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'El llanto de los Silenos', relato de Albo Aguasola

'El llanto de los Silenos', relato de Albo Aguasola

 Alegoría de la vejez

Era la vida y se nos ha ido fauno, llegamos tristes y vencidos al epílogo de los años, hoy jadeantes y desparramados yacemos ante el ocaso, envueltos en la miseria absurda del miedo y del desengaño, ¿Te acordáis cuando éramos jóvenes? Tu fe corría risueña por los arbustos y los prados, en el delirio del hontanar se recreaba mi ímpetu, las ninfas y las libélulas se entretenían en los nenúfares, y tú les cantabas y yo las amaba, de tu lira salían sonetos, de mi virtud donaires, y enredados en el silfo, espíritu alegre de los aires, corríamos con nuestras amantes por los floridos valles. 

'El canto de la rosa', texto perteneciente al libro 'El fantasma de Prospect Park', Albo Aguasola

'El canto de la rosa', texto perteneciente al libro 'El fantasma de Prospect Park', Albo Aguasola

No es mío ninguno de estos mundos, pero los poseo con autoridad absoluta


O2.

La noche siguiente al siniestro había llovido en cantidad y los caminos encharcados impidieron que algún desprevenido visitante tuviese la ocurrente idea de acercarse por el parque, el fantasma había peinado la zona en busca de diversión, pero no la había encontrado. 

'La canción del grillo', relato de Albo Aguasola

'La canción del grillo', relato de Albo Aguasola

El hombre estaba allí, abandonado y taciturno, como había sido siempre. Moviendo de un lado al otro el pie, en un gesto de profundo desprecio y de fastidio ante la vida. Miraba todo con dolor, sentíase soberbio y a la vez cansado, tal vez estaba ante esas horas difíciles de la existencia. 

'Estaba en el cañaveral', un relato de Albo Aguasola

En el cañaveral el trabajo era muy duro. Había que garabatear y machetear con ahínco para desmembrar toda la hierba mala y los bejucos que crecían libremente alrededor de los tallos. Además había que cuidarse de las víboras, y de otras venenosas alimañas que se ocultaban entre los huecos y los troncos de las cañas. El sol caía fluidamente, y las horas del día se acercaban sigilosas, al ocaso de la tarde. 

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