"Mi (i)lógica es anticartesiana: no existo porque pienso; estoy vivo porque deseo" | Entrevista con Roberto Garcés Marrero, por Juan Carlos Vásquez

Roberto Garcés Marrero

La siguiente entrevista con Roberto Garcés Marrero nos sumerge en un diálogo profundo sobre la literatura, la transgresión y la búsqueda de significado a través de la escritura. Su obra se nutre del realismo sucio, pero también de una dimensión simbólica y mística que desafía dicotomías tradicionales. A lo largo de la conversación, el autor reflexiona sobre la belleza en lo crudo, la censura, el papel del deseo en la narrativa y la influencia de la historia y la antropología en su ficción. Sus relatos exploran los límites de la experiencia humana, desde el sacrificio hasta el placer extremo, evocando rituales ancestrales y cuestionando las normas establecidas. Garcés Marrero también analiza la relación entre literatura y corrección política, la capacidad de la palabra escrita para resistir la inmediatez visual y su vínculo ambivalente con Cuba, su país de origen. 


1—El realismo sucio busca despojar la literatura de ornamentos. "Tu escritura se nutre de experiencias personales y de una mirada subjetiva de la realidad. Desde esa perspectiva, ¿cómo dialoga tu obra con un movimiento que a menudo busca retratar la crudeza de la existencia sin filtros ni artificios? ¿Sientes afinidad con esa estética?"

—Totalmente. Decía Nietzsche que la cantidad de verdad que puede soportar un ser humano es la máxima señal de la valía de su espíritu. En este sentido el realismo sucio es una corriente valiente, que despoja a la realidad de sus máscaras en busca de su apariencia más veraz y dirige sus dedos directamente a las llagas más purulentas. ¿Cómo no tener afinidad con algo tan potente? Solo hay dos puntos de partida con los cuales no coincido del todo: la desesperanza, a veces absoluta, en el futuro, en el ser humano y su implícito desprecio por lo simbólico, que pareciese considerarse un ornato vano y superficial más. En este último punto me siento mucho más cercano a simbolistas y surrealistas. Considero que el símbolo es otra arista de una realidad siempre poliédrica y a veces es una dimensión tan arisca e inhóspita como la que recrea el realismo sucio. Pero por otra parte, el lenguaje descarnado y la brutalidad de las imágenes y emociones propias de este estilo, sin dudas, son uno de mis insumos preferidos. 


2. La literatura de autores como Bukowski o Carver se mueve en los márgenes de lo sórdido, pero sin perder belleza. ¿Cómo se logra ese equilibrio entre lo crudo y lo poético? ¿Cuándo una historia deja de ser sucia y se convierte en literatura?

—Tomo el riesgo de caer en un lugar común para sostener que la belleza está en el ojo del escritor, entendiendo ojo en este caso como el conjunto de percepciones de una sensibilidad particular, educada para aprehender la realidad de una cierta forma lógico-racional y que termina dando proporción a lo desproporcionado. Con esto no quiero decir que la belleza siempre sea un problema de proporción, necesariamente. El realismo sucio cuestiona directamente la tradición clásica de las categorías estéticas y se lanza ávidamente a la realidad, de frente, desangrándose en el esfuerzo de recrearla sin falsearla. Estos autores están muy lejos de intentar acostar a la realidad en el lecho de Procusto, fingiendo que recortarla es embellecerla. Al contrario. En este sentido la manera en la que expresan la realidad es donde la proporcionan; es decir, la embellecen traduciendo lo inexpresable e indiferentemente inhumano a un lenguaje proporcional, claro, estructurado, sacrificando incluso al propio autor en este esfuerzo, quien queda casi en un limbo ontológico: se deshumaniza un poco en el acto prometeico de expresar la parte de lo real que lo niega en tanto individuo. 


3. La censura suele ser un fantasma para quienes escriben desde la visceralidad. ¿Has sentido alguna vez la necesidad de autocensurarte? ¿Hay temas que, por más reales que sean, preferirías no abordar?

