Nuestro deseo era quedarnos en casa, sin embargo viajamos al lugar más lejano y exótico que pudimos.
Apenas el avión había despegado, empezamos a contemplar bajo nosotros, distantes y desperdigados, los picos de algunas montañas que asomaban como islas ceñidas en su base por un mar de nubes algodonoso que se extendía hasta donde alcanzaba nuestra vista.
- ¿Estás bien? -le pregunté a Carolina.