"Kleingeist," un poemario único que surge de la amistad entre dos apasionados de disciplinas aparentemente dispares: Lorena Acosta, doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, y Alexandru Iosif, doctor en Matemáticas por la Universidad Otto von Guericke de Magdeburgo. Lorena y Alex se conocieron en 2011, durante sus primeros años universitarios en la Universidad Complutense de Madrid. Lo que comenzó como una amistad se transformó en una conexión profunda, que perdura hasta hoy.
Los caminos académicos de Lorena y Alex los llevaron en direcciones distintas: Alex continuó su doctorado en Magdeburg y el postdoc en Aachen Alemania, mientras Lorena exploró la filosofía alemana del siglo XIX y XX en Frankfurt. Sin embargo, el destino tenía planes diferentes para Lorena en 2020 cuando la pandemia la obligó a regresar a Madrid.
Fue durante ese período incierto, marcado por el aislamiento y la incertidumbre, que nació esta obra. Para escapar de la realidad y mantener su vínculo, Lorena y Alex comenzaron a intercambiar poemas. Lo que comenzó como un juego pronto reveló un tema recurrente: la frustración ante la promesa del conocimiento y la asfixiante presión que enfrenta un estudiante de doctorado.
La escritura se convirtió en un refugio creativo donde afloraron sentimientos compartidos y las complejidades de la vida académica. Además de abordar el trayecto hacia los desafíos de la vida, los anhelos más encarnados y la preocupante degradación progresiva de la sociedad actual, que parece encaminarse sin freno hacia la autodestrucción. A través de matices filosóficos, citas y un compendio de señales y sentidos que dan forma a una poética punzante y buscan comprender el significado profundo de las experiencias.
Este poemario, escrito a cuatro manos, es mucho más que una crítica a la burocracia académica y la presión social. Es un recordatorio de la importancia de mantener el sentido del humor, incluso en los momentos más oscuros.
El título mismo, que juega con las palabras en alemán "klein" (pequeño) y "Geist" (espíritu), es una sutil crítica a Hegel y su concepto de espíritu absoluto. Esta ironía se refleja en el personaje ficticio y voz poética, Prunius, que simboliza la lucha por preservar la ilusión de aprender en un mundo académico cada vez más carente de sentido.
En esta entrevista, obtendremos detalles más precisos sobre la creación de esta maravillosa obra, cómo la amistad entre ellos influyó en su proceso creativo y cómo abordaron temas tan profundos y reveladores en su poemario.
Entrevista a Lorena Acosta Iglesias y Alexandru Iosif
—¿Qué desafíos específicos enfrentaron al escribir un poemario juntos, considerando las diferencias académicas?
—Lorena Acosta: En primer lugar, Juan Carlos, te agradezco mucho tu interés en hacernos esta entrevista y poder llevar a más lectores nuestro querido Kleingeist. Nos alegra profundamente que hayas disfrutado de su lectura, prueba de ello es esta intensa batería de preguntas tan pertinentes e interesantes. Por mi parte, podría decir que lo que supuso realmente un desafío fue simple y llanamente escribir un poemario juntos, sin influir tanto la disciplina en la que cada uno haya forjado su carácter, también poético. Supuso un desafío en tanto que las voces, que resuenan y se interpelan, pisándose, plisándose, luchando por salir y doblegar un mundo de significantes nuevo, se hacen eco al compartir la experiencia de creación con otra persona que es, a su vez, muchos otros, al igual que uno mismo está siempre dividido por una multiplicidad, muchas veces, inconexa. Sin embargo, si había algo en ese proceso creativo que nos unía más que nada, a mi modo de ver, fue precisamente nuestra formación, respectivamente, en Filosofía y Matemáticas, disciplinas hermanas en el nacimiento de la civilización occidental, algo que queríamos recordar con este ejercicio poético, en contra, precisamente, de la progresiva y aguda división y especialización del conocimiento que da por resultado una comprensión incoherente, muchas veces, incluso inconcebible, del mundo actual en el que vivimos.
