Ladraba como loca, y la baba se le escurría por las comisuras de la boca como si fuera una cascada asquerosa y apestosa… Aprecié que la pared empezaba a agrietarse, y que la alcayata a la que estaba amarrada la correa temblaba, con brusquedad…
Las piernas me comenzaron a temblar cuando vi que los ojos de la dálmata se pusieron rojos, y que después llamearon… También, de pronto, noté que sus colmillos se pusieron amarillos, que sus uñas se volvieron negras,