Se propone, qué dejar en la IslaLa ceniza de las naves quemadas por soldadosLos sudores de obreros luego de la forjaLa viña y los naranjos.Los bailes de circuncisiónLa rugosa mano del jefe de la tribuLos gritos de júbiloLas cráteras vacías, la hacienda asaltada por los antiguos pretendientesLa carne en holocaustoEl sabor de la derrota,
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«Isla», un poema de Iliana Beatriz Carballosa
«EL fotógrafo», un cuento de Raquel Pietrobelli
Soy fotógrafo. Bueno… Era. Amaba mi trabajo.
Sé que ese es un trabajo especial, no es apto para cualquiera. Era para valientes.
Era fotógrafo de muertos.
Fotografías post mortem. Retratos de luto, que le dicen. Retratos en el llamado “Memento moriJulia Kadel” (recuerda que eres mortal).
Yo era consciente que era un trabajo difícil… Y algo mal visto. Pero alguien tenía que hacerlo. Tenía cierto renombre en mi
«Mucho más en contra» un poema de Rolando Reyes López
¿Dónde viven los hombres como yo?;cuando nací,vivían en la suavidad que prestó sus alaspara traerme a la vidacon una hermosura inédita,la que no puede exhibirse en festivalesni incluirse en el guion de series dramatizadas.No salí de las arenas limpias del Kollamni el Meenam tuvo que ver
«Miedo a los alacranes», un cuento de Everardo Gómez
Mi abuela me advirtió sobre regresar a ese lugar. Me miró con rigor, cuestionante, aguardando la respuesta a una pregunta que no fue pronunciada en ese momento pero que conozco de memoria. ¿Entendido? ¿Entendido? ¿Entendido? Asentí, naturalmente, con ríspidos movimientos de cabeza.
Uno se doblega ante la experiencia ajena de los años. Todo razonamiento propio se ve cuestionado al encontrarse con los pensamientos de una cabeza
«Mi ultimo cuento», por Carlos Latorre Gutierrez
Mi cumpleaños número 75 fue celebrado sin familiares, debido a la pandemia que estamos enfrentado y las cuarentenas, nadie fue invitado, algo extraño para mí ya que estoy acostumbrado a celebrarlo con familiares, amigos y vecinos, solo mi esposa Elena y yo, ella ha sido mi compañera por los últimos 43 años, puedo decir que he sido muy feliz con ella y porque no decirlo….aún estamos enamorados, siempre pensé que nuestra vejez llegaría sin grandes
Tres minicuentos de Costas Axelos
La muerte
Una vez un mandarín chino propuso esta medida al gobernador de una provincia, quien no tardó en adoptarla. En el momento en que la víctima debía posar la cabeza sobre el taco para que el verdugo se la pudiese cortar, un caballero engalanado llegaba al galope y exclamaba: ¡Deténganse! ¡El Sire ha concedido su gracia al condenado a muerte! En ese instante de euforia suprema, el verdugo
«Ella», un relato de José Alberto Capaverde
Ella estaba tan alta, que mis manos no la alcanzaban, y mis ojos se alegraban con verla, soñaba con poseerla, yo era un niño de ojos verdes y rulos rubios.
Ella sabía que era mi tesoro, y el motivo de mis desvelos, y hasta la causa de mis temblores nocturnos.
Ella cruzaba las piernas y mostraba un poco de su braga y como por arte de magia, convertía todo mi día en pura felicidad y plenitud.
Democracia y la destitución de gobierno
Los representantes de la bancada de oposición del Congreso de la República plantearon abiertamente la destitución del Presidente del Perú, José Pedro Castillo Terrones, tras asegurar que incurre en una causal de incapacidad moral permanente para gobernar y genera la inestabilidad política en el país.
En el artículo “Inestabilidad política y presidencialismo en el Perú” (https://tinyurl.com/msnha9pp) señalo: “El Consejo de Estado del
Posapocalíptico: tres relatos breves de Juan Carlos Vásquez
Lazos sanguíneos
Después de envenenar al padre, Yulian quiso contemplar su obra vanagloriándose frente a la abuela que, sumisa y consternada, veía a su yerno tirado en el suelo mientras el vientre y el pecho se le comprimían hasta morir.
La abuela en vez de infundir disciplina a su nieto le dejó realizar lo que más le gustaba: cantar, leer, cortarse los brazos y desempeñarse como «curador» en
«Mi bicicleta», un relato de Alejo Tomás Ambrini
Hoy me robaron la bicicleta. Desconozco el horario, pero sé que fue entre las siete de la mañana y siete de la tarde. La dejé en el poste de alumbrado, mal pintado y con pegatinas de alguna campaña electoral vieja. Mi bicicleta negra, una playera vieja y despintada que usaba para trabajar y me costó tanto sacrificio. Se llevaron hasta el candado que para qué les va a servir en caso de que hayan sido varios ladrones. Pero no importa, lo único en lo que no puedo dejar
«Desempolvando la esperanza», un relato de Gabriel Valdovinos Vázquez
¡Me da gusto encontrarte de nuevo! Apenas al abrir esta caja y ver el envoltorio de periódico y plástico más grande, me imaginé que eras tú.
Bien recuerdo que nos quedamos platicando largo rato en los primeros días de este año, antes de guardarte aquí.
Aun con el buen sabor de boca por los sencillos platos y espirituosas bebidas, pero sobre todo por los gratos momentos, los fuertes abrazos, los sinceros apretones de mano, la cercanía en
«Licantropía», un cuento de Rubén Bareiro Saguier
Cuando ayer lo vi en la calle, tan cadavérico, me vino a la memoria la cantidad de rumores que corrían por el pueblo a propósito del tío Cabrilla y de la tía Lalí. «Mentiras», decía mi madre; «calumnias», sentenciaba -más severo mi padre, coreado por los comentarios indignados de sus hermanas. Aunque luego, hasta mamá pareció cambiar de opinión, o por lo menos guardaba silencio, cuando se hablaba de la cosa.
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