—Alexandru Iosif: Me gustaría empezar agradeciéndole por sus palabras sobre el poemario. Si bien es verdad que yo soy hijo de Harmonices mundi y me he venido a estrenar dentro de la modernidad de la ciencia, la crítica se ha venido proyectando sobre mi estética con cada vez más fuerza; también he estado padeciendo una “vuelta” a lo clásico, o a lo fragmentario de lo clásico. Por otro lado, diría que lo que nunca he sido capaz de abandonar, dada mi formación como matemático, fue el sentido de lo escueto, de lo árido en las sentencias “queda demostrado”, imitando un poco las fuentes de las que he bebido todos estos años. En cuanto a lo árido, diría que la dificultad de enfrentar dos disciplinas resultó en un juego hermoso, casi dialéctico, y, consecuentemente, creador de una belleza inesperada por cada una al iniciar este lúdico viaje.
—Lorena, ¿cuál es la simbología que encuentras en el personaje ficticio "Prunius" dentro de la obra?
—LA: Me ha parecido curioso que hayas decidido hacerme a mí, en vez de a Alexandru, esta pregunta, porque justamente he de reconocer que fue él quien propuso condensar la voz poética en un personaje ficticio, como lo es Prunius, que encarnara y condensara nuestros versos. Prunius, a pesar de nacer como un recurso literario que diera sentido al conjunto poético en su totalidad, posee un gran anclaje temático, como bien señala tu pregunta, Juan Carlos. A través de Prunius, poníamos en juego la importancia de recobrar el sentido auténtico de una experiencia de Bildung, concepto anidado en el nacimiento de la Universidad Moderna fundada por Humboldt y, por otro lado, cómo esa formación, la cual forjaba el carácter, dicho “a la alemana”, finalmente ha devenido una formación permanente para un precariado millenial con ansias y deseos vanos de escapar a su propia clase social como destino. En este sentido, la simbología apegada al personaje de Prunius, que proviene chistosamente del latín original prunus, tiene que ver con el primer árbol que florece en primavera, cuando todavía ni siquiera es su tiempo, a veces anticipándose incluso: se trata del ciruelo. No hace falta explicitar el sarcasmo evidente si uno mezcla temáticas como el ciruelo y la Academia, sobre todo cuando la historia del conocimiento occidental se ha tejido a base de bandazos heteropatriarcales. Sin embargo, tal vez sí fuera necesario aclarar que también, a través de esa metáfora del florecer, relacionándolo con la siguiente pregunta acerca del título Kleingeist, pretendíamos redoblar el sarcasmo, ya totalmente cínico, si uno tiene en mente el prólogo de la Fenomenología del Espíritu de Hegel, donde éste explica la dialéctica (proceso para conocimiento de lo verdadero para Platón, recordemos) precisamente con la imagen de un capullo que florece.
—¿De qué manera el término "espíritu absoluto" de Hegel es abordado a través de la interpretación del manuscrito?
—LA: Como bien señalaba al término de la anterior pregunta, Hegel está presente a modo de farsa (reviviendo la famosa sentencia marxiana del comienzo del texto 18 de Brumario) entre los versos de Kleingeist, ya desde su título mismo. El concepto de Espíritu [Geist] en la obra de Hegel, aunque pueda parecer en un primer momento muy esotérico para un lector foráneo, en el fondo no quiere decir más el proceso mismo del devenir de la civilización occidental, encarnado en varios momentos en los que subsume, cual espiral aparentemente infinita, ese movimiento eterno de expansión, abstracción y refinamiento que supone la civilización humana. Sin embargo, Hegel, casi desesperadamente, podríamos decir, tira del freno de emergencia y frena el movimiento dialéctico de la historia en ese espíritu absoluto que sea capaz de recoger, como lógica y, al mismo tiempo, como dinámica, ese movimiento de progresiva abstracción concreta que arranca el y al ser humano. Qué duda cabe de que hay más lecturas de Hegel que cuestionan este canon exegético y que, probablemente, sean mucho más fructíferas para pensar el presente. Sin embargo, nosotras nos fijamos en el pastiche del concepto de espíritu absoluto precisamente para que, al contraste de lo que actualmente vivimos como “máximo esplendor del siglo XXI”, quedara el relato oficial de la civilización occidental al descubierto, destapado como el rey desnudo. Por ello, el título Kleingeist contiene una doblez (como casi todo lo presente en este poemario, que pretende revivir el barroco por exceso y no por defecto, aunque éste sería otro tema a explorar). El pliegue del título reside en que, aunque como bien señalas, Juan Carlos, en la introducción de esta entrevista, klein significa pequeño y Geist significa espíritu y por ende la traducción literal sería “pequeño espíritu”, en alemán Kleingeist tiene su propio significado como palabra de uso cotidiano y justamente es utilizada para señalar a aquellos que son cortos de miras, pobres de espíritu, burócratas sin alma y, en general, a cualquier subtipo posible de intelectualoide, en el que todas, de algún modo, hemos caído una que otra vez.
