Asumía una cierta hombríaal ofrecerme a levantar los ataúdesde los parientes fallecidos.Habían sido amortajadosen mancilladas estancias,los párpados resplandecientes,las manos blancas como el pantrabadas por las cuentas de un rosario.Los nudillos hinchadosse habían desarrugado, las uñasestaban oscurecidas, las muñecasobedientes miraban hacia abajo.El sudario pardo como un alga,las yacijas guateadas de raso:me arrodillaba respetuosamentea admirarlo todo
mientras la cera fundidaveteaba los ciriosy las llamas se cerníanhacia las cernidas mujerestras de mí.Y siempre, en un rincón,la tapa del ataúd,las cabezas de los clavos rematadascon pequeñas cruces relucientes.Amadas máscaras de esteatita,besar el iglú de sus frentestenía que bastar
antes de que hundieran los clavosy el negro glaciarde cada funeralse alejara.
IIAhora al recibir la noticiade cada asesinato vecinalañoramos la ceremonia,los ritmos ancestrales:los pasos comedidosde un cortejo al desfilardelante de cada hogar cegado.Me gustaría restaurarlas cámaras de Boyne, prepararun sepulcro debajo de las piedrasadornadas aquí y allá con cazoletas.De callejuelas y vías lateralesse asoma el ronroneode la fila de coches familiares,el país entero sintonizacon el amortiguado redoblarde diez mil motores.Las mujeres sonámbulas,que se quedan atrás, van y vienenpor cocinas vacíasimaginando nuestro lento triunfohacia los túmulos.Silenciosa como una culebraen el herboso bulevar,la procesión arrastra la colapor la Brecha del Nortecuando su cabeza cruza yael umbral megalítico.
IIICuando vuelvan a colocarla losa sobre su entradavolveremos al norte por los fiordosde Strang y Carling,disipado por fin el rumiarde la memoria, el arbitrajede la contienda aplacado,imaginando a quienes descansanbajo la colina como a Gunnar,que yacía hermosamenteen el interior de su túmulo,a pesar de haber muerto con violenciay sin vengar.Los hombres decían que cantabapoemas sobre el honory que cuatro lámparas ardíanen las esquinas de la cámara:que se abrió luego, mientras élvolvía su rostro jubilosohacia la luna."Funeral Rites"I shouldered a kind of manhoodstepping in to lift the coffinsof dead relations.They had been laid outin tainted rooms,their eyelids glistening,their dough-white handsshackled in rosary beads.Their puffed knuckleshad unwrinkled, the nailswere darkened, the wristsobediently sloped.The dulse-brown shroud,the quilted satin cribs:I knelt courteouslyadmiring it all
as wax melted downand veined the candles,the flames hoveringto the women hoveringbehind me.And always, in a corner,the coffin lid,its nail-heads dressedwith little gleaming crosses.Dear soapstone masks,kissing their igloo browshad to suffice
before the nails were sunkand the black glacierof each funeralpushed away.
IINow as news comes inof each neighbourly murderwe pine for ceremony,customary rhythms:the temperate footstepsof a cortège, winding pasteach blinded home.I would restorethe great chambers of Boyne,prepare a sepulchreunder the cupmarked stones.Out of side-streets and by-roadspurring family carsnose into line,the whole country tunesto the muffled drummingof ten thousand engines.Somnambulant women,left behind, movethrough emptied kitchensimagining our slow triumphtowards the mounds.Quiet as a serpentin its grassy boulevard,the procession drags its tailout of the Gap of the Northas its head already entersthe megalithic doorway.IIIWhen they have put the stoneback in its mouthwe will drive north againpast Strang and Carling fjords,the cud of memoryallayed for once, arbitrationof the feud placated,imagining those under the hilldisposed like Gunnarwho lay beautifulinside his burial mound,though dead by violenceand unavenged.Men said that he was chantingverses about honourand that four lights burnedin corners of the chamber:which opened then, as he turnedwith a joyful faceto look at the moon.
Seamus Heaney /ˈʃeɪməs ˈhiːni/ (Condado de Derry, Irlanda del Norte, 13 de abril de 1939-Dublín, 30 de agosto de 2013) fue un poeta y profesor irlandés. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1995. El poeta estadounidense Robert Lowell lo describió como «el poeta irlandés más importante desde Yeats», y muchos otros, como el académico John Sutherland, han dicho que es «el poeta más grande de nuestra era»
Foto de Almada Studio: pexels-public domain.
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