Libertad Sublime: Vanessa Sosa - Embalsamaron tu anatomía de bestia.

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El futuro en mis pesadillas más excelsas, reposa en el tiempo. Avanza la majestad nocturna hacia adelante y hacia atrás, burla el arriba y el abajo, ese, detenido aún en este cosmos, la justicia para ti. 
En este sarcófago de retazos de piedras preciosas en el que me encuentro. Me encuentro en un universo de almas inconscientes, de formas triangulares e inconexas, pedazos de tesoros que amargaron al más allá con su existencia. En esos espacios de lienzos y humos de acuarelas, llantos de recién nacidos y crías de amaestrados animales, persiste la libertad sublime este circo de llamas de nostalgia; esa en la que me invocaste.

Entre oraciones de verdores, acérrimas ruinas de tus cálices, vislumbro el futuro en mis pesadillas: esos santos sueños de breas desnudadas, esas promesas aparecidas en la desgraciada guerra en la que te perdí. Son mi boleto al paraíso.         
Te pienso, en este eterno reposo. Contemplo a tu rostro en mis memorias, memorias que no apagan a la corteza de tus peceras rebosantes de un sentir que es todo un pecado original.

Tu crucifixión se convirtió en la ruina de mis ruinas. Diste tu vida por amor. Las estrellas lloran tu ausencia; me he esfumado. Sueño las verdades que sostienen a todo tu epónimo perdido. Te sueño, artista de secretos aromas, la tinta breve de tus garras, tus uñas de transparentes cristales, forjados en las pupilas de los caídos. Cesa el canto rodado. La libertad en las alturas.

La guerra te arrancó de mi coseno, te impulsó a reencarnar en el limbo de mis rezos. Desconozco que pueda contarte si estoy dormido, y no soy capaz de alcanzarte. 

Tu pasado reside entre mis mentes de acuarelas, en los cuellos degollados de mis enemigos. Esos que captan los claroscuros del más allá: el presente y paraíso de mis carruseles; que nublan las antenas de las orugas de tus sirvientes.

Los que embalsamaron tu anatomía de bestia.

Emperador de arañas rosadas, emperatriz turquesa de mantis religiosas, entrenadas para guerrear en tu ausencia, sesgan el pasto del pueblo de antiguas magias, tan arcanas como el origen de tus tiranos ancestros. Me revelan sus orígenes. Ellos timadores, ellos traicioneros, a diferencia de ti.

No detienes las huellas de tus pies, sincronizan con los sabores al picante que invoca la muerte en el templo sacrosanto, en el que los gigantes de acero descubrieron como arribar a tus fantasías desde el mástil de la realidad. Tus mantos son escudos para mis sueños.

Carne de mi carne, ruega por nosotros.

Postre de mis entrañas, te rezo.          

Ante ti.

Carmelo.

Carmelo.

Camelia.

Cabeza.

Coronas.

Descubrimientos. 

Dibujos rupestres.

En el revés de mi revés.

Marcho hacia las cadenas de tus fértiles caderas. Me postro ante tu presencia.

En este sarcófago, te sueño, entre lenguas antiguas, devoradas por el tiempo, el b del barro del suelo que se forma al caer la lluvia; el c de las casas heridas que las muñecas de mi padre creador al aplaudir. Una vez, por vez al artista de concéntricos perfectos, ciruelos a su vez llamados por un dios imaginario.

Así te soñé.

Eras mío.

El final.

Es.

Inminente.

Inclusive más lento.

Te sueño.

Tu compañía.

mi consorte.

Te sueño

Surfista del mar de hierba.

Espejo.

censurados sueños.

Consensuados.

Eres la hiedra venenosa, eras la hidra de la aurora. Soy una esmeralda amaestrada por el ocio de tus fantasías a tórridas revelaciones, ingratas dulzura; como fuero internos, escritos por ti. 

Amigo imaginario.

Sé feliz.

Amigo imaginario.

Ruego y rezo.  

Por tu libertad.

Sublime.

Lamento.

Absorbo el matiz de limas y naranjas en este día, esta tarde, esta noche. Ese árbol, que respira mis cadentes maravillas. Me revela a tu anatomía aparecida.

Cobijado por solariegos riesgos de encontrarte en mis memorias, el amarillo que atardeció y anocheció vislumbra como tu cabeza rueda por los suelos y empapa con tu bruna sangre los dedos de tus ausentes dedos. Plagas de agujas, enfermedades, que para tu suerte, acudieron a tu auxilio. 

El Sol.fue mi aliado.
Las estrellas.mi fuente.
La Luna mi amante.
Perpetúa adoración.