—Alexandru, ¿cuál fue el momento más tenso que experimentaron durante la creación del poemario?
—AI: No sé si el constructo “momento tenso” sería el más adecuado para discernir sobre las pequeñas idas y venidas que ambas hemos experimentado en el proceso de la creación del poemario. Diría que, dada la dificultad de escribir un poemario a cuatro manos, y cuando digo escribir a cuatro manos, no hablo de escribir algo por separado para luego juntarlo, sino de hacerlo a la vez, conlleva que la soledad clásica de la poesía, el alma poeta, de repente se expone durante el mismísimo proceso de la creación. Es esta, quizás la nueva pasión (es decir, padecer la posesión por parte de algún dios que se expresa a través de nuestra mortalidad) que apreciamos en nuestros caminos, en nuestras idas y venidas, por los inframundos.
—¿Qué elementos consideran más representativos de sus personalidades y experiencias combinadas dentro de la obra?
—AI: Digamos que ambas fuimos maldecidas, al nacer, por esta búsqueda incesante de algo o del Algo. A partir de allí, creo que se construyeron dos caminos que, no sé si inevitablemente, pero casi que necesariamente, nos llevaron a la construcción de este edificio. Recuerdo que, cuando era estudiante, y aún nos estábamos conociendo, Lorena me hizo llegar una antología de Cavafis. Creo que fue este el momento en el que noté algo en nuestras personalidades, algo que aún busca la duda inocente del “¿por qué?”. Diría que son esos lugares los elementos combinados de nuestras personalidades y experiencias (experiencias buscadas e instituidas, a menudo) que hicieron posible la obra.
—LA: Desde luego, yo rescataría el profundo sentido del humor que las dos nos esforzamos por desarrollar como actitud ante la vida, con sus frustraciones y sus desgracias. El absurdo nos condena pero también nos salva, estoy segura de ello. Esa es la genialidad del ser humano. Creo que Alexandru estará de acuerdo conmigo en que si algo nos ha salvado literalmente la vida ha sido, por descartado, la risa. Y en este ejercicio poético ha habido muchas risas compartidas y es un profundo eco de nuestra amistad, nuestras preocupaciones como estudiantes, nuestros experimentos como poetas pero, insisto, sobre todo de nuestras risas como amigas.
—¿Cómo influyen y se enlazan términos como "Baco", "Moloch", "Orgasmos" y, en "Ejercicio no recomendado", ¿de dónde surge la vox prima, la vox secunda, y la vox divina?
—LA: Como suelo hacer, yo voy a comenzar por el final. Siempre del revés. Otra de las figuras que sale al encuentro con el lector en las grietas de este poemario es, desde luego, Nietzsche. El gesto provocativo de la filosofía nietzscheana es evidente, así como varios de sus conceptos (entre ellos, cómo no, el gran Baco), reutilizados a nuestra sui generis manera, eso sí. En el poema Ejercicio no recomendado (contra los ejercicios que sí suelen recomendar en la infantilización de la enseñanza superior) se juega en tres planos que pretende reinterpretar la famosa caída del ser humano, su libertad, y su progresiva transformación nietzscheana bien en camello, animal gregario, o bien en un nuevo Dios, que reviva la inmediatez del niño, tal como Zaratustra anunciaba. Tal vez la bajada de ese monte fuera su propia caída, tal vez el mito de la caverna no nos enseñó a la necesidad de salir de la misma, sino a la exigencia de volver a ella, junto con los demás. Esos tres planos, vox prima, vox secunda y vox divina se entrelazan míticamente inaugurando un nuevo tipo de temporalidad interrumpida en el poema por cada acto que realizamos hoy, en el que elegimos de nuevo repetir, o no, la sentencia a muerte de Sócrates. La Academia se jacta de ser capaz de repetir lo mismo sobre lo mismo. Pensar el futuro como algo diferente que ya está pasando ahora mismo sin ser reconocido implica que la justicia se abre paso en lo más pequeño: el pobre alumnus Prunius que lo deja todo.
