Anais tenía sed. Con la mirada, le indicó a su acompañante que le sirviera algo de agua, como si pretender que él la entendiera no hubiera sido suficiente.
Nogal no se movió de donde estaba. Lo único que hizo fue lamer una de sus patas para luego secársela haciendo presión contra su cabeza. Anais se levantó y volcó en un vaso el contenido de una jarra. El reproche hacia su gato también fue con la mirada.
El felino continuó aseándose.
¿Dónde estaba la Otra? Anais la había perdido un día de otoño mientras corría por una llanura o por el bosque, no lo recordaba.