Entrevista a Fiona Sze-Lorrain – Cobertura Silvana Riggio

Entrevista a Fiona Sze-Lorrain – Cobertura Silvana Riggio

“La poesía es una forma de resistir la manera en la que se dicta el tiempo”

Fiona Sze-Lorrain, poeta francesa nacida en Singapur, seleccionada por el comité de selección de la Residencia de escritores MALBA formó parte de la residencia que se llevó ancabo en la Ciudad de Buenos Aires durante las últimas semanas. Participó de charlas, lecturas y habló con nosotros sobre el oficio del escritor, su rol como lectora y su desempeño en otros campos artísticos: la traducción, la edición y la música. La autora llega a la ciudad con un conocimiento profundo de la obra de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Alejandra Pizarnik. En esta entrevista hace un recorrido por su obra, desde su colaboración con el premio Nobel chino Gao Xingjian hasta las traducciones recientes de su obra al español, en el marco del Laboratorio de traducción de Poesía (Instituto Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández). A quienes le agradecemos la generosidad de permitirnos incluir dos de los poemas trabajados.

Fotografía: Silvana González Riggio


—Mercedes Roch: Ahora que conociste Buenos Aires, ¿se corresponde lo que viste con lo que imaginabas de la ciudad a partir de leer a Alejandra Pizarnik y a Silvina Ocampo?
—Esta pregunta está vinculada con cómo las representaciones literarias dialogan con lo contemporáneo y con las realidades históricas. El Buenos Aires de Borges se acerca más a lo que me había imaginado. Aunque es evidente que el Buenos Aires sobre el que Borges escribió, ya no existe. Las calles de los poemas han cambiado sus nombres. Creo que la forma en que él sintió la ciudad es muy distinta a nuestra sensibilidad actual. Pienso que su Buenos Aires es más lento que el nuestro en términos de tiempo y espacio. El olor, lo que ellos olieron de Buenos Aires es definitivamente diferente. Incluso lo que ellos oyeron de Buenos Aires es muy distinto a lo que oímos nosotros acá. En esa época no había tantos autos. No escucho tantas voces humanas como autos. Entonces, si no podés escuchar voces de personas, escuchás menos poesía, escuchás menos humanidad, escuchás más máquinas. Eso me afecta.
En la poesía de Ocampo, en los libros que me marcaron, lo que más me atrajo fueron los árboles de Buenos Aires. Eso, aunque el entorno haya cambiado, sí lo vi en el Buenos Aires que conocí durante estas cinco semanas. Hay una variedad botánica muy diversa. No creo que la gente se percate. Los árboles son invisibles para ellos. Pero los árboles son, para mí, que camino por toda la ciudad, muy fascinantes acá. Hay muchas especies exóticas y esa variedad fue exactamente lo que Ocampo mencionó, aunque creo que la mayoría de lo que ella escribió estuvo inspirado en el Jardín Botánico.
Respecto a Pizarnik, Buenos Aires siempre existió en oposición a otra cosa. Siempre tuvo cierta clase de polaridad. Yo siento menos eso acá, en el sentido de que ya hay tensión en la vida cotidiana para la mayoría, quizás. No creo que sea necesaria esa polaridad. Inclusive, a pesar de las dificultades, Buenos Aires es muy moderno. De algún modo, está tan globalizado que no lo imaginaba así. Pero no es sorprendente, creo que está pasándole a todos los lugares del mundo. No es un problema o fenómeno local. Es así en todos lados, así como París ya no es una ciudad francesa. Es una ciudad internacional.