—AI: En el principio existía el vino, y el vino estaba con Baco, y el vino era Baco. A partir de allí, en una armonía nunca vista, se formaron elementos como la risa, pero también la risita pedante del moderno Moloch cínico. Sin embargo, siempre aparecerán poetas inocentes (cf., Ginsberg) que nos ofrezcan las latas y sus orgasmos derivados, aunque sea como llanto último por la humanidad y su deseo.
—Me intriga la profundidad de las reflexiones sobre las complejidades de la vida académica, la conexión con el conocimiento y la frustración. Si tuvieran que plasmar un escenario en particular, ¿cuál sería?
—AI: Yo respondería esto, lo siguiente: imaginémonos una persona en un despacho. Su trabajo diario bien podría consistir en lo teórico o en lo experimental, pero ahora solamente está pensando en un algo, quizás cómo superar cierta dificultad en uno de sus tantos experimentos. Supongamos que lo hace, y en su excitación, escribe unas notas. Después, cansada, la persona se va a dormir. La pregunta que seguiría no es obvia. Podría ser una pregunta cínica, podría ser una pregunta kínica (en su sentido original), podría ser platónica, tal vez. Creo que, ahora, tal como están las cosas, con su sistema capitalista-bibliométrico, parecería que ninguna de estas preguntas tiene sentido, ya que, lo que cuenta en “la realidad” o en el paradigma actual ideológico es la medida del millar de citas que recibirá el posible futuro trabajo, quizás también el nombre de la prestigiosa editorial donde se publicará. Pero, ¿y si no se publica? ¿Y si se publica tres lustros después, tras el fallecimiento de este ente pensante? Este es un escenario que ha poblado mi cabeza en muchas ocasiones durante estos años.
—LA: ¿Un escenario particular de la precarización de la universidad y la desilusión ante la progresiva conversión de investigador en administrativo? Personas como mi abuela, por ejemplo, siguen sin poder comprender por qué me presto a la explotación gratis para una excelencia que no existe. Yo misma, muchas veces, dejo de comprenderlo, sobre todo cuando los estadios depresivos no dejan paso a ninguna idea feliz. Publish or perish como seña de identidad: somos yonkis de lo último como lo mejor, al mismo tiempo que el FOMO nos aprieta como nunca antes. Cualquier mal año que suponga un vacío curricular mínimo es una señal de que has muerto académicamente.
—En la frase "Prunius no conocía el antes de antes" en el poema "Érase una vez" se plantea un cuestionamiento de la última esperanza, cómo la decepción en el proceso del conocimiento puede desencadenar un viaje hacia un vacío existencial. En este contexto, la poesía emerge como un medio que se eleva, ofreciendo una salida. ¿Cómo interpretas esta relación entre decepción, conocimiento y poesía?
—LA: Creo que esta pregunta da con la contradicción angular de la que se alimenta el poemario y la que le da su sentido, a su vez, como paradoja. ¿Por qué la poesía ofrece un camino de catarsis para quien se topa una y otra vez ante la promesa frustrada del conocimiento? (Vaya por anticipado aquí, desde luego, la parodia que quisimos encarnar del Fausto de Goethe, riéndonos de nosotras mismas, como no podía ser de otra manera en el siglo en el que reina de nuevo lo kitsch). Diría que la poesía se nos presentó como el único lenguaje en el que la frustración podía tener cabida yendo más allá de su inmediatez como pasión humana. Sólo en el lenguaje poético esta denuncia-demanda-queja-lamento [permítaseme la broma: Die Leiden der jungen Kleingeistigen], podría subvertirse, de un modo cínico, contra lo existente. Y recuperar, a través del juego poético, algo que ya dijo Adorno pero nunca se permitió llevar al extremo de su realidad precisamente por falta de humor: que el mal no tenga la última palabra.