—Sí, cuando intentas escribir desde lo más visceral tus propios mecanismos de autocensura se activan de muchas maneras. Algunas son más sutiles, como la tardanza en encontrar un buen final, un adjetivo necesario o esa duda paralizadora y frecuente sobre cómo recrear de la manera más exacta posible cierta sensación. Otras son evidentes y muy explícitas: no quieres escribir sobre algún tema o temes la opinión del hipotético lector sobre ti mismo. Escribir sobre cuestiones sexuales marginales, como lo BDSM, es un gran tabú en general. La violencia erótica, por muy consensuada que sea nos muestra una parte de nuestra animalidad que no queremos reconocer y, casi en automático, pareciera convertirte en una especie de monstruo. ¿Significa eso que las prácticas del autor sean las descritas en su escritura? No siempre. La escritura puede ser una gran herramienta de explorar lo más sórdido, lo más antisocial del individuo y al expresarlo se sublima, tanto para el sujeto escribiente, como para el sujeto leyente quien puede sentir un reconocimiento catártico de sus propias sombras. Pero, quizás sí, quizás sean parte de la experiencia personal de quien las escribe y ¿por qué debería ser un problema ético esto para quien lo lee? Vivimos en un tiempo donde pareciera haber más censura, disfrazada de superioridad moral y teñida por cualquier color del espectro político. Por tanto, la reputación del autor puede dañarse seriamente si toca un tema que se considere tabú de antemano. Hasta aquí he tratado de escribir sobre lo que me interesa, sin limitarme demasiado, pero sí hay temas que considero escabrosos, tanto por su esencia, como por la posible recepción que pueden tener los escritos, por ejemplo, la sexualidad infantil (entre infantes y sin incluir matices de pedofilia). Aunque ese caso en específico no me llama la atención y francamente no sabría cómo explorarlo, no deja de ser algo interesante. 


4. Hablemos sobre tus relatos. El protagonista de "San Sebastián. Génesis" comienza como sacerdote y termina como prostituta. ¿Es esta una parábola sobre la arbitrariedad de lo sagrado y lo profano?

—Como la mayoría de mis relatos, “San Sebastián. Génesis” es un intento de disolución de dicotomías: sagrado-profano, cristianismo-paganismo, sexualidad-santidad, erótico-tanático y el propio género. Podría ser una parábola de ese tipo experiencia donde se concibe la represión como un acto espiritual y se cree que el sacrificio, tanto del cuerpo propio como del otro, es algo loable. En estos casos, en general, la energía atascada explota eventualmente y disuelve todo a su paso, llevando a la corporalidad otrora reprimida al extremo opuesto, al más temido hasta entonces. En el fondo también es una burla soterrada a la moralidad pacata y al miedo de vivir. 


5. En "Experimentum crucis", el cuerpo es llevado a su límite, hasta la autodestrucción. ¿Este relato es un comentario sobre la obsesión contemporánea con el placer o lo ves como una historia intemporal sobre el deseo absoluto?

—La obsesión con el placer es muy antigua: de hecho, creo que los conatos contemporáneos de vivir el placer son pálidos y desvaídos esfuerzos de individuos cada vez más (auto)vigilados, mercantilizados y salubrizados por conectar con ellos mismos y lo que los hace sentirse vivos. 

Para mí, vida y deseo son casi sinónimos. Mi (i)lógica es anticartesiana: no existo porque pienso; estoy vivo porque deseo. En ese texto la pregunta es: ¿qué pasaría si se le da rienda ilimitada a ese deseo que es en realidad el verdadero principio vital? ¿Hasta dónde llegaríamos? ¿Puede nuestro cuerpo sustentar el ardor de nuestros deseos hasta la última consecuencia? De ahí el título: este relato es precisamente un experimento literario de cómo la vida en su expresión más ilimitada puede consumirse a sí misma, convirtiéndose en su negación. 


6. Los protagonistas de ambos relatos parecen buscar la trascendencia a través de la degradación. ¿Dirías que el placer extremo y el sacrificio pueden ser formas de misticismo?

—Tanto uno como el otro extremo vividos sincera y plenamente te sacan de la experiencia humana convencional y socialmente aceptada; por tanto te hacen entrar a un nuevo nivel de conciencia donde las reglas usuales y lo aprendido no son de ayuda. Incluso, a través de la alteración sensorial extrema reconfiguran los procesos perceptivos y racional-afectivos. Así, tanto el sacrificio como el placer extremo se convierten en genuinos ritos de paso y te acercan a aquello que está más allá de lo humano. O en balde en múltiples espiritualidades el ayuno o la orgía eran formas de vincularse con lo divino. 


7. Los sacrificios rituales, la prostitución sagrada y la flagelación tienen ecos en mitos y religiones antiguas. ¿Hasta qué punto la historia y la antropología alimentan tu ficción?

—La experiencia del antropólogo es una interrogante permanente sobre sus propios principios, las ideas que cree más claras y sus normas. Constantemente tienes que intentar suspender tu propio juicio para tratar de comprender al otro en sus propios términos. Esta es una posición privilegiada para salir de sí mismo y tener experiencias en realidades a las que de otra manera nunca te hubieras acercado. En este sentido, la historia y la antropología se retroalimentan y, en mi caso, se convierten en una fuente perenne de inspiración, tanto a nivel de ideas como de emociones. 


