William Delacroix amaba a los artistas, se pasaba todo el día observando obras en el museo de arte; de Da vinci, hasta Vicente Van Gog. Él pensaba que las manos que realizaban esos lienzos habían sido creadas para deleitar a los mismos dioses y dar un poco de Olimpo a los mortales.
Él muchacho amante del arte soñaba más que nada en el mundo a aprender a dibujar, pero por desgracia no podía hacerlo; por más que intentaba no realizaba ninguna pintura digna según él, de la admiración de los humanos. Al final, se sintió tan frustrado, que decidió dejar de intentarlo.