―Profesor Giovani, en este cuento encontré el excesivo uso del sufijo «mente». El relato en sí me gusta, pero no sé si está bien utilizar muchos «mente». Si al menos corregiría eso, yo creo que el cuento sería bueno y estaría pasable. La historia sí está en algo, es un tema muy literario, pero no soporto que existan en demasía aquellos sufijos que estropean cualquier cuento, que, si mal no recuerdo, encontré un poco más de ochenta veces que comete aquellas imperfecciones. Hasta en una sola línea de cuatro palabras existen tres de ellas: «Ataqué cruelmente, justamente, deliberadamente». ¡Es terrible, la verdad! ―dijo Lucas sujetando con las dos manos los papeles que contenían el cuento de Pablo, quien, con la cabeza agachada, parecía avergonzado―. Además, no me gustan las acotaciones entre corchetes que coloca al lado de las palabras raras o extravagantes. Me parecen una burla a la inteligencia del lector, es como si lo subestimara, y debemos tener muy en claro que los lectores no somos tontos ni ingenuos. Existen varias de aquellas acotaciones en todo el cuento, y creo que su presencia desmejora la presentación de este relato, que, en líneas generales, le falta mucho para llegar al dominio perfecto del lenguaje… Eso más que nada, profesor Giovani, eso desde mi punto de vista.
El profesor Giovani, que dictaba un pequeño taller de escritura creativa de relatos en la capital de la provincia, les había explicado a sus alumnos que aquellos que lean atentamente los textos de sus compañeros tendrían un par de puntos adicionales al puntaje final del curso. El trabajo de Pablo, el joven escritor que ya publicó un par de libros, era el que cerraba la jornada. Como él en su oportunidad dio con palos, sables y combas a los relatos de sus compañeros, todos ellos entonces estaban dispuestos a devolverle el favor.
―Me parece un buen punto de vista, Lucas, es un buen detalle el que señalas ―dijo el profesor Giovani―. Ahora te toca a ti, Mía, tú que siempre participas, ¿qué opinas del relato de Pablo?
―Muchas gracias, Giovani, este cuentito titulado «El mal escritor», la verdad, para mí, cuando trato de entenderlo, me horroriza. No sé cómo se le pudo ocurrir esto a Pablo, él que también es escritor y busca ser artista, pues lo único que se relata en este cuento es la decadencia de un escritor que no puede escribir, y todas sus oscuras consecuencias. Comparto la idea de que todos los malos escritores se vuelven críticos literarios, académicos o periodistas. Es decir, se convierten en una especie de parásitos que se alimentan de los trabajos de otros escritores; pero no me gusta cómo el narrador de este cuento lo expresa y lo explica, utiliza términos muy decadentes, y solo encuentro un panorama sombrío, desolador, horrible. Y eso que el narrador comienza llamándose «una promesa literaria», o algo así, y luego decae en la esterilidad literaria. Aristóteles desaprobaría que un personaje noble y bueno caiga en la vulgaridad y la desgracia, porque no es lo correcto. Además, este cuento está lleno de insultos, burlas, denigraciones contra los escritores; y lo digo en plural, porque ataca incluso a los cenáculos, las asociaciones y los circuitos literarios. Pero si Pablo ha buscado crear eso, creo que el cuento va por buen camino, aunque a mí me disguste o no me guste para nada. Sin embargo, es necesario recalcarlo, yo estoy de acuerdo con todas las observaciones de Lucas, pues aquellas imperfecciones que él reveló que existen, hacen mucho ruido al leer el texto. Pienso seriamente que deberían ser corregidos. Gracias, Giovanni.
―Entiendo lo que quieres decir, Mía ―dijo el profesor Giovani. Bajó la mirada para ver la lista de los estudiantes y, luego, alzando la mirada al frente, dijo―: A ver, Renzo, ¿qué tienes que decir del cuento de Pablo? ¿Qué encontraste?
