Fuiste un testigo indolente
Ni a ayudaste a la víctima.
Fuiste un cómplice de la perfidia y la ignorancia
Que aquel hombre no valía la pena.
Cuando lo llevaban al matadero
Y sólo miradas de rencor le prodigaste.
Si aquel amigo que aparecía en sus poemas eras tú
Hoy que vives entre cosas cotidianas,
¿Te olvidas de aquella época ilustre
Cuando a tus pies tuviste la poesía?
En el cual la vida ya anochece
Vientre blando y cabeza calva
Estoy adentro y estoy enamorado
Descifro mi dolor con la poesía
Y el resultado es especialmente doloroso
Voces que anuncian: ahí vienen tus angustias
Voces quebradas: pasaron ya tus días.
La poesía es la única compañera
Acostúmbrate a tus cuchillos,
Deslumbramiento por el deseo
Tu aparición.
Te asomas súbitamente
En un vértigo de fuego y música
Por donde desapareces.
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