—Lucas Iranzi: En la charla que diste en el Malba junto a Jorge Monteleone dijiste que no te gustaba visitar Singapur en la actualidad porque es una ciudad muy rápida, muy financiera, ¿cómo era esa ciudad para vos cuando eras una niña?
—Dije que no disfrutaba visitar Singapur en la actualidad, eso no significa que no tenga un vínculo afectivo con el lugar en dónde pasé mi niñez. Esto tiene que ver más con mi sensibilidad y mi temperamento que con Singapur (podría decir lo mismo de Nueva York): Es solo que pienso que ya no disfruto las grandes ciudades como antes. Singapur fue una antigua colonia británica que durante los ochenta estaba forjando su identidad. Viví los ochenta y principios de los noventa en Singapur. Y en esa época yo era una niña, así que lo que ví fue muy diferente, había muchos menos rascacielos que ahora. La Singapur que existe ahora y que vi la última vez que la visité, es una ciudad construida, está premeditada. Es una imagen de la imagen. Creo que hay mucho todavía ahí, pero tenés que cavar, cavar y cavar para extraer más allá de las capas de toda la modernidad. Pienso que todas las grandes ciudades tienen este problema: necesitan tener éxito, por lo que tienen que proyectar una idea perfecta de lo que creen que son, como una memoria, consciencia, imaginación colectiva. Todo se resuelve como si se tratara de una agenda. Hasta en el modo en que te dicen cómo caminar por la ciudad está construido. No podés elegir tu propio itinerario fácilmente. En ese sentido, el espacio para la imaginación está muy restringido. Obviamente que hay poesía en la ciudad, pero no estoy segura de que eso es lo que la gente busca en ese tipo de sociedad comercial y financiera. Hacer dinero es muy importante, lo que sea que “hacer dinero” signifique. Así que si elegís un estilo de vida alternativo, en el que no querés consumir eso, no deseás ser exitoso, pero deseás quizás ser significativo, en cuyo caso ser significativo quiere decir que tenés que fallar de algún modo. Podés marginalizarte y marginalizarse puede no ser complicado si tenés la fuerza y el apoyo de la comunidad. Pero no sé, debido al tamaño de la Ciudad Estado, si hay una gran cantidad de comunidades que te apoyen durante toda la vida.
Creo que es fácil para mí, en el escenario en que estoy, conocer gente inteligente. Pero es muy difícil conocer gente libre. Sentí eso cuando estuve en Singapur, que encontrar gente inteligente no era difícil, pero gente que fuera libre…Aunque puede ser un problema asiático, no solo de Singapur. Y resulta que Singapur es como la Suiza de Asia. Todas las cosas buenas que se ven… y lo demás. Singapur ha cambiado mucho con la inmigración. Hay una gran cantidad de chinos de China continental, eso cambia un poco la situación. Tuve menos oportunidades de encontrarme con balineses, indios y la población caucásica, la población europeo-americana que para mí está ahí, lo está por razones muy prácticas: por trabajo. El apego emocional de la gente a los lugares alteró completamente el funcionamiento de la ciudad como espacio creativo. Es muy rápida, muy, muy rápida. Y es difícil criticarlos, así que si no tenés espacio para la crítica…no sé qué pasa con eso. Creo que una crítica extendida sería importante. El gobierno tiene una mano muy pesada, es difícil hablar para disentir. No es que realmente lo necesiten porque, de todos modos, Singapur es un mundo pacífico y un país que funciona bien. Pero si querés hablar de un modo reflexivo tenés que indagar y contemplar muchas cosas.

—M. R. : ¿Por ese motivo decidiste irte de Singapur?
—No, me fui muy temprano para estudiar y las circunstancias hicieron que no volviera más. Y yo también quería escribir, ser poeta y no tener la presión de ser diferente. No sé cómo, no creo que hubiera podido sobrevivir ahí.

—L. I. : ¿Es posible construir remembranzas como las que hacía Proust con su pasado en Singapur?
—Marcel Proust escribió en una sociedad muy difícil también. Cuando se trata de creatividad literaria, por ejemplo, Proust pagaba de su propio bolsillo para que lo que escribía fuera publicado. En cuanto a su forma de vida no fue un conformista. Pero eso fue en el siglo XIX. En mi caso, creo que sería difícil romantizar el pasado. Si lo hago en un poema, probablemente no lo haga en la vida real. Una vez que se hace poema es difícil volver sobre eso. Pusiste todo tu trabajo en el poema. Creo que tengo solo dos poemas sobre Singapur y son recuerdos muy felices. Así que, en ese sentido, siempre me interesó más lo positivo y la parte constructiva porque soy consciente que los modos de ser infeliz, o las situaciones difíciles, o las emociones difíciles, se transforman con el paso del tiempo y se convierten en otra especie de recuerdo. Eso es muy poco fiable. Me aferro a imágenes, objetos que tenía del pasado: Nueva York, Singapur, y los uso como anclas de ciertas situaciones y luego hago un trabajo recordando, sabiendo eso: quizás lo que pienso es una realidad pero en cualquier caso nadie va a saberlo jamás. Así que no pueden ser leídos como trabajos sobre recuerdos, como los de Proust. Pero eso es el arte, no son documentales. Yo creo que en cuanto la verdad emocional está ahí, eso es lo más importante. Digo, lo intento.

