―¡Vamos, Susan, dispara ya! Llevamos aquí una hora y solo pierdes el tiempo…
―¡Cállate, Bob, me pones nerviosa! No tengo la sangre fría como tú; no puedo matar al ciervo… ¡Es una completa injusticia!
―¿Haciéndote la compasiva? Ja, ja, ja, no te creo. Somos primos y muy bien sé cuál es la temperatura de tu sangre…
―¿De qué hablas? ¿Qué sabes de mí? ―dijo Susan mientras se levantaba de la posición en la que