Surrealismo y locura: El descenso a los infiernos de Antonin Artaud y Leonora Carrington. Texto y Fotografías de Rakar

Hospital psiquiátrico Del Salvador, 
Valparaíso, Chile

El poeta Antonin Artaud y la pintora Leonora Carrington vivieron la experiencia de pertenecer a uno de los movimientos artísticos más relevantes del siglo 20, a saber: el surrealismo. A la luz de esta experiencia vital, pueden distinguirse ciertos puntos de confluencia que los acercan, y a su vez los distancian, que los vinculan y a la vez los diferencian, y que marcaron, en mayor o menor medida, el afluente o derrotero seguido por cada uno de ellos. Estos cruces convergentes son: su participación en el movimiento surrealista propiamente tal, la experiencia de la sinrazón y la subsecuente internación en asilos mentales, las fuentes de inspiración que les nutrieron, su visión del arquetipo femenino y el sexo, su relación con las palabras y la literatura y, finalmente, el deber del artista en un mundo que se ha vuelto anormal.

LA EXPERIENCIA DEL SURREALISMO

Artaud entra en contacto con el movimiento surrealista a fines de 1924, en donde espera dar curso a todo su inconformismo y rebeldía. Para él, el surrealismo constituía, ante todo, “una “revolución moral” y “una rebelión contra todas las formas de opresión material y espiritual”, y se entregará con todo su fervor crítico e incendiario (Surrealismo y Revolución). Prueba de ello, es que asume la dirección de la Central de Investigaciones en menos de un año, haciéndose cargo del Nº3 de La Revolución Surrealista, revista en donde la mayoría de los textos son de su autoría, y que serán conocidos de conjunto como Carta a los Poderes. No obstante, su estadía en ese movimiento será pasajera, pues será expulsado en 1926 por su negativa de ligarse al marxismo, como lo hicieron varios de sus adláteres al adherirse a la Tercera Internacional de Moscú. Para Artaud el surrealismo y el marxismo resultaban irreconciliables. 

En tanto, Leonora se vinculará al surrealismo en 1937, desde su relación con el pintor Max Ernst. Después de escapar a una vigilancia psiquiátrica impuesta nuevamente por su padre en Lisboa, retomará los vínculos con el movimiento en Nueva York, en 1941 y, al año siguiente, se vinculará al grupo de los refugiados que habían llegado a México a raíz de la guerra (Benjamín Péret, Luis Buñuel, Remedios Varo, Katy Horna, Chiki Weisz, entre otros).

Leonora hizo suyas aquellas fronteras que transitaba el surrealismo entre la vigilia y el sueño, entre lo ordinario y lo extraordinario, ampliando así el universo de su imaginería. No obstante, su obra trasciende sobradamente los cauces del movimiento, pues otras vertientes nacidas de su historia personal nutren y enriquecen su creación (la magia, el esoterismo, la cábala y lo paranormal). A diferencia de Artaud, Leonora no sostuvo una relación de disidencia doctrinaria o ideológica con el movimiento, aunque no por ello deja de tener conflictos, sobre todo por el papel secundario y adventicio que sus integrantes le adjudicaban a las mujeres, pues, por un lado, muchos de ellos celebraban la liberación en todas sus formas, pero, por otro, no veían a la mujer sino como una musa inspiradora y, alternativamente, como un objeto de deseo y de temor masculino. “Todo ese endiosamiento de la mujer es puro cuento. Ya vi que los surrealistas las usan como a cualquier esposa. Las llaman sus musas, pero terminan por limpiar el excusado y hacer la cama”, le responde a Breton que se siente “mesmerizado” por ella (Elena Poniatowska, Leonora).

