«500 días, 500 martillazos…», un poema de Magda Portal


500 días, 500 martillazos
hora a hora, sobre el yunque del alma.

Madrugada. Una de tantas madrugadas
en que es inútil llamar al sueño,
en que es inútil botar, como a una mosca
al pensamiento

Afuera hay una madre pequeña
¿cuántas madres?
y una hija muerta de frío.

Desde Barcelona: «Una puerta», un poema de Pedro Alcarria Viera

Cruzó la pequeña puerta blanca, despintada
la madera y colgando cabizbaja.
Cruzó el dintel y la breve orla del sol le lamía los hombros.
Entró encorvado y con el bigote en llamas.
Entró acarreando una pala y un macizo de hortensias derrengado.
Una vez un tulipán azul. 
Y tres veces un ataúd.
Hubo días en que, al entrar, su mano callosa se demoraba unos

«Las voces del silencio» y «El amor», dos minicuentos de Costas Axelos

Por fin la energía atómica se ha liberado y ha destruido toda vida humana sobre el planeta. Solo se ha escapado un habitante de un rascacielos de Chicago. Después de haber comido y bebido todo lo que tenía en su heladera, leído, visto, mirado y escuchado su biblioteca ideal, su museo imaginario y su discoteca real, desesperado al ver que no se moría, decide suprimirse y se tira al vacío desde el piso cuarenta.

Desde México: «Santa Romelia del Pecado», un relato de José Alberto Capaverde

Allá en un lejano y triste pueblo, de nombre Santa Romelia del Pecado, que pertenece al municipio de San Torcuato del Sagrado Perdón, todo es como ausencia, como soledad, como vetusto, como añejo. No recuerdo con precisión en dónde queda enclavado semejante lugar, pero tengo una visión borrosa que está custodiado por cuatro cerros "desdentados". Pero en realidad no es tan interesante el lugar en sí, podría decirse que es otro más, de esos que se pueden encontrar

Desde Argentina: «La historia se repite», un relato de Juan Luis Henares

A finales de la década del treinta del siglo pasado mi abuelo, sin un peso en el bolsillo, llegó en barco a la República Argentina, escapando de la violencia falangista tras la Guerra Civil Española. Su vida aquí no fue nada fácil, muy lejos de los seres queridos que quedaron en Catalunya; sin embargo gracias a la solidaridad de la gente que simpatizaba con la causa Republicana, y a los que también llegaron de España, pudo sobrevivir y formar una familia. A

Desde Montenegro: «El manuscrito del silencio», un poema de Svetlana Kalezic

Svetlana Kalezic

   Te perdono, Poema,
que has sido siempre lo que eres,
lo que no eres,
que no sabes más de ti mismo
  de la descendencia de tu sombra.
   Te perdono, Luz,
erguida de cansancio
es frío crecer en los senos de la gente.
   He reunido en mí tus males,
con la existencia estoy vengándome de ti,
soy un gesto pisado que se

Minicuento: «El funeral», de Slawomir Mrozek

Durante un paseo, me uní a un cortejo fúnebre. Siempre anima más que vagar uno solo y sin rumbo. No sabía a quién estaban enterrando, pero ¿qué importaba? Nosotros, los humanos, formamos todos una gran familia.
Además, siempre se puede preguntar. Mi vecino de la izquierda del cortejo tampoco lo sabía.

—Voy a la tintorería a recoger un pantalón. He visto el funeral y,

«La señal», un cuento de Inés Arredondo

El sol denso, inmóvil, imponía su presencia; la realidad estaba paralizada bajo su crueldad sin tregua. Flotaba el anuncio de una muerte suspensa, ardiente, sin podredumbre pero también sin ternura. Eran las tres de la tarde. Pedro, aplastado, casi vencido, caminaba bajo el sol. Las calles vacías perdían su sentido en el deslumbramiento. El calor, seco y terrible como un castigo sin verdugo, le cortaba la respiración. Pero no importaba: dentro de sí

Selección de Poesía: Denise Levertov, Miyó Vestrini, Martha Kornblith, Birgitta Trotzig


"La tercera dimensión", de Denise Levertov

Quién me creería si
dijiera: «Me tomaron y

rajaron desde
el cuero cabelludo a la entrepierna, y

todavía estoy viva, y
camino agradada por

el sol y toda
la generosidad del mundo». La honestidad

"La primera ciudad", un texto perteneciente al libro "Cómo estar solo", de Jonathan Franzen

Dos sucesos de este año me indujeron a preguntarme por qué las ciudades norteamericanas en general y Nueva York en particular se toman todavía la molestia de existir. El primero fue un vuelo de vuelta al este desde St. Louis. Ocupaba el asiento de al lado una mujer elegante y agradable de Springfield, Missouri, que llevaba a su hijo de once años a ver a parientes de Boston. El hijo ya se había anotado unos puntos conmigo al sacar de su mochila un libro, en

«Historia de todos los días», un poema de Sándor Csoóri

«Historia de todos los días», un poema de Sándor Csoóri

Levantarse
y encender el fuego de la estufa,
en el cerebro después del aspar del humo,
en los ductos de los huesos fríos de insomnio,
y buscar el camino a la mano,
desde la mano al vaso de bebida,
los remanentes de las cenizas de ayer en los vacíos de la cara,
tal vez una tormenta de viento empujada por los pájaros

«Los pequeños mares», un relato de Claude Nogueras

La Propietaria del pequeño mar tiene mis ojos, quizás una copia más acertada de mi cabello, tal vez una silueta mejorada de mi cuerpo. A simple vista, solo nos diferencia la sonrisa. A su edad, mis dientes eran un poco más uniformes. La observo y me pregunto por qué al pequeño mar no lo sostienen mis manos. ¡Ah, sí! Porque ahora me atrae la extensión del océano y me exijo no conformarme con menos. Porque ahora pienso en la importancia de la inconformidad.

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Vindicación del Caos · por Alberto Jiménez Ure

En el vasto escenario de la naturaleza y la destructiva influencia del hombre, surge la "Vindicación del Caos" de Alberto Jiménez...