—Alexandru, ¿De qué manera crees que tu punto de vista, forjado por la experiencia en Rumanía, España y Alemania, se refleja en tus escritos? ¿Identificas alguna influencia notable de autores o corrientes literarias específicas en tu obra?
—AI: Diría que, entre los primeros contactos profundos que tuve con la poesía, estuvo la obra de George Bacovia (nombre en clave de George Andone Vasiliu, y que, al parecer, viene del dios Baco). Bacovia era discípulo del poeta simbolista Alexandru Macedonski, y es precisamente el simbolismo lo que me hizo sentir por primera vez que la poesía no solamente era la rima feliz y alegre de los poemas que leía de niño, sino que podía estar compuesta de tonalidades que antes no me había podido imaginar. Por otro lado, por supuesto, el tránsito de Rumania a España supuso una gran ruptura, pero también, desde cierto punto de vista, un renacer, una tabula rasa sobre la que empezar a experimentar. Empecé leyendo, en primer lugar, a la generación del 27, y así fue como me estrené en castellano. Además, fui descubriendo la riqueza de la literatura hispanoamericana en su lengua original. Ahora mismo he abandonado estas estéticas, y estoy volviendo un poco a un lugar común, a la escritura fragmentaria de las edades clásicas, con su mar entre tierras.
—A pesar de compartir sentimientos y experiencias, la creación conjunta de una obra a cuatro manos conlleva sus retos. ¿Cómo lograron vincular las dos secciones de las obras presentadas en términos de estilo y secuencia?
—LA: Aquello de las “dos secciones” me despista en la pregunta. Quiero decir: a pesar de ser un texto escrito a cuatro manos, nunca hubo algo previo, diseccionado por la cabeza de cada una, que ensamblar. El texto se fue elaborando, estrictamente, de forma conjunta. No hay materiales previos, individuales, que sacáramos de la chistera para ensamblar Kleingeist. Si hay, desde luego, ideas que nos rondaban hace muchos años en la cabeza, acuerdos sobre estilos y ritmos en cada poema, mucha comunicación antes, durante y después del proceso. Estoy convencida que sin las infinitas conversaciones que he compartido con Alex, conversaciones en las que ya íbamos construyendo nuestra especie de muro contra el mundo para comprenderlo mejor, hubiera sido imposible que Kleingeist hubiera existido. Creo que una de las cosas más bonitas de Kleingeist radica, precisamente, en que es el ejemplo vivo que existe en contra de lo que predica. Es el contraejemplo completamente real de la lógica competitiva de la individualidad meritocrática.
—AI: No sé si he entendido la pregunta, pero voy a tratar de contestar aquello que creo que preguntas. El poemario empezó con una semilla de unos pocos versos, que luego fue creciendo poco a poco. Jamás hubo dos secciones, sino que la semilla inicial fue creciendo bajo el cuidado de nosotras dos. Tanto es esto así, que, a menudo, cuando releemos el poemario, no somos capaces de identificar la voz individual de ninguna de las dos. Aquí, como pasa con las células de la biología, el todo no es meramente la suma de las partes, sino que el poemario es un fenómeno emergente, fenómeno que, a fin de cuentas, también nos sorprendió a Lorena y a mí.
—¿Cómo reaccionaron amigos y familiares al sumergirse en la lectura del libro?
—AI: Yo creo que, por mi parte, primero lo leyó mi madre, mucho antes de que lo publicáramos. Me parece que me dijo que el tema que tocábamos era muy complejo y me habló de la dificultad de hacer este tipo de literatura. Ya más tarde, una vez publicado, las amistades ligadas al mundo académico se alegraron mucho porque diéramos voz a ciertos elementos y ciertas dinámicas de las que no se habla o, si se habla, se habla en bajo. También las amistades que no estaban ligadas a la Academia (o al Liceo, según se mire), indagaron en nuestra, a menudo, críptica poética, y nos hicieron preguntas muy interesantes. Yo me emocioné mucho durante la presentación que hicimos hace unos meses, por el cariño de las amistades allí presentes, pero también porque nos hicieron sentir que nuestra escritura “se entendía”. También me gustaría mencionar que la publicación de este libro ha sido posible gracias al micromecenazgo de nuestras amigas y amigos. Y, ahora, mirando retrospectivamente, diría que no habría tenido sentido que fuera de otra manera, ya que este es un poemario sufrido en nuestra sangre, sangre que compartimos mediante ríos de tinta con las personas que nos apoyaron y creyeron en nuestro pequeño proyecto. Sobre el río de tinta, me gustaría decir esto, lo siguiente: Πάντα ῥεῖ, pero, tal vez, algo quede inmóvil y eterno, un punto de referencia, o ¿no es esta la esperanza de la humanidad?
