Está cayendo la tarde y esa luz-láser va taladrándolo todo.
Mi asco se lava con gotas de impaciencia que caen y susurran sobre las grietas de la calle que también están al rojo vivo.
Sed. Muero de sed y me clavo de cabeza en la primera puerta abierta que acabará apagando mi incendio.
Entro. Camino a esconderme en un rincón, lejos de todos. Lejos de los ruidos de platos y vasos chocando. Me alejo de todos con los auriculares incrustados a puro tornillo de rock and roll. Dispuesto a sacarle callos al codo, tengo puesta mi corona de