Te recuerdo.
Te veo. Te veo. Te veo.
Huevo.
adornado.
Con ónix dormido.
Mis adiamantados. Huesos.
Océano de arena.

Te pienso. Te pienso. Te pienso.
 
Derramé tus entrañas en el lecho nupcial, ese en el que me tomabas como tu esposo, tu esclavo, tu siervo. Fui tan sólo una presa para ti. En el tanteo de estas tentaciones, que vistieron a las aterciopeladas cortinas, tus recuerdos, llaman insistente a mi nombre verdadero.

¿Por qué debí velar por tu integridad? 
¿Por qué he de cargar con esta culpa?
Tanteo la madera del sillón.
Contemplo a la ventana.

No sé. No sé. No sé. 
Mi cordura.
Desconozco si la perderé. 
Un extravío.
De mi cordura.
Rescato con ella.

Mi Paz.

Y en un sólo pero, en una sola triada de luminosidad, acuosos ritos, es tu boca de maduros frutos, los que, entre tu justicia y la mía, los que en la existencia de mi segunda vida, en la corte de los sueños, nocturna calma para siempre, atada a mí, son los que hacen las preguntas.

En.mi.mente.
Respondo.
En tu mente.
Existo.

Soy la libertad.
Sublime.
Me convierto.
En.
Crepúsculo.
Luna Nueva.
Eclipse.
Amanecer de Medianoche.
La elipsis.
Y.en.mi.sárcofago.pienso.
Reconozco.
Que te extraño. 

Envía el mensaje a una de sus amantes, distantes en gracia y ausencia de sus vástagos. Susurradores de secretos. Aves, amaestradas y conmovidas por su encanto, trinan con arrullos siderales. Llegaría su destinatario. Él aguarda respuestas, sus dedos, manchados de tinta se enlazan en un rezo, y ora, conforme el alba le sonríe. Está convencido que, de algún modo perderá la cordura. Pero el alba se abría para él, coronada con una guirnalda de estrellas.

Oh, su mensaje. Quiera Él que el mensaje arribe a la dueña de sus suspiros. Carne de su carne en vida. Su eje y reina de las camelias. Ella, a la que le comunica en secretos, lo que ocurre desde que entregaste tu noble semilla a una dama, antes de ser arrojado al jardín sagrado de la inmortalidad: 

《 Retardo el tiempo, y te veo ante mis pies, con esa cabeza decapitada, mis abismos. Contemplo el abismo de la noche, nocturna secta de mi carne, y, peco en tu nombre. Rezo al alba por tu seguridad, esa que ahora arropa mis ruegos para morir otra vez. 

Dime, Aminta, la seda del vestido que viste tu humanidad, sonríe a los recuerdos manchados de sangre y oro que riega esta corona de ambición. Confío en tus juicios. Tus níveos espejismos.

Me rogaste que no te dejara marchar, pero, para esta suerte que nos insta al pecado, a la burla de la muerte, me enfrento a esta encrucijada. ¿Qué queda para ti en esta revolución? ¿Juzgas sus decisiones? ¿Denotas los matices del alma perdida de los extraviados? 

Quiera el magnánimo en las alturas, que encuentres el reposo. Escribo, te someto a mi heraldo y decoro. Vislumbro tu rostro de azucenas y te rezo como a Él. Rezo por ti. Bríndame más palabras dulces. Como tú lo eres, niña mujer, mujer niña.  

Te pertenezco, no me olvides. Resguarda los secretos que tejo en mi casa. Amada mía, quiera Él que todo culmine y que los desgraciados encuentren el descanso eterno. Otro acudió a mí. Está clavado a mi pared, como una mariposa a la que le he arrancado sus alas. Lo mantengo orientado hacia mis ojos. Grita y canta como esta ave que llegará a tu palacio, tierna como la más etérea de tus musas.

Salvo por todo, estoy cansado, y los recuerdos que tengo de ti son mi único tormento. Soy tuyo en cuerpo, perpetua virgen de vírgenes. La próxima vez que te encuentre, haremos el nombre del Amor. 》

La melancolía le acompaña cada vez que expone sus rezos al Sol y a su amada Aminta, ella tan pura, delicada amante, reserva su tiempo para contemplar lo indetenible: El Tiempo, claroscuro y ruin, déspota y al mismo tiempo repleto de maravillas.

¿Quién era el tiempo para reclamarle otro amor, el fuego fatuo de un corazón que latía con firme justicia? Claudio reflexiona. Ora en silencio, pero y en un sólo pero, no transcurre nada más.

