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-Si no me equivoco, Irene... si no me equivoco, usted me ha pensado. O, para ser más claro, usted me ha tenido presente. O, por lo menos, ha esperado mi regreso. Usted siguió, también, mis indicaciones para hacer más grato este apartamento. Todo aquí está dispuesto de la mejor manera. ¿No es así? La felicito, Irene... Es de lamentar que sea usted la equivocada... No soy el hombre que se imagina, ¿Por quién me ha tomado? ¿Acaso se le extravió este año uno igual o parecido a mí? Vamos, Irene... responda. ¿Qué es lo que usted pretende? Es cierto que deseaba ver la persiana así, ocultándonos; que quería esta