«Casa tomada, por Alex Armega»: entre la reseña y la reflexión

A mediados de 1940, Jorge Luis Borges se desempeñaba como secretario de redacción de una revista literaria, más o menos secreta, dice Borges. Recuerda que una tarde, un muchacho muy alto le acercó un manuscrito para su consideración. Le dijo que dejara pasar unos días, que lo leería y le daría su parecer. A la semana el joven volvió. Borges le manifestó que su cuento le había gustado, que ya había sido entregado a la imprenta. Julio Cortázar volvió a leer «Casa tomada», con dos ilustraciones de Norah Borges, hermana del escritor, en el número 11 de «Los Anales de Buenos Aires», así se llamaba la publicación. Luego, en 1951, «Casa Tomada» fue incluida en «Bestiario», primer libro de relatos que el escritor argentino firmó con su nombre, publicado por Sudamericana.

 En los años sesenta vuelven a verse en París. Cortázar sigue siendo tan alto como siempre, pero ha dejado de ser un aspirante a novelista, acaba de escribir «Rayuela», comienza a ser un escritor reconocido. Agradecido le confiesa que aquella había sido su primera publicación. Borges le dice que le honra haber sido su instrumento. El tema de aquel cuento es la ocupación gradual de una casa por una presencia invisible. Los habitantes de la misma, Irene y su hermano, quienes viven de rentas, sin la necesidad de salir al exterior para ganarse la vida, comienzan a escuchar ruidos inexplicables, puertas que se cierran de golpe; por la noche voces de ultratumba, tal vez psicofonías. Temerosos van reduciendo los espacios vitales de su hogar, retrocediendo, hasta quedar encerrados en un último cuarto donde se respira un aire opresivo que se parece a la náusea sartreana. Finalmente, aquella presencia fantasma termina por expulsarlos de la vivienda donde transcurrió su infancia. Salen a la calle y arrojan las llaves de entrada en una alcantarilla.

Los detractores de Borges, los mismos que lo calificaron de escritor anglófilo, lo destituyeron como bibliotecario y lo nombraron, burlonamente, «Inspector de gallinas», dijeron que Borges, a quien su fama de anti peronista acompañó toda su vida, publicó el cuento de Cortázar porque aquella presencia invisible era una metáfora de la vuelta del peronismo. Efectivamente, en 1946, después de una histórica revuelta popular que lo libera de la cárcel, a donde lo habían enviado militares golpistas en contubernio con el embajador americano, Juan Domingo Perón se presenta a las elecciones como candidato a presidente y las gana. En 1955, un golpe militar, denominado Revolución Libertadora o «Fusiladora», donde hubo un bombardeo donde murieron civiles, derrocó al gobierno peronista. Jorge Luis Borges fue reivindicado por las autoridades de esta dictadura cívico militar, que usurpó el poder en Argentina hasta el año 1958, designándolo director de la Biblioteca Nacional, cargo que el celebre escritor ejerció hasta 1973. A las puertas del moderno edificio ubicado en el coqueto barrio de «La Recoleta», se erige hoy un monumento, una estatua a cuerpo entero, que poco se parece a Borges, en homenaje a su legado y a su labor.

Julio Cortázar, a quien la dictadura militar, encabezada por el sibilino General Videla, persiguió y prohibió la lectura de sus libros en todo el país, obligándolo al exilio, siempre dijo que se trataba de un relato fantástico, que bien podía representar sus miedos y aversiones, pero que precisamente su acierto era el de haber dejado en manos de los lectores la interpretación de aquella inquietante presencia invisible, de aquel misterio. En efecto, existen tantas interpretaciones como lectores han leído el cuento, miles de millones. Entre muchas otras, una lectura psicológica, que subraya la analogía del relato de Cortázar con «La caída de la casa Usher», de Edgar Allan Poe, sostiene que aquella vieja y espaciosa casa donde vive el «matrimonio de hermanos» , sería una metáfora del útero materno, que el fantasma que ronda es el de una relación incestuosa, por ambos reprimida, y que en complicidad inventan y dan vida a esta presencia amenazadora como una excusa para no consumarla. Considero a esta interpretación demasiado rebuscada, para gustos los colores. En mi humilde opinión, teniendo en cuenta el conjunto de toda su obra, con aquella prosa fluida y persuasiva, en «Casa tomada» Cortázar nos advierte del fascismo; venga de donde venga, a lo que puede reducirnos si lo dejamos entrar sin oponer resistencia.


Alex Armega, originario de Bahía Blanca, Argentina, nacido en el año 1963. Posee un título universitario en Psicología. Ha dado a conocer al público varias de sus obras literarias, entre ellas: "La mansión de los altos estudios", "Entre la lluvia y el fuego", "El diablo en Marsella" y "Tres relatos y medio", las cuales fueron publicadas por la editorial Blurb Inc.

📚 Lee otro texto de este autor (en Herederos del Kaos): La otra noche de los sueños 

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