Hasta que las corcheas sean plumas de una fuente, Ravel es una bestia que arremete por el cuarto. Cualquier sol sostenido o si bemol es cuatro veces más inestable. Frases deformes; las notas se agitan como peces sin pecera. Los arpegios, dice Martha, tienen que ser agua, tocados a temperatura ambiente y sin aristas. Los staccatos son piedras negras donde hay que meterse. No se puede saltar demasiado; hay que pesar menos que las piedras. Tengo nueve años y aquí, se supone, empieza la sabiduría. Très doux. Très expressif. Très rapide. Busco tres maneras de entrar en una fuente. Encuentro cinco. Imaginate mariposas en una bóveda de luz. Imaginate un cinturón de nubes que te envuelve la cintura. Esas dos son las mejores para mantener el vuelo. Gastar todo el pedal. Traicionar el título. Si solo supiera que las fuentes nunca son iguales.

Traducción: Daniela Bentancur – Laboratorio de traducción de Poesía (Instituto Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández)
—L. I. : ¿Cómo te pensás como escritora y cómo te pensás como lectora?
—Creo que en ambos casos soy una persona difícil, pero soy más difícil como escritora y más generosa como lectora. Desearía que como escritora pudiera ser más ecléctica, como lo soy como lectora… -Fiona se toma un tiempo- Pero eso viene del subconsciente, no podés forzarte a hacer algo que no te sale naturalmente porque terminás haciendo algo que no tiene nada que ver con vos mismo. No leo para saber más sobre mí, leo para saber sobre otras personas. Como lectora soy muy curiosa porque el mundo es muy fascinante cuando las personas pueden capturarlo. Así que soy muy abierta y curiosa. Como escritora, por cada siete palabras que escribo, quito nueve. De algún modo escribo para tener una forma de acceder al auto conocimiento, no hago eso cuando leo. Siento a la lectura más como un regalo, mientras que la escritura es trabajo. Es una mezcla de lo que le das a los demás y lo que querés poner en la escritura, algo que valga la pena porque de otro modo ya muchas personas lo han hecho. Y no creo que la escritura sea terapéutico, no creo en eso, creo que es más complejo. Es una forma de comunicar algo que querés decir. Puede que la gente no lo entienda pero por lo menos ahí están tus intenciones y eso para mí es muy político.



—M. R. : ¿Escribís todos los días como un trabajo o esperás a que te llegué la inspiración?
—La poesía llega desde la suerte y desde la disciplina. Hay que esperar y ser paciente. Podés escribir, pero que los poemas duren y sean poemas realmente o que sean poemas fantasmas, no podés controlarlo. Así que es muy distinto de la ficción. Podés escribir ficción como un trabajo de todos los días y que eso funcione, algo va a suceder. Pero la poesía no funciona así y por eso es difícil. Así que cuando llega, llega. Cuando no llega, podés forzarlo, trabajar pero se vuelve sobre-escrito. No significa que no funcione, funciona pero no es un poema. Podés practicar todos los días para condicionar eso. Creo que eso es posible, podés practicar, leer, crear las condiciones. Es mucha espera.
Creo que a veces un poema viene a vos y tenés que dejar que eso pase. Si seguís yendo al poema, él no va a venir a vos. Creo que en la poesía se puede sentir más eso que en la ficción o en la no ficción. Porque hay una capa exterior, tenés que abandonarte a vos mismo o terminar con él, pero para mí es más abandonarme. Creo que aprendí a dejar que la poesía venga a mí, en vez de ir a ella. Pero por supuesto que algunas veces tenés que ver cómo hacer eso. Es inexplicable.

—M. R. : ¿Qué cosas te inspiran a la hora de escribir? ¿La música?
—No la música porque yo soy música. Son dos aspectos de mi vida, la música no me inspira aunque sí influye en mi poesía. Cosas como Bach, no Beethoven, no Brahms. No puede tener mucho contenido emocional. Creo que la influencia y la inspiración son dos cosas diferentes porque a veces la música influye en lo que escribo y la gente piensa que la música me inspira, pero eso no es verdad, solo influye. Algunas veces es inconsciente.
Me inspiro en imágenes, fotografías, creo que una fotógrafa sabe como hacer que las cosas pasen. La mayor parte de mis amigos son artistas visuales. Me inspira la pintura en general. Las pinturas expresionistas, abstractas y las cosas visuales como el cine. La fotografía es un arte nuevo, es un arte muy vanguardista.