8. "Noli me tangere" evoca la prohibición del contacto en el Evangelio, pero aquí adquiere una dimensión perversa. ¿Cómo dialoga tu relato con la tradición religiosa y literaria que hay detrás de esa frase?

—Una vez más hay algo paródico en este texto. Esa fue la frase que dijo Cristo luego de resucitar; en este caso está implícitamente asociada a una estatua, viva, pero inmóvil, quien en lugar de dar vida, da muerte. Tendría que aclarar que pensé en mí a la hora de describirla, así que la parodia de Cristo sería yo mismo en un momento de mi vida donde realmente me sentía como objeto museable y exudaba odio. En mi escritura está la marca del conocimiento bíblico que me dio mi educación calvinista, pero resignificado y, frecuentemente, herético. 


9. En "Vade retro" aparecen referencias esotéricas y demoníacas (sigilos goéticos, la alusión a la serpiente del Edén). ¿La magia y lo oculto son una constante en tu obra o solo un recurso para ciertos relatos?

—La magia y lo oculto no solo es una constante de mi obra, sino en mi vida. Siento que la literatura surgió realmente de un acto mágico y sigue siendo una especie de invocación ritual. Hay algo inquietante en los mundos que se recrean al escribir y es aún más interesante cuando los textos se convierten en presagios de acontecimientos vitales que aún no han ocurrido, pero que acaecen, quizás por la fuerza actuante de la imagen, quizás como mera profecía autocumplida. De cualquier manera en los rituales del ocultismo hay mucha inspiración para cualquier artista, en particular, para cualquiera cuya motivación principal sea explorar los límites extremos de la experiencia humana, más allá de racionalidades y normas sociales. 


10. En estos textos, el tiempo parece suspendido: la estatua sigue siendo estatua, la noche en "Vade retro" es insoportablemente larga, el protagonista de "Sex symbol" está atrapado en un ciclo de placer y dolor. ¿Crees que el deseo siempre habita un tiempo detenido, un limbo del que no se puede escapar?

—Como ya hemos hablado antes, el deseo si se manifiesta de manera ilimitada termina negándose a sí mismo. Esto no significa que deje de ser deseo, sino que se desdobla y entra en una dialéctica expansiva de deseos que se limitan unos a otros y se multiplican en miríadas de planos a manera de fractales interconectantes. Aquí la pregunta se invierte entonces: el deseo no está en el tiempo, el deseo es la vida misma que resulta el sustento del tiempo y del espacio. O sea, no es que el deseo sea solo atemporal, es que el tiempo está enmarcado por el deseo como substancia universal. 


11. Si no escribieras, ¿cómo crees que canalizarías las mismas obsesiones y pulsiones que alimentan tu literatura?

—Si no escribiera estaría en un hospital psiquiátrico, una cárcel, un convento o cualquier otro tipo de institución panóptica, creada para vigilarnos, castigarnos y controlarnos, como diría Foucault. La escritura ha sido la manera de explorar de manera “segura” esa parte de mí que quizás no hubiera reconocido de otra forma y que hubiese sido totalmente antisocial experimentar en otro tipo de prácticas. O tal vez estaría muy sumergido en un universo underground más interesante y habría encontrado cierta tribu a la que pertenecería, quién sabe…


12. La literatura a menudo tiene la capacidad de incomodar. ¿Qué es lo último que has escrito que te ha hecho sentir incómodo a ti mismo?

—No es cómodo revelar partes de ti que en realidad sabes que no son socialmente aceptables. Sin embargo, mi escritura se convierte en una práctica exhibicionista que muestra eso que me incomoda como una forma no solo de buscar aceptación, sino como una manera bastante clara de molestar al otro. Honestamente, me parece muy divertido. Pero sí, hay momentos en los que me siento incómodo, por ejemplo, al contrastar mis burlas a ciertas ideas religiosas con las propias ideas en las que fui educado o que mantienen aún algunas personas o instituciones de mi entorno que me importan. Es bastante evidente que en muchos de mis relatos hay sensaciones sexuales iconoclastas que se relatan en primera persona, lo cual me hace sentir desnudo delante de quién sabe cuántas personas que no conozco, algunas de las cuales me quemarían con gusto en una hoguera si pudiesen hacerlo. Mis menciones a lo satánico o a lo herético podrían cerrarme muchas puertas en un país como el que vivo. De cualquier manera ese es uno de los daños colaterales de escribir y es parte de la aventura. 


