Daniel Alejandro Gomez (Buenos Aires, 1974), escritor, ensayista y dibujante. Libros publicados: Muerte y Vida (Ediciones Mis Escritos, Argentina, 2006), Sobre Tiempo, Amor y otros Poemas (Editorial Bubok, España, 2009), y la novela electrónica Sembrar Palabras (EBF Press, España, 2002). Publicó cuentos y poemas y ensayos en medios electrónicos y periódicos y revistas impresas: Revista Lilith, Revista Fábula, Revista Hispanic Culture Review, de George Mason University, Georgia, Revista de pensamiento Cuenta y Razón (España). Como dibujante, expone en varias galerías digitales en varios idiomas. Exposición en Galleria IL Bracolo, Roma, Italia, 2008.
BUSCAR TRABAJOMe dijeron que buscara,por toda la ciudad,algún sueldo, alguna mano,algún abrazo,algún empleo.En la tele dicenque lo peor ya pasó.Siempre lo dicen y yo lo creí,cuando en las calles suciashice amigos con las latas vacías,con los suburbios de medianoche,con los antros de prostitución.Me dijeron que buscara,en la España cañí,hasta que el estómago se me cayera,hasta dejarme los dedos de los pies en el barro,hasta que me salieran raícesen los bolsillos del pantalón.Pero no había empleo,y las guitarras desgarradasde los cantantes urbanosme despidieron de mi ignorancia,desde el corazón del mundo,allá donde la telenunca transmite sus discursos.
La luna negraMe senté junto al mar,con mis zapatos destrozados, estranguladospor los días y por las noches sin empleo.Un mendigo llevaba sus barbascomo una bandera al viento.Era más de noche que nunca,y una luna negra alumbrabalos viejos letreros de Se Alquila.Algunos perros muertos de hambreaullaron sin piedad.Yo me rebusqué los bolsillosy me llené las manos de fríoy de viento. Nada.Con la ropa mugrienta, caminé,caminé, caminé…Como algo exótico, sopló el viento del mar,y la luna negra de Alicante bajó,hasta ser enterradaen el fondo frío de mis bolsillos.
Un recuerdo desde la cárcelUn tejido de lluvia se va aparcandoen mi cerebro, el recuerdo levede las hojas torcidas, de la tierraempapada,de las acequias llenas de cielo.El guardia civil dejó un rastro de gritosotoñales,sus ojos afilados querían tragarme,el verano lo refleja en las nubesy se suben las gaviotas con pies de campanariosen las mañanas ardientes.El guardia civil guardó sus amenazas encerradasen bares y en mi cuarto solitario,tocaba su fusil como la guadaña de su poema,se palpaba todas las armas de los genitales,y preguntó sobre mí,preguntó mucho más sobre mis circunstancias,y dejó en mi alma los barrotes de humo.
Poema de la comida socialFui a buscar comida,las manos llenas de uñas,el temblor de las orejas,el mar con una luna caliente en mis cabellos.Fui a buscar comidaentre dos chicas permisivas,cuando marqué como una gelatinao un temor de guardia civil y policíael número de teléfono,y llegó el ruido de la ambulancia,el perturbado ajetreo de un enfermero.Con una bolsa de comidahundí mis pies en el invierno,entre gente con manos extendidas,y hogueras en la noche.
Crónica de una noche
Toda la ciudad era solitaria,cada uno encerrado en su reja de aire,y yo con una mochila a cuestas,con el frío crudo en mis huesos,cuando la policía de los ojos celestesme miraba, me hablaba,me sonreía:ellos no me querían por no tener dinero.El aire del mar estaba en los ojos celestes,toda la ciudad era fría,llena de comedores, llena de residuossociales,llena de televisoresebrios de bromas que querían distraer.La chica de letra judicial, arremangándose,me dijo que yo tenía un acento ridículo,y me echó con mi sangre a cuestas,con la mochila, a sudarlas calles de la ciudad, a llenarme de piedras los zapatos,a abrigarme los huesos con el ritmo glacialde la luna, a tener toda la nochecon los olores de las frituras del cuartel.Un guardia civil de mirada gatuna me dijo:Felices sueños, y me dijoque me fuera, y así me dejó,encerrado bajo la lunaque rodaba como un fantasmasobre los toros verde oliva.
Censurando los basuralesEl cuartel se alza lleno de camisas verdes,ahí están con sus ojos de tigrey las pistolas censurando estómagos.Ahí están los basurales haciendo sociales,ahí están las genealogías de los juzgados,quién tu padre, quién tu madre,quiénes tus ancestros, limpiezade venas y cadenas,en las tierrasde los toros y el flamenco.El cuartel, con sus fusiles de clavelescon color de sangre,el cuartelcon la luna fría como corona,y el guardia de los ojos de tigrecon una pistola censurando los basuralesllenos de gente.
En las tierras del norteEn las tierras del norte de España,entre fábricas de tiempos idos,y viejos edificios con largas mesasde comidas no sé si caritativas,preguntaron por la noche de mis tiempos,preguntaron de qué lugar soypara saber cómo tratarme.En las tierras del norte, verdes,sangrías, toros y aceitunas.Preguntaron de qué nombre,de qué idioma, de qué etnia,los inquisidores inquirieron,y quisieron limpiar muchas cosas.Justo cuando las calles se llenaronde cuerpos desnudos o delgados,y los platos de restos de sombras.
Una cárcel extrañaUn hombre con un largo índicedetrás de un escritorio, detrás de unos libros,indagó en mi piel.En las tierras verdeshay muchos como él,dicen que por allá existen lugares de encierro,que las cárceles que juzgan a tantos mapasse pintan con aerosol.El hombre del índice largo llamó al guardia civil,y así esposaron mi piel y surgió una ambulanciade sangre;sonaron las sirenas en toda la ciudad,lloraron las olas del mar, la lunase colgó como una farola.Todos los días el camarerome sirve un café de granadas,hace calor entre las palmeras del sur,y la cárcel es grandecomo las tierras de los toros verdes.Son cosas que se dicen, me dicen.Siempre los cobardes dicen cosas que se dicen.Todo va de cariño, incluso los salarios de monedas,los salarios sudamericanos.En las tierras verdes, hoy,hasta la luna fría parece más delgada.
La chica de los servicios socialesLa chica de los servicios socialesme dijo que nada, nada, nada,no había nada.Buscó entre las leyes y tratados,buscó consejo entre las cachiporrasque con ojos celestes hacían guardia en la puerta,y me dijo que no había nada,que nunca habría nada para míexcepto la luna como una moneda de plata.Monedas, todo lo que yo tenía.La invité a tomar un café,tenía para un café,y ella dijo que tal vez.Y luego, en las tierras del surde España, se hizo la noche:noche cargada de pintadasy desempleados de largas barbas,sucios o sin poder lavarse.La chica de los servicios socialesno vino a mi café, y nada, no habíanada entre ella y yo,todo nos separabay su voz en verdad era fríacomo las colas de los desempleadosen los servicios sociales.
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