—M. R. : Sos música, escritora, traductora, editora. ¿Cómo decidiste dedicarte profesionalmente a desarrollarte en estas áreas?
—Creo que hacerlo es una cosa y serlo es otra. Puedo escribir, puedo hacerlo, pero no sé qué significa ser poeta. Si tenés dos libros sos poeta (risas). Pero entiendo que la sociedad haga que funcione así. Así que soy cuidadosa con eso.
No creo que esta diversidad profesional sea consciente. Pero no soy la única. Creo que todos hacen muchas cosas. Cuando ustedes lleguen a sus casas van a hacer otra cosa. Creo que estoy más interesada en hacer que las cosas sucedan que en ser algo. De todos modos, son solo identificaciones.

—L. I. : ¿Cómo llegaste a la decisión de publicar?
—Empecé a publicar poemas en revistas en Estados Unidos, principalmente. Y fue un camino largo, fue muy difícil para mí. No tuve mucho éxito al principio. Lo extraño es que cuando un poema es elegido, todos lo leen o dicen que es bueno. Así que no sé realmente. Y después de un tiempo, no quiero mirar al pasado y descubrirlo. Solamente escribo y encuentro un lugar correcto para publicar el poema. Si no funciona, leo o hago otra cosa. Tengo que decir que muchos de mis colegas fueron más competitivos e inteligentes y más estratégicos. Mi escritura es más existencial. Creo que eso es porque no vivo en Estados Unidos. Escribo en inglés, pero vivo en Francia. De ese modo, tengo una distancia, lo veo de lejos. No tengo la ansiedad de que si no publico me muero. Pero el sacrificio obviamente es que está lejos, estás sola. Te sacrificás pero no es realmente un sacrificio. Es una cosa buena, creo, para mí. No creo que tenga el carácter para competir. Obviamente, antes de publicar el poema lo trabajo. Y luego, cuando el poema empieza a tener coherencia por sí mismo, empezás a ver el arco de un libro y podés juntar a los poemas, y así es como suceden las cosas: primero una cosa y después la otra. Mi poesía es menos prescriptiva hasta cierto punto. En general, no le recomiendo a nadie vivir la vida solo a través de lo que se escribe, específicamente a través de la poesía. Pero te diría que sí, desde todo punto de vista, que vayas y lo hagas si realmente necesitás hacerlo.
La poesía es difícil, pero siempre ha sido difícil. No es una sorpresa. Siempre decimos que la poesía es difícil pero por qué debería ser fácil.

—M. R. : ¿Por qué decidiste escribir en inglés?
—No creo tener una lengua materna en el sentido literario más estricto, en cierta medida es muy estereotipado o superficial asumir que por lucir asiática, una deba necesariamente hablar, escribir o pensar en un lenguaje asiático. El inglés tiene una neutralidad para mí. Y es una neutralidad muy bella. No es que sea el pH 7. Es una neutralidad muy costosa.
Creo que tengo una voz interior que se destaca en inglés. No creo que me guste el chino demasiado como para escribirlo. Pero eso no significa que no me guste. Es solo que creo que es difícil para mí, emocionalmente. Y el francés es muy íntimo, muy cercano, es mi lengua de todos los días. Con el inglés me siento satisfecha, pero bueno, de todos modos escribís y te das cuenta que no estás satisfecha de ningún modo.
Traduzco del chino al inglés, del inglés al francés, del francés al inglés, así que no estoy realmente muy alejada de las otras dos lenguas. Solo las vivo diferente. Creo que cuando querés escribir, por alguna razón, las palabras simplemente vienen a vos y vos vas con ellas.

—L. I. -El idioma que se habla en Argentina es el español, ¿cómo pensás al lector, cómo pensás llegar a él?
—Me sorprende que en la Argentina a las personas les intrigue mi transparencia cultural, en ese sentido práctico una flexibilidad mayor en cuanto a las diferencias. Estoy agradecida por lo sensible que han resultado hacia este aspecto y me conmueve la empatía cultural que tienen. Creo que esto les permite acceder de una forma más significativa a mí trabajo. Acá, como en todos lados, no se sabe bien qué hacer conmigo, en Europa me veo asiática pero no tengo acento, en Estados Unidos demasiado europea y en Asia me llaman Banano, amarilla por fuera pero blanca por dentro, que no es algo bueno. Pero… Lo siento (risas).
En mi trabajo traduzco desde diferentes lenguajes y trato de no practicar ninguna forma de hegemonía cultural o lingüística, porque creo que uno construye un hogar de muchas formas diversas. No siempre desde cero. Diferentes lectores tienen diferentes maneras de aproximarse al trabajo. Las imágenes son más bien universales y al menos cuando escribo, trato de ser atemporal.
Acá en Buenos Aires, estoy trabajando con traductoras al español, y como yo también soy una traductora. Creo que aprecio a las traductoras más. Es poesía, no hay mucha gente detrás de esto, y cuando la gente traduce poesía tenés que entender que es muy valiente.