13. Vivimos en tiempos de corrección política, donde la literatura enfrenta nuevos cuestionamientos sobre lo que se debe o no se debe decir. ¿Crees que la literatura tiene alguna responsabilidad moral o debe ser radicalmente libre, sin importar las consecuencias?

—La libertad radical no es posible, terminaría en autofagia. En sociedad nunca se puede ser completamente libre y esa es una de las grandes paradojas de la vida humana. Sin embargo, la corrección política de nuestra época llega a extremos ridículos. Creo que mucha gente que juzga a otros con tanta dureza no tiene ni los principios éticos ni la capacidad intelectual para condenar de esa manera. La literatura es un ejercicio de autodescubrimiento (tanto en un plano individual, como humano) que no tiene una función didáctica ni moralizante inmediata. Me horroriza que se trate de imponer esta supuesta corrección como un nuevo realismo socialista, castrante y con personajes y situaciones tan impostados como en la desvanecida URSS. Por fortuna la historia ha mostrado hasta ahora que esos esfuerzos son efímeros, pero quién sabe cuánto nos han hecho perder. 


14. Si pudieras inventar una palabra que describiera una emoción o sensación que aún no tiene nombre, ¿cuál sería?

—Infinitación: sería ese momento en el cual uno se siente tan expandido que lo comprende todo a la vez, lo piensa todo a la vez y lo siente todo a la vez. Ojalá se vuelva tan común sentirlo que haga falta utilizar una palabra para nombrarlo. 


15. Se dice que cada generación tiene su gran obsesión literaria: el existencialismo en los 50, el desencanto en los 90. Si tuvieras que definir la gran obsesión literaria de nuestra época, ¿cuál crees que sería?

—La gran obsesión literaria de nuestra época está en juzgarse a sí misma de manera obsesivo compulsiva. Creo que nunca antes habíamos internalizado tanto lo que conversamos antes de la “corrección”. Al final, en muchos casos se traduce en textos vacíos, tan depurados que no se entiende de qué van. 


16. En un mundo cada vez más dominado por imágenes, ¿qué le puede ofrecer la literatura a un lector acostumbrado a la inmediatez visual? 

—La literatura también crea imágenes y lo hace de manera muy potente. Podría ofrecer a los lectores una gran riqueza de posibilidades de toda índole. En lo audiovisual ya está dado el escenario, el aspecto del personaje, el tipo de filtro de color, el sonido, el vestuario, etcétera. Con la lectura, dentro de las sugerencias dadas por el autor, tienes un amplísimo margen para imaginar cada de una de estas cosas como se te antoje, volviéndote un verdadero co-creador de la obra. Este es un elemento insustituible de la literatura, que la posiciona en un lugar único respecto otro tipo de artes. 


17. Tu país es un tema recurrente en tu obra, pero mencionas una relación ambivalente con él. ¿Se puede escribir desde la distancia? ¿Cómo cambia la mirada cuando uno deja de ser un escritor “dentro” de su país y se convierte en un escritor “sobre” su país?

—Para mí el nacionalismo es uno de los mayores mitos que el ser humano ha inventado y se ha creído. La cuestión del país donde se nace es circunstancial y no siempre te identificas del todo como esa cosa homogénea e indefinible que mucho llaman cultura nacional. No obstante, uno nace y crece en cierto marco objetivo, con cierto lenguaje, alimentado por ciertos alimentos preparados de cierta forma, educado dentro de ciertos afectos y principios. Nuestra propia sensorialidad está determinada por ese ámbito en el que fuimos circunscritos y cualquiera que haya cambiado de país lo siente con fuerza. En este sentido escribir desde fuera te permite contrastar con más fuerza lo que has concebido como tuyo de manera natural con lo que realmente es tu esencia. Esto ocurre tanto a nivel individual como en el plano del nacionalismo. Puedes entender mejor ciertas cosas de tu propio país estando fuera, en particular en el caso de Cuba, donde el acceso a la información siempre ha tenido un perverso cariz ideológico. 

Mi relación con Cuba es ambivalente: no siento que tengo un país que me respalde. De facto, soy un apátrida. Mi nacionalidad es vista como un elemento negativo para pedir visas, por ejemplo, o a los cubanos se nos atribuyen ciertos comportamientos estereotipados que a veces rechazo y otras reivindico. La situación caótica del país siempre me tiene a medio camino entre luchar por mí para tener lo que quiero (con la convicción de que ya las naves están quemadas y no hay vuelta atrás) y una compasión difícil de manejar por los que no han podido salir o por los que salieron y aún no encuentran su espacio. Diría que el odio que a veces siento por Cuba y el resentimiento de ser cubano es tan patriótico como el amor que otros le profesan a sus países de nacimiento porque viene desde un profundo sentimiento estar vinculado de manera indefectible con esa isla tan dejada de la mano de Dios. 