EL SURREALISMO Y LA LOCURA

Del mismo modo que los surrealistas se sentían atraídos por lo fantástico, el humor negro, las visiones del mundo gótico y los poderes de la oscuridad y de la noche, verán en la demencia un principio poético liberador, pero sólo como un estado de simulación pues, como afirma Susan Sontag, su espíritu continuaba siendo “constructivo” e inscrito en “la tradición humanista” (Aproximación a Artaud). Lo confirman sus actos poéticos o teatrales, que no alcanzan a ser antisociales o peligrosos, a diferencia de los actos performáticos de Artaud que resultaban socialmente inasimilables e indigestos para la mayoría del público. Mientras los primeros simulaban estados de locura en aras de la libertad, el amor, el placer, la alegría y el erotismo sin inhibiciones, Artaud preconizará la lucha moral en la exploración de una conciencia sin límites que lo conducirá al paroxismo de la desesperación y del dolor.


Hospital siquiátrico Dr. Philippe Pinel, Putaendo, Chile
Hospital siquiátrico Dr. Philippe Pinel, Putaendo, Chile

A diferencia de sus compañeros de ruta, la experiencia de la locura en Carrington no será un acto de simulación, sino un descenso real a los infiernos, el que será descrito detalladamente en su Diario Memorias de Abajo. Al igual que Artaud, experimentará lo que este llamaba los “raptos furtivos”, que correspondían a verdaderas “hechicerías” o maleficios realizados por agentes o espíritus exteriores, y que serán definidos por la psiquiatría como “manía de persecución” siendo etiquetados todos aquellos que lo experimentan en la categoría de “enfermos”. 

 En algunas ocasiones, Leonora vivirá dichos estados como una fuerza sobrenatural que le hace expresar de manera exultante: “… oía las vibraciones de los seres con la misma claridad de sus voces; y percibía en cada vibración particular la actitud de cada cual hacia la vida, su grado de poder, y su buena o mala disposición hacia mí”. En otras situaciones se sentirá desfallecer frente a poderes omnímodos que se ciernen sobre ella y el mundo: “Yo pensaba que los Morales eran amos del Universo, magos poderosos que utilizaban su autoridad para extender el horror y el terror. Intuía que el mundo estaba congelado y que me correspondía a mí derrotar a los Morales” (se refiere a los médicos, padre e hijo, que dirigían el psiquiátrico de Santander en donde fue internada por orden paterna). Lo mismo que Leonora, Artaud experimentará los manicomios como “receptáculos de magia negra…” en donde él ha presenciado demasiados horrores, y acusará a la medicina por practicarla (Artaud Le Mômo).

Ambos se sentirán poseídos por una fuerza que los desborda y los transfigura, y sostienen reiteradamente que se encuentran en este mundo investidos para una misión particular: el poeta, para denunciar la presencia viva del Anticristo en la tierra y propalar un mensaje de absoluta castidad; la pintora, para detener, mediante una fuerza metafísica, la Guerra Mundial “que estaba siendo dirigida hipnóticamente por un grupo de personas” y liberar al mundo de esta catástrofe.

Artaud padecerá de una meningitis durante su infancia, la que se verá marcada por sucesivas crisis nerviosas, y desde los 19 años permanecerá en varios establecimientos de reposo. En agosto de 1936, huyendo del racionalismo de la cultura europea que le asfixiaba, se interna en la sierra madre tarahumara tras la búsqueda de un nuevo manantial espiritual, y de una “nueva idea de hombre” que encontrará en la cultura ancestral de los rarámuri (Lo que vine a hacer a México). La cosmovisión de este pueblo, en donde impera el respeto a todo lo que existe en el universo, representará para él una “raza-principio” y fuente viva de valores inmutables (Viaje al país de los tarahumaras)


Sierra tarahumara,  Chihuahua, México
Sierra tarahumara, 
Chihuahua, México


Rito del Tutuguri, Sierra tarahumara, Chihuahua, México
Rito del Tutuguri, Sierra tarahumara, Chihuahua, México


A su regreso de las montañas de Chihuahua, a fines de octubre de 1936, se hundirá en una profunda depresión que le provocará el anquilosamiento intelectual de la sociedad parisina. Al año siguiente, viaja a Irlanda con una autoimpuesta misión profética y sagrada que será la muestra de la profundización del extravío de su pensamiento respecto de las categorías de lo “normal”. Entonces, será internado durante casi dos lustros (de 1937 a 1946), en diferentes hospicios mentales (Rouen, St. Anne, Ville-Évrard, Chézal-Benoit, y finalmente en Rodez). 