 


¿Te interesa robar
instintos? ¿O explicar
los secretos de un mundo
que gobierna con tiempo y equidistancia?

Capa tras capa, el viento
busca un mensaje,
una voz para el Destino. El sol,
sus mares,
hasta el pájaro que pasa,
imponen ciencia a fuerza de voluntad.

Una existencia
ajena a la estación.

Tanto de lo insondable de una vida.
Un universo esférico con planes para el futuro,
nunca da su última palabra.

No puedo hablar por otros accidentes,
tan solo formas, versos:
pensamientos que se estiran hasta el diálogo
en cartas o en el agua.

No te miento,
son pocas las respuestas
aunque viajes un día
en años luz,
aun cuando la luz se haga infinita
mientras una estrella muere, hay otra
que emerge, con asombro
y sin razón alguna.


Traducción: Eleonora González Capria – Laboratorio de traducción de Poesía (Instituto Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández)
L. I. -Con Mercedes veníamos hablando de la traducción como forma de arte.
Me sorprende el interés que hay en la traducción. En Norteamérica solo el 3% de lo editado, son traducciones. Solo el 3%, de todas las lenguas, el 3%.

Soy pesimista, cuando traduzco no espero que a la gente le importe demasiado. Incluso cuando leen una traducción la gente ni siquiera sabe que es una traducción. Entonces, cuando las traductoras hacen preguntas, son tan inteligentes, que me tengo que esforzar mucho para dar una respuesta satisfactoria.

—L. I. -Trabajás como editora en Vif Éditions, contanos un poco sobre tu rol como editora.
—Trabajo en Vif, que es una pequeña editorial independiente, y además hago edición freelance para publishers. Editar tiene mucho que ver con curar. Lo hago probablemente porque tengo un PhD y para mí es muy cartesiano, tengo una forma muy crítica de aproximarme a un texto. Es un buen ejercicio trabajar el trabajo de otros como editora.

—L. I. -¿Cómo fue tu trabajo en ediciones como la del libro Silhouette/Shadow: The Cinematic Art of Gao Xingjian?
—Siempre hay una negociación, porque no solo está el autor, está también el editor y el publisher. Y hay fechas de entrega. Cuanto más control tenés, menos control tenés. En cualquier caso, nunca fuí la única editora, en estos proyectos siempre co-edité, no lo sentí como un trabajo sino como una curaduría.
Si me hubieran preguntado sobre “cómo vivir de la escritura” no sé si hubiera dado una buena respuesta. No creo que una pueda ganarse la vida siendo escritora, creo que escribir es más bien una forma de vivir.

—L. I. -¿Cómo se vincula tu trabajo en la música con tu trabajo poético?
—Soy muy sensible al sonido, a las voces. Puedo escuchar si el sonido está hecho por el hombre o si es un sonido natural. Escucho mucho a través de las voces, si es una voz falsa o real o si la voz es en realidad una imagen de lo que esa persona quiere proyectarle al resto del mundo. En todo caso el sonido es muy complejo, sonido es lo único que sale de nuestros cuerpos. Si quieren un mal ejemplo, escuchen Fox News.
No creo que escuchemos lo suficiente, creo que hablamos más. Creo que la poesía me obliga a escuchar. Porque tenés que ir muy lentamente y no hay, necesariamente, una historia por contar.
En términos de música, creo que llevo esta filosofía conmigo, toco un instrumento desde que era muy niña. Escucho ese sonido y sé que es Si Bemol – Se escucha un sonido que seguramente es Si Bemol-.
Soy muy terrenal en cierto sentido, no fantaseo con ser una artista, estoy condicionada al entrenamiento. Cuando se trata de escribir, estoy más destilada.