18. Si pudieras volver a un momento específico de tu vida solo para para observarlo y escribir sobre él con el mayor realismo posible, ¿cuál elegirías y por qué?

—Elegiría mis tres años de preuniversitario, sin dudas el momento más oscuro de mi vida. La institución escolar era macabra, basada en relaciones de poder carcelarias entre alumnos y profesores. La comida estaba llena de gorgojos; las paredes del albergue donde dormíamos, llenas de manchas de semen y moho; los baños, rebosando excrementos. La escenografía era digna de cualquier texto de realismo sucio. Las anécdotas de lo que allí ocurría a menudo resultarían increíbles para cualquiera. Quizás por eso me siento identificado con expresar la realidad de manera descarnada: porque lo vivido allí en una edad tan frágil me mostró cuánta inhumanidad puede existir y, paradójicamente, cómo puede encontrarse belleza incluso en un sitio tan sucio, literal y metafóricamente. 


Tres relatos breves de Roberto Garcés Marrero.


Bajo el signo de Piscis

Este no es un pisciano común. Sus peces no giran alrededor del mismo centro en una perfecta sincronización: uno persigue al otro para devorarlo. Algunas dentelladas ya han alcanzado su meta. Hay aletas raídas, heridas, escamas arrancadas…

¿Dónde ocurre este combate: dentro de su cuerpo o en un plano astral? No sabemos. Pero estamos ciertos de que sucede. Miren detrás de sus ojos (primera nota: no es necesario arrancárselos). Incluso es posible escuchar sus quejidos. 

La gran pregunta salta como un conejo ante nuestras narices: ¿qué pez ganará? 

Segunda nota: No hagan apuestas. Es inútil. Cualquiera que sea el ganador no sobrevivirá. Su destino es ese: cuando la lucha acabe se disolverá en una paz inesperada. Si necesitan más información consulten su carta astral.


Rol equivocado

Superó con creces a Tristán Tzara. En lugar de recortar palabras del periódico y pegarlas sin orden hizo una verdadera colección de imágenes e ideas que combinaba según el criterio estético al uso. Generalmente este collage no era comprendido, pero tenía una hechura tan… (inserte adjetivo de su preferencia) que se creía novedoso, esotérico, avant gardé… Y nadie podía permitirse el lujo de declararse fuera de lo más vanguardista rechazándolo. No se percataron de que estaba ejerciendo como oficio el arte equivocado: en realidad era una secuela anacrónica de Andy Wahrol, pero se conocía tan poco a sí mismo que se consideró escritor.

Y fue premiado y premiado y premiado, etc…


 Monismo 

— Siempre tienes miedo. ¿No te aburres de eso? —me dijo con un gesto de tedio, mientras movía sensualmente su cola de punta lanceolada. Se rascó un cuerno y agregó: — ¿Tu vida es para que la vivas o para que la temas?

Hablé vagamente de límites, de principios, de reglas, de moral, de imperativos categóricos y decálogos. Me cortó con impaciencia:

—Bla, bla, bla. Ya he escuchado eso muchas veces y mejor dicho. No te esfuerces conmigo. Es a tu cuerpo a quien tienes que convencer…

Ante mi silencio de desamparo rió. Al son de sus carcajadas su rostro fue reajustándose. Quedé atónito: la faz del gran tentador se había trocado en la del Innombrable, supremo, omnisciente y todopoderoso. Mi asombro me dolía. Mi miró burlón y dijo, mientras se alejaba:

—¿Cuándo tus prejuicios te dejarán entender que todo es lo mismo? 


📚 Lee otros textos de Roberto Garcés Marrero (en Herederos del Kaos). 



Roberto Garcés Marrero (San Juan de los Remedios, Cuba, 1984). Antropólogo, filósofo. Participa en el proyecto internacional Letras y Poesía. Escritos suyos han aparecido en revistas literarias como Primera Página, Nagari Magazine, El Narratorio, El coloquio de los perros, Herederos del Kaos, Incoherencias, Freibrújula, Letralia y en blogs como El Claroscuro (Colombia). Actualmente reside en la Ciudad de México. 

lordruthven33@gmail.com 

FB - IG: @rmarr97 


Entrevista por Juan Carlos Vasquez, autor de "Wards Island: El lado oculto de Nueva York" y "Crónicas por Barcelona", Araña Editorial, Valencia-España. Sitio Web.



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