―Compañeros y maestro Giovani, lo que me incomodó del cuento, aparte de las observaciones que encontraron los que me precedieron, fue la falta de verosimilitud de la narración. Yo creo a carta cabal que Pablo se equivocó en elegir al narrador de dicho relato, que debió pensarlo mucho más antes de empezar a escribirlo. ¿Dónde se ha visto que un escritor que no puede escribir lo hace para narrar su desventura creadora? Si dicho narrador no puede escribir como tanto se queja, ¿por qué escribe un cuento de más de cuatro mil palabras solo para narrar aquella maldición? Yo creo que solo los narradores de oficio podrían contar o narrar esa desgracia, pero no alguien que adolece dicha castración... Lo lamento por Pablo, pero es necesario que rehaga su cuento desde el inicio hasta el final. Solo así será un cuento logrado. Aunque la propuesta de este relato en sí es muy atractiva.
―Es más de lo que esperaba, Renzo ―dijo el profesor Giovani y, mirando a todos lados, ordenó―: ¿Qué opinas de «El mal escritor», Pery?
Pery, vestida de dark y con gafas de abuelita, respondió:
―A mí sí me gustó la historia. Me parece bien escrita y correctamente planteada. Pero lo que observaron mis compañeros también parece bien fundamentado. Por eso, creo que Pablo debería tomarlas en cuenta para que el cuento sea perfecto y me guste mucho más de lo que me gusta ahora. Gracias, profesor.
―A ti, Pery ―dijo el profesor Giovani. Observó a Pablo, todavía con la cabeza agachada, y a continuación dijo―: Debe ser porque es el último día del taller que faltaron tres estudiantes. Pero necesitamos continuar. Primero la opinión de Marco y después la de Mauricio. ¿Qué opinas del relato presentado, Marco?
―Que es plagio, profesor, ese relato es de Roberto Arlt y su verdadero título es «Escritor fracasado». Forma parte del libro de cuentos El jorobadito de 1933. Yo admiro a Roberto Arlt y ese es uno de mis cuentos favoritos…
Todos se miraron sorprendidos y de inmediato buscaron aquel relato en sus celulares. El profesor Giovani sujetó con fuerza, arrugándola, la lista de estudiantes. Su rostro se enrojeció como un tomate y se desfiguró como el papel consumiéndose en el fuego. «Trampa», alguien susurró.
―¿Qué significa esto, Pablo? ¿Me puedes decir qué es lo que estás haciendo? ¿Cómo te atreves a cometer plagio? ¿Qué demonios pasa en tu cabeza?
Todos vieron entonces que Pablo levantó la mirada, alzando la cabeza, y en sus labios se apreciaba una sonrisa de triunfo, como si aquel desenlace hubiese sido tan esperado por el supuesto estafador. Se puso de pie de un movimiento rápido y dijo:
―Solo fue un experimento, profesor Giovani. Quería saber los alcances de los talleres de escritura creativa, que, según ahora tengo entendido, son sorprendentes; desde un punto de vista son catastróficos, pero desde otros son inestimables y muy constructivos. Aquellos alcances ahora ya los tengo más esclarecidos y delimitados que al inicio. Kipling había dicho que nunca existirá «El cuento más hermoso del mundo»… Hoy más que nunca comparto dicha opinión... Por mi parte, creo que el relato de Roberto Arlt en el plano formal es una joya en su total dimensión; y, en el plano del contenido, es una fábula de gran enseñanza artística y vital, tanto que enseña toda una vida de muchas experiencias fuertes y trascendentales en solo pocas, pero muy valiosas páginas ficcionales. Por otro lado, ningún escritor sabrá a ciencia cierta cómo un lector ajeno y despiadado reaccionará ante su creación. En ese punto, la literatura es una ruleta rusa; a uno les vuela la tapa de los sesos y a otros solo les hace pasar un mal rato…
Al terminar de lanzar aquel pequeño discurso, antes que alguien le responda o tome la palabra, Pablo salió deprisa del salón. Al hacerlo, hizo tambalear varios asientos.
Francois Villanueva Paravicino.. Escritor. Cursó la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Autor de Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019), Sacrificios bajo la luna (2022), Los placeres del silencio (2023). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o. Mención especial del Primer Concurso de Poesía (2022) y de Relatos (2021) “Las cenizas de Welles” de España. Semifinalista del Premio Copé de Poesía (2021). Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España.
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