—LA: Kleingeist es una obra que sólo y exclusivamente ha visto la luz gracias a nuestras amigas y familiares. Eso es algo fundamental en la experiencia de lectura colectiva de este libro y que da sentido mismo a su publicación. Es un libro outsider en muchos sentidos, pero el principal estriba precisamente en que sólo gracias a la comunidad de amigas, esa que nos salva cada día de caer en el agujero negro del ostracismo, este libro puede alcanzar la realidad que, sin embargo, le supera y entierra en la imaginación desbocada de una juventud que se nos va irremediablemente. Las amigas son el principio de realidad que sujeta Kleingeist, el núcleo vacío de su escritura que, a través de su fuerza, lo mantiene vivo.
—Me queda una inquietud, ¿Qué descubrimientos personales han hecho a través de la creación de "Kleingeist”?
—LA: Voy a ser crípticamente escueta, casi como el oráculo de Delfos titilaba entre el futuro y el pasado, sin embargo, siempre en su sentencias se encontraba lo más cercano a la verdad: Kleingeist me ha enseñado que la creatividad humana siempre encuentra su camino si uno es lo suficientemente fuerte de dejarse atravesar por ella. Hay algo en la escritura que nos supera individualmente, aunque teje indefectiblemente nuestra experiencia como seres humanos. Eso que nos supera, toma vida propia con o sin nuestra ayuda. Y yo añado: mejor que sea con nuestra ayuda a riesgo de dejarnos destruir.
—AI: Aunque ya sabía que existía este sufrimiento en el mundo académico, digamos que descubrí la cara más humana de dicho sufrimiento, al lado de Lorena. Descubrí que el lenguaje poético puede hacernos llegar más allá del mero sufrimiento, y ser creador de belleza. Descubrí un fenómeno emergente (perdón por ponerme muy técnico aquí, pero no sabría con qué palabras sustituir el concepto “fenómeno emergente”), la escritura a cuatro manos de una misma sílaba. Y, por supuesto, con la calurosa acogida que tuvo el libro por parte de nuestras amistades, antes y después de su publicación, descubrí que en la poesía no siempre se está solo.
—Considerando la diversidad de temas explorados, ¿hay algún mensaje específico que quisieran que los lectores retengan al cerrar el libro, algo que los inspire o provoque reflexiones más profundas?
AI: No sé si soy quien para pedirles a mis lectores que tengan reflexiones más profundas de las que ya tienen. Creo que ya es demasiada la casualidad el haber acabado con nuestro poemario entre sus manos; como yo no creo en las casualidades, creo que por algo han estado leyendo nuestro poemario, un algo en forma de atracción proporcional al inverso de algún infeliz cuadrado. La reflexión final que sí quisimos dejar, por nuestra parte, ya está plasmada en el último poema, Lux Aeterna, pues, aunque, según el nombre indica, ahora estamos muertos, y nos cantan bellos himnos del revivir, por lo menos de manera simbólica, rescatamos la única esperanza posible, lo único inmortal en este asunto de los caminos por las vidas del conocimiento de la luz (lux): la amistad. También quisiera añadir que la “filosofía” que predicamos en el último lugar (más allá de la causa primordial eterna) no es otra que la de El fumador de Joos van Craesbeeck, que reproducimos al final del poemario.
—Finalmente, ¿existen planes para futuros proyectos, ya sea en el ámbito poético o en otras formas de expresión artística?