—M. R. -Cuando escribís un poema… ¿Cómo lo escribís?
—Escribo en papel, no uso celular, escribo a mano, estoy usando email, no uso el metro, no conduzco, camino. Estoy restringida. Una vez que lo tipeas, se terminó. Es una ilusión. En una computadora este efecto se acentúa, te da la ilusión de que se terminó. En cambio en el papel hay algo muy concreto. No hay un medio, una computadora es engañosa. Es el motivo por el cual soy más lenta.
El papel es bastante implacable. La computadora es más flexible, porque podés copiar y pegar. Hay poemas que están hechos no para el oído, sino para los ojos – Fiona dibuja en el aire líneas, luego una forma determinada – son conceptuales, solo están hechos para el ojo. Abstractos.

—L. I. -Me queda una inquietud personal, ¿por qué en las entrevistas solés recomendar dos libros de En busca del tiempo perdido: Por el camino de Swann y Albertine desaparecida?
—Recomiendo Du côté de chez Swann (Por el camino de Swann), porque es una forma de empezar con Proust. Con Albertine disparue (Albertine desaparecida), hay una cuestión con el lenguaje, me gusta como suena en mi lengua, también hay razones personales, cosas que pasaban en mi vida mientras lo leía, resuena en mí. Albertine disparue es un libro muy complejo, está mucho menos explicado. Soy una amante de la cultura italiana y siempre me intriga el viaje que hace el protagonista a Venecia, la presencia de Venecia en este libro.
Leo À la recherche du temps perdu (En busca del tiempo perdido) cada verano, por tres meses, y cuando el verano termina, lo dejo donde me quedé. Y cuando empieza el próximo verano, arranco donde lo dejé. Es un pacto con Proust. Es curioso porque vos cambiaste pero el texto no. Entonces seguís el texto como una continuidad, pero en un sentido no continuo. Porque parás y el siguiente verano seguís. Es un ritual, ¿conocen la palabra?
Esto muestra como funciono, no funciono en un tiempo lineal, entonces no es una sorpresa que no tenga celular, que no maneje, que camine. Ustedes fueron amables viniendo acá, pero si es una cita, voy y quizás tengo una hora de ida y una hora y media para volver, porque lo hago caminando.
Hay cosas que pueden tomar una semana o diez años. Creo que hay una flexibilidad. Eso podemos aprender de Proust.
Es como una droga. Es una alteración de la realidad, de la conciencia. Quizás algún día escriba sobre Proust y entonces entiendas. Creo que la gente no lee tanto Proust.

—L. I. -Creo que tiene que ver con el tiempo.
—Todo remite al tiempo.

—M. R. -Todo es más rápido ahora.
—Y dicen que la poesía es difícil. No es porque sea difícil sino porque toma tiempo. Todo se trata de tiempo, no de dificultad. Si el mundo pudiera cambiar la idea que tiene del tiempo, creo que podríamos vivir diferente. La poesía es una forma de resistir la manera en la que se dicta el tiempo. Pero es sólo una forma y me temo que no es suficiente. Si te aproximás a la poesía en busca de soluciones, no vas a encontrar ninguna, solo nos ayuda a vivir mejor.
Políticamente estamos mal y la tecnología tiene demasiado poder. Resulta cómodo y la gente no quiere resignar eso. Yo resigno comodidad, cuando no tomo subte, cuando no uso celular, no tengo lo conveniente. Pero nunca llego tarde.



Fiona Sze-Lorrain es poeta, música, editora y traductora francesa. Estudió su carrera de grado en la Universidad de Columbia, es máster por la Universidad de Nueva York y es Doctora en Lengua Francesa por la Universidad Sorbona de París. Ha publicado los libros de poesía Water the Moon, My Funeral Gondola, Invisible Eye, The Ruined Elegance. Como traductora trabajó los textos de Ghérasim Luca, Mark Strand, Alexey Titarenko y numerosos poetas y escritores chinos contemporáneos, entre otros. Es editora de Vif Éditions y trabajó con el premio Nobel Gao Xingjian sobre el libro de su película Silhouette/Shadow. Como música de harpa zheng ha tocado en Carnegie Hall, Merkin Concert Hall, UNESCO, entre otros. En 2016 fue finalista del Los Angeles Times Book Prize y del  Best Translated Book Award. Fue seleccionada para participar de la Residencia de Escritores Malba por su comité honorario–integrado por John M. Coetzee (Escritor, Premio Nobel de Literatura, Sudáfrica); Luis Chitarroni (Editor y escritor, Argentina); M. Soledad Costantini (Directora, Malba Literatura); Ofelia Grande (Editora Siruela, España) y Luisa Valenzuela (Presidente del Pen Argentina y escritora, Argentina)– entre más de 470 postulantes de 35 países.

Entrevista publicada originalmente en la Revista Colofón.


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