La enajenación vivida por Leonora, después del apresamiento de Max Ernst, será puntualmente el producto de una grave crisis nerviosa que padecerá al salir desde una Francia sitiada hacia una España franquista. Será una experiencia limitada en el tiempo (desde agosto a diciembre de 1940) en la que padecerá numerosas vejaciones en el manicomio de Santander. En las postrimerías de su estancia, llegará a comprender (con ayuda de un enigmático hombre de apellido Echavarría), que “el Cardiazol era una simple inyección y no un efecto de hipnotismo; que don Luis no era brujo sino un sinvergüenza” y que los países que, según su imaginación, se encontraban emplazados en el edificio, no eran más que los diferentes pabellones destinados a los internos mentales. 

A diferencia del viaje a la locura emprendido por Artaud, que será un viaje sin regreso y de calamidad, Leonora podrá sobreponerse a su estado a través de un retorno a la pintura en compañía de sus fuentes inspiradoras (su infancia marcada por la fantasía, los cuentos de hadas y lo sobrenatural), y con la recomposición en México de su vida artística, amorosa y familiar, todo lo cual le permitirá integrar la experiencia de la enajenación en un proceso de conciencia superior. 


RELIGIÓN Y LOCURA (LAS FUENTES DE LA INSPIRACIÓN)

Hospital psiquiátrico  Dr. Philippe Pinel, Putaendo, Chile
Hospital psiquiátrico 
Dr. Philippe Pinel, Putaendo, Chile

A través de la historia, la locura ha estado inevitablemente vinculada a los problemas de la religión. Por su parte, la medicina, ya desde la reforma asilar de Pinel (Bicêtre, 1793), que mantiene la reclusión y las cadenas sólo para los inspirados piadosos, ha manifestado sus temores ante los temas de la trascendencia y la devoción divina. Y es que lo que caracteriza a nuestra época, es el hecho que todas aquellas manifestaciones que antaño eran patrimonio de la fe y de lo sagrado, son ahora tratadas por la ciencia médica, de modo que todos aquellos que sintiéndose iluminados por el fuego abrazador de lo Absoluto, serán encerrados como “aguafiestas” y estigmatizados bajo la etiqueta de “locura”.

Serán las metáforas del dualismo gnóstico las que impregnan radicalmente los escritos de Artaud. La doctrina de los Cátaros, por ejemplo, de la cual se había compenetrado suficientemente, enseñaba una visión maniquea que divide el universo y la vida en polaridades contrarias: espíritu-materia, luz y sombra, cielo-infierno, Bien y Mal, y todo lo material representaba lo negativo y lo pecaminoso. La única opción de salvación del hombre consistía en imitar a Jesucristo, quien había enseñado el camino de la Redención. Por consiguiente, la posición de Artaud es la de un hombre casto sobre la tierra quien carga sobre sus hombros “los pecados de todo el mundo”, y sus profundos ardores religiosos y su conciencia de lo Absoluto, el poeta los vivirá como una apremiante exigencia mesiánica lo que le llevará a ser acusado como un neurópata alienado, “porque la suerte de todos los iluminados del mundo es ser confundidos con los locos” (Cartas desde Rodez I).


Hospital psiquiátrico Dr. Philippe  Pinel, Putaendo, Chile
Hospital psiquiátrico Dr. Philippe 
Pinel, Putaendo, Chile

Hospital psiquiátrico Del Salvador, Valparaíso, Chile
Hospital psiquiátrico Del Salvador,
Valparaíso, Chile

En el caso de Leonora, durante su estadía en Santander, manifestará igualmente una conciencia profética que le llevará a sentirse con la misión de llevar a cabo “la unión del Hombre y la Mujer con Dios y el Cosmos”. Si Cristo había muerto, ella debía ocupar su sitio “porque la Trinidad, sin una mujer y un conocimiento microscópico, se había secado y estaba incompleta” (Memorias de Abajo). Posteriormente, desde su llegada a México, en sus pinturas y escritos será una búsqueda y exploración incesante, pero, a diferencia de Artaud, su búsqueda estará orientada hacia una salida de claridad e iluminación. 