El pájaro no retorna al pozo de su melancolía, tan bruno y repleto de ceras de calvarios. Tan acérrimo como atan a la locura de sus prudencias. Acaricia las cortinas, repasa las ventanas de su morada, hacia las a afueras con aparente descuido. El ave no retorna.

¿Qué será de Aminta? La joven con aroma a vieja que puebla sus noches con caricias tenues, la senil doncella a la que besa, con el candor de las rosas pronto morirá. Claudio acude a los mensajes jamás interceptados; aunque una noche describe en código sus encuentros. 

No dialoga lo prudente. Ejecuta bordados con la huella de sus dedos, se desplaza con su cojera en el salón conforme escucha los cimientos de una corte que no es corte. Luminaria de medias noches, el hilo de brea que derrama de su ojo derecho. 

Su estómago ruge. Tiene hambre. No ha devorado la sangre de la efímera Aminta quién se vende por pocas gotas. Los susurros veneran con insistencia su soledad. Arropan su cuerpo postrado en su lecho, y él, retoca con sus uñas los tapices de azulejos, carruseles y unicornios que pintó para ella siendo niña.

Claudio escribe, distraído. El ave retorna sin previo aviso, ningún mensaje acude a sus ruegos, salvo los susurros. Sostiene la mirada de vidrio esmeralda sobre el arlequín que le sonríe. Devoto. Es un ánima encarnada. Saliente de corruptos besos a sus labios.

Prudente, envía tres mensajes a su consorte de raíces maduras, mesuradas en su trato de acuarelas. Escribe, escribe y escribe, a Aminta, su encuentro con tal tristeza que hasta la madre luna lloraría lágrimas de sangre, venidera desde la venganza y ausencia del amor. Sostiene el rosario entre sus manos al rezar; sus rezos, en el puente bajo esos suspiros que pecan de salvación; ruegan por una oportunidad para morir.

Sus vástagos escucharían su llanto. Sangre de su sangre. Espejo de su vida, cielo de sus carentes mañanas, equilibrarían a su jardín de sangre encarnado. Firmamento de su ser, el benevolente paraíso que espera por un héroe.

"Quiera Él que mis plegarias sean escuchadas. No puedo más, Aminta, condéname menos a tu ausencia. Eres lo que me queda. Temo hallarme solo, tus vástagos son mi más ruinal condena. 

Te amo. Te amo. Te amo. No me olvides, pecadora. Ven en mi auxilio. Ven, únete a mí. Colma con tus besos mis mejillas, riega el néctar de mi voz. Encuéntrame, mi morada, mi lecho son tuyos, así como mi alma sentenciada".

Parla ante el crucifijo, arrodillado, como si esperara la ostia de la hechizante mano de un amado por Dios. Claudio, siempre compasivo y benevolente, da una revelación de su imagen durante un instante de destellos. La mariposa a la que le arrancó las alas, clavada a la pared con su espada. Claudio, hermoso Claudio, una nueva historia se ha escrito para ti, no la rechaces.

Amor por amor.  
Honor por Honor.  
No temas. 
Mi hermoso Claudio. 

Sé feliz con ese sueño de tus sueños. El todo y la nada es un sueño. Sueño en el que sigues siendo un hijo de la oscuridad. Un sueño, un sueño, un sueño en el que oras por amor. No persiste el anhelo de extraviarte en la locura de tu locura. Y, aunque aguardas por ella, otro, como una sorpresa que cae del firmamento, transformará a tu soledad, la tristeza que te carcome en maravillas.  

Amor por amor.  
Honor por Honor.  
No temas. 
Mi hermoso Claudio. 






Vanessa Sosa, nacida en Mérida, Venezuela en 1986, es una Historiadora del Arte egresada de la Universidad de Los Andes en 2018. Actualmente, desempeña el cargo de Bibliotecaria en una institución. Comenzó su incursión en la escritura en 2018 con microcuentos y microrrelatos, que posteriormente convirtió en relatos más extensos. Se ha especializado en el género fantástico.
Su trabajo literario ha sido publicado en diversas plataformas y revistas, incluyendo "Diversidad Literaria" en 2018, "Maremágnum de Letras" en 2021, la revista literaria "Brújula" N°1 en 2022, y la antología de relatos "Aconteceres" en 2022. Además, ha contribuido con sus escritos en las ediciones de 2023 de las revistas literarias "La Madriguera" y "Lectambulos". Recientemente, en agosto de 2023, sus obras han sido destacadas en la plataforma literaria "Rincón Poético" y en "Historias Ocultas".
 


Imagen de portada: Foto de Kelcey Shotit - Pexel (public domain). 

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