—AI: Bueno, voy a desnudar un poco mi inédita alma a continuación. Yo llevo escribiendo desde que soy un adolescente. Los poemas de la adolescencia los destruí pero he guardado los poemas que he estado escribiendo tras mi llegada a España, a los 18 años de edad, y los he ido clasificando en libros y en etapas. Digamos que tengo un proyecto de clasificación de aquellos de mis escritos que comprenden el período de 18 a 33 años de edad, y que he llamado Corpus Poeticum Cinaedum. Este conglomerado estaría compuesto por tres etapas, Poética de la Temprana Juventud (esta etapa, aún no he sido capaz de clasificar, por su naturaleza fragmentaria), Segunda Poética y La Trilogía del Estigia. Cada etapa está formada por pequeños libros o poemarios. Digamos que, con Corpus Poeticum Cinaedum he cerrado un ciclo de mi escritura, y, últimamente, me he vuelto más hacia otro tipo de escritura, más filosófico-poética (aunque creo que nunca escribiré filosofía académica). Justo acabo de terminar un libro intitulado Ibi erat dracones, o la juventud cansada, que es un escrito bastante pesimista sobre la condición de lo humano en el mundo heredero de la modernidad. Pero ahora, que terminé este libro, estoy pensando que me gustaría escribir un libro más fresco, de narrativa poética, que derive de los versos de Cavafis, “Ni a los lestrigones ni a los cíclopes/ ni al salvaje Poseidón encontrarás,/ si no los llevas dentro de tu alma,/ si no los yergue tu alma ante ti.” y que me gustaría bautizar con el título Salvaje Poseidón. También, en el plano audiovisual, he estado filmando con mi móvil ciertos paisajes natural-urbanos, que me gustaría montar en una película que se pueda llamar Las ciudades nunca fueron de escarlata, pero este es un proyecto que tardaré años en terminar, si es que alguna vez lo haré.
—LA: De forma conjunta, quién sabe si nos asaltará algún otro proyecto que necesite de la unión de nuestras cabezas. Esta entrevista ha sido un ejercicio de rememoración del proceso mismo de escritura compartida que, en cierto modo, me deja con ganas de experimentar más hondamente ese aspecto del proceso creativo. Sin embargo, en este momento me encuentro abocada a una soledad creativa marcada por los propios ritmos de la reproducción de la vida, que muchas veces se nos imponen con una brutalidad inusitada. En esos momentos que uno rescata de la vida anodina, siempre vuelven los mismos problemas, preguntas-taladro, que toman forma de verso o ensayo, en mi caso: ejemplo de ello es un manuscrito de poemas que explora la dimensión previa a la identidad y los saltos temporales en el discurso del sí mismo. Guardado en un cajón, ese manuscrito inacabado me acompaña todavía esperando el momento en el que la voz calle.
Lorena Acosta Iglesias (Fuenlabrada; España, 1992). Es doctora internacional por la Universidad Complutense de Madrid en la disciplina de Filosofía. Ha publicado numerosos poemas en las Revistas de Literatura Ídolum, Telescopio, Herederos del Kaos, Ibídem, Cósmica Fanzine, Espirales, Periódico Poético, El humo, Enpoli. Entre política y literatura, en la sección ‘No es País para Viejóvenes’ de Odisea Cultural y en la Revista Óclesis. Víctimas del artificio. Forma parte del comité editorial de la revista de literatura Periódico Poético. Hostal literario en Tecpan. Recientemente ha publicado su primer poemario titulado Kleingeist, en coautoría con Alexandru Iosif, con la editorial El drago.
Alexandru Iosif (1989; Ploiești, Rumania) es doctor en matemáticas por la Universidad Otto von Guericke de Magdeburgo y profesor de matemáticas en la Universidad Rey Juan Carlos. Publicó poemas y relatos breves en revistas como Aeroletras, Almiar, Armarolla, Convergencias Literarias, Destiempos, Fuego de Luka, Grezza, Herederos del Kaos, La Poesía Alcanza, Morbífica y Telescopio. Es coautor, con Lorena Acosta Iglesias, del recien publicado poemario Kleingeist.
Juan Carlos Vásquez está al frente de la dirección y edición de HD Kaos.
© Ilustración: Presentación de "Kleingeist" en la librería Los pequeños seres (Madrid).
© Textos, enlaces e imágenes no puede reproducirse ni archivarse sin la autorización del autor, Lorena Acosta, Alexandru Losif y/o Herederos del Kaos.
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