EL ARQUETIPO FEMENINO, EL EROTISMO Y EL SEXO

Para Artaud la mujer penetrará en la intimidad a través de la sexualidad, y su cuerpo se constituirá en arquetipo de alienación pues ella impide al hombre el ejercicio del pensamiento. Arrastrando hacia la exterioridad, el sexo para Artaud representará el mayor peligro para el espíritu ya que conduce al hombre a la dispersión. En una Carta a Jacques Prével, dirá que el acto sexual “es algo que hace falta evitar absolutamente en este momento, pues el espíritu está amenazado”. 

Lo que predomina en él no es la misoginia, como inicialmente pudiera pensarse, sino, ante todo, el rechazo a la sexualidad por su condición alienante. En efecto, para él la sexualidad es la actividad del cuerpo caída y corrompida, y será considerada como algo oscuro, amenazador y demoníaco porque impulsa al individuo en dirección contraria a la cabeza, y como un estado de gracia será vista la virginidad.

El caso de Leonora es el opuesto al de Artaud. Concebía el arquetipo universal femenino como fuente de poder, inspiración y creatividad (de alguna forma, en la recuperación de ese poder, se anticipa a los intereses de los movimientos feministas de la modernidad). Ella es joven y bella, genera sentimientos eróticos, ya sea por su deseo insatisfecho o porque el Cardiazol facilita la obediencia ante el Doctor Luis Morales, por ejemplo: “Mi locura es mi deseo insatisfecho”, le dice. O bien ante su celador José, por quien se siente atraída. Podríamos afirmar que su pensamiento acerca del arquetipo femenino, se encuentra más próximo al surrealismo canónico de sus representantes, quienes celebran la libertad, el placer, la exaltación del amor y la alegría de vivir, aunque el desenfreno que ella preconiza será, ante todo, el desenfreno de la imaginación.

LA LITERATURA COMO CATARSIS Y LA LITERATURA COMO DESGARRAMIENTO Y PERTURBACIÓN

Leonora publica su libro Memorias de Abajo en 1943, tres años después de su confinamiento en el asilo mental de Santander. Es precisamente esta obra la que nos permite establecer los vasos comunicantes con la obra de Artaud. Si bien podemos afirmar que existen puntos de encuentro entre Memorias de Abajo y las Cartas desde Rodez (por ejemplo, en la denuncia que ambos realizan de los “raptos furtivos” o “hechicerías” de las que son objeto, y que representan todos los obstáculos y agentes concretos -con nombres y apellidos- que encuentran en su camino para proclamar su verdad), también se aprecian diferencias. Lo que en Leonora es, ante todo, memoria catártica que nos devela los padecimientos vividos, en Artaud será suplicio enquistado en todo su ser, pues él se encuentra “en el centro de una espantosa batalla en la que el cielo y el infierno no cesan de enfrentarse”, le expresará en una de sus cartas al pintor Fréderic Delanglade (Cartas desde Rodez I). 

De esto se desprende que la literatura cumplirá un papel distinto en cada quien. En sus Memorias, la palabra de Leonora será esencialmente expresión del desahogo. Sus otras obras literarias, se inscribirán en la estética del surrealismo, “que incluye el concepto de lo maravilloso, mucho humor negro e ironía”, nos dirá Ana Domenella, estudiosa de su literatura. En el caso de Artaud, desde las primeras cartas que envía a Jacques Rivière (1923), se distingue claramente el abismo que media entre una escritura que se articula a partir de las veleidades y laxitudes de la estética, de otra bien distinta nacida de las profundidades de su alma: “soy un hombre que ha sufrido mucho del espíritu, y a título de tal tengo derecho a hablar”, nos dirá. 

Artaud, para quien las ideas son para “vivirlas”, y no para clavarlas en el fúnebre insectario de la erudición, pretende activamente “un Libro que inquiete a los hombres, que sea como una puerta abierta y que los conduzca hacia donde ellos jamás consentirían llegar...” (El ombligo de los limbos). Donde los escribas proponen obras, él, que ha escogido el dominio del dolor y de las sombras, nos revelará, con el tono de un profeta, todo el magma incandescente de su espíritu, pues el deber y la misión de un poeta, de un artista, de un escritor, “no consiste en irse a encerrar cobardemente en un texto, un libro, una revista, en donde nunca más saldrá, sino por el contrario salir fuera para sacudir, para atacar al espíritu público, de lo contrario ¿para qué sirve? ¿y por qué ha nacido?”, expresará en una Carta a Rene Guilly.

Mientras la experiencia del manicomio en Santander mediatiza de manera irrecusable y transversal toda la vida y la creación posterior de Leonora (una de sus pinturas se titula Down Below), la vida y la obra de Artaud será una obsesiva e implacable aventura de su espíritu que lo conducirá al margen de toda literatura, y a un abismo de abandono y autodestrucción, lo mismo que las últimas palabras de Nietzche (antes del desplome de su pensamiento), o que las últimas visiones de Van Gogh (antes del disparo que pondrá fin a su existencia). 


Hospital psiquiátrico Dr. Philippe Pinel, Putaendo, Chile

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El DEBER DEL ARTISTA EN UN MUNDO ANORMAL

 Lo que caracteriza la vida y la obra de ambos artistas, no es sólo un sentimiento de inconformidad frente al mundo, sino el haber transgredido, tanto en su experiencia vital como artística (que en ellos resulta ciertamente inseparable), aquello que el pensamiento racionalista y mayoritario ha rotulado como "normalidad". En efecto, lo que ambos emprendieron, en mayor o menor medida, y se propusieron anular, fue la distancia que la sociedad obliga a mantener entre el arte y la vida, entre la vida y la obra, transgresión que acaba siempre en la neutralización y en las variadas formas punitivas de la sanción social: condenación a la pobreza, estigmatización, confinamiento, locura, suicidio o muerte en desolación.

La internación criminal y recurrente en diferentes manicomios hasta el final de sus días, fue la experiencia trágica vivida por Artaud; fue también la experiencia temporal que vivió Leonora Carrington en un asilo de alienados. Ambos no estaban locos, sino que fueron calificados como tal, ya por atreverse a llevar una vida diferente a los convencionalismos sociales y por romper los muros de la inercia mental (en el caso de Leonora), ya por denunciar las fechorías de un mundo que se ha vuelto anormal y contra Dios (en el caso de Artaud).

Todas las obras pictóricas y literarias de Leonora, son la prueba fehaciente de que consideraba su deber como artista el hacer volver la conciencia humana a ese manantial trascendente del Arte, de lo Maravilloso y la Poesía a través de su inagotable imaginación. Pero para Artaud, regresar a ese manantial no era suficiente; había que ir más lejos, había que decidirse a vivir lo Sobrenatural y remontarse hasta ciertas alturas y profundidades Místicas. Él, para quien el deber del verdadero artista consistía en ser el “chivo expiatorio” sobre el cual una época descargaba toda su ira colectiva, recibiría -en cuerpo y alma- toda la cólera y la impiedad de la suya, lo mismo que le ocurriera a Baudelaire, Nerval, Lautréamont, Nietzsche o Rimbaud (La anarquía social del arte).

En un tiempo en que los artistas languidecen y sucumben devorados por el apetito insaciable de la humanidad, tanto el mensaje de Leonora Carrington (ya desde sus obras, ya de los museos o sus libros), como el mensaje furibundo que nos espeta desde las miasmas de un manicomio el poeta ajusticiado que fue Antonin Artaud, constituyen