Discusión sobre el pecado (fragmento)
" Por mi parte soy totalmente ajeno a eso. Me asombra percibir, tanto en lo que dice usted como en lo que señala Burgelin -y es principalmente por esto que quise hacer esta reunión-, que en las diferentes experiencias de la vida mística, las mismas dificultades que subrayé bajo su forma más exagerada aparezcan hoy. Estas dificultades fundamentales las ha puesto usted en evidencia sin que yo lo hubiera deseado, al decir -y Massignon lo retomó después por usted- que en efecto no podemos buscar el éxtasis. Hay allí un principio que domina la situación. sin embargo, aunque del lado de Burgelin, quiero decir, del lado protestante, no creo que la cosa se transgreda, no es así en el mundo católico, por ejemplo, ni sin duda en los otros mundos donde la experiencia mística ha sido conocida, a partir del hecho de que existe la experiencia mística. Esta experiencia existe aunque de antemano debamos hacer esta reserva fundamental: existe bajo forma de proyecto, e incluso bajo forma de manual. En todas partes existen tratados de ocasión. Por todas partes existen libros que tienen el objetivo de comunicar la experiencia, y facilitar así la vía hacia ella. "
Historia del ojo (fragmento)
" Cosa curiosa; ese incidente me devolvió el valor. Alguien iba a venir, era inevitable; pero no pensé ni un instante en huir o en acallar el escándalo. Al contrario, con resolución abrí la puerta. ¡Oh, espectáculo y gozo inusitados! ¡Es fácil imaginar las exclamaciones de horror, los gritos desesperados, las amenazas desproporcionadas de los padres al entrar en la habitación! Con gritos incendiarios e imprecaciones espasmódicas mencionaron la cárcel, el cadalso y los tribunales; nuestros propios camaradas se habían puesto a gritar y a sollozar hasta producir un ruido delirante de gritos y lágrimas: se diría que los habían incendiado y que eran antorchas vivas. Simona gozaba conmigo.
Y sin embargo, ¡qué atrocidad! Nada podía dar fin al delirio tragicómico de esos dementes; Marcela, que seguía desnuda, expresaba, a medida que gesticulaba, y entre gritos de dolor, un sufrimiento moral y un terror imposible de soportar; vimos cómo mordía a su madre en el rostro y se movía entre los brazos que intentaban dominarla en vano.
En efecto, la irrupción de los padres había acabado de destruir lo que le quedaba de razón; para terminar se llamó a la policía y todos los vecinos fueron testigos del inaudito escándalo. "
Madame Edwarda (fragmento)
" En medio de un enjambre de muchachas, desnuda Madame Edwarda sacaba la lengua. Ella era, para mi gusto, encantadora. La elegí: ella se sentó cerca de mí. Apenas tuve tiempo de responder al mozo: tomé a Edwarda que se abandonó: nuestras bocas se juntaron en un beso enfermo. La sala estaba abarrotada de hombres y de mujeres y tal fue el desierto donde el juego se prolongó. Un instante su mano se deslizó, y yo me quebré de pronto como un vidrio, y temblé en mis pantalones; sentí a Madame Edwarda, de quien mis manos contenían las nalgas, ella misma al mismo tiempo desgarrada; y en sus ojos más grandes, dados vueltas, el terror, en su garganta un largo estrangulamiento. Me acordé que había deseado ser infame o, más bien, que hubiera sido necesario, de toda fuerza, que eso ocurriera. Adivinaba risas a través del tumulto de las voces, las luces, el humo. Pero nada contaba ya. Apreté a Edwarda en mis brazos, ella me sonrió: enseguida, transido, volví a sentir en mí un nuevo choque, una suerte de silencio cayó sobre mí de lo alto y me heló. Era elevado en un vuelo de ángeles, que no tenían cuerpos ni cabezas, hechos de deslizamientos de alas, pero era simple: me volví desgraciado y me sentí abandonado como lo estás en presencia de Dios. Era peor y más loco que la embriaguez. Y ante todo sentí una tristeza ante la idea de que esta grandeza, que caía sobre mí, me robaba los placeres que yo contaba con Edwarda. Me encontré absurdo: Edwarda y yo habíamos cambiado dos palabras. Experimenté un instante de gran malestar. No hubiera podido decir nada de mi estado: ¡en el tumulto y las luces, la noche caía sobre mí! Quise atropellar la mesa, tirarlo todo: la mesa estaba empotrada, fijada en el suelo. Un hombre no pudo soportar nada más cómico. Todo había desaparecido, la sala y Madame Edwarda. Sólo la noche...
(...)
La segundona tomó mi dinero, me levanté y seguí a Madame Edwarda cuya desnudez tranquila atravesó la sala. Pero el simple pasaje de en medio de las mesas abarrotadas de muchachas y clientes, ese rito grosero de la “dama que sube”, seguida por el hombre que le hará el amor, no fue en ese momento para mi más que una alucinante solemnidad: los talones de Madame Edwarda sobre el suelo embaldosado, el contoneo de ese largo cuerpo obsceno, el acre olor de mujer que goza, humeando para mí, de ese cuerpo blanco... madame Edwarda iba delante de mí... en nubes. La indiferencia tumultuosa de la sala a su felicidad, a la gravedad mesurada de sus pasos, era consagración real y fiesta florida: la muerte misma era de la fiesta, en eso de que la desnudez del burdel llama al cuchillo del carnicero. "
El catecismo de Dianus (fragmento)
" Debes saber en primer lugar que cada cosa que tiene un rostro manifiesto posee también uno oculto. Tu rostro es noble: tiene la verdad de los ojos con los que captas el mundo. Pero tus partes peludas, bajo el vestido, no tienen menos verdad que tu boca. Esas partes, secretamente, se abren a la basura. Sin ellas, sin la vergüenza aneja a su empleo, la verdad que ordenan tus ojos sería avara. "
(Francia, 1897-1962)
Escritor y ensayista francés, nacido en Billom, Puy-de-Dôme. Estudia en la Ecole des Chartes, de París, donde se gradúa en 1922, y en la Escuela Superior de Estudios Hispánicos, de Madrid, a donde acude en 1923, le sirven para ganarse la vida como numismático en la Biblioteca Nacional de París, donde ingresa en 1924. Su contacto con la filosofía viene de las lecturas de Nietzsche, realizadas en 1923, y de Hegel en 1929. Su obra, preferentemente literaria - ensayos, suele decirse, que parecen novelas y que no llegan a serlo- entra en el terreno de la filosofía, en el ámbito propio de la corriente posestructuralista francesa, cuyo exponente principal es Derrida, y cuya preocupación central es investigar por qué se vincula la racionalidad con la palabra escrita, y poner en evidencia el trasfondo de irracionalidad que hay en esta creencia y la crítica total al concepto de sujeto. Su obra filosóficamente más importante la forman La experiencia interior (1943), El culpable (1944) y Sobre Nietzsche (1945), libros escritos durante la ocupación alemana, Suma ateológica I (1954), y Suma ateológica II (1961). Son particularmente interesantes sus escritos sobre estética y sobre erotismo. Fundó las revistas Documents (1929-1930) y Critique (1946) y la sociedad secreta Acéphale (1936-1939).
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