profesor de secundaria (Ciencias sociales). Ha escrito en muchas revistas, como por ejemplo: “Cuadernos del matemático”, “Hojas Iconoclastas”, “Calicanto”, “El vendedor de pararrayos”, “Cuadernos del lazarillo”, “Alhucema”, “Rio Agra”, “Factorum” “Groenlandia”, “Agora”, “Acantilados de papel”, “La bolsa de Pipas”, “Fábula”, “El coloquio de los perros”, “La ira de Mofeo”, y “Jot Down” . También gano algunos premios (entre ellos “Miguel de Cervantes”, “Jaume Roig”, “Vila de Canals”, “Diputación de Castellón”, Ciudad de Getafe”, “cortes Valencianas”, “Marco Fabio Quintiliano” y “Mariano Roldán”) . Entre sus publicaciones se incluyen libros de poesía y de relatos. También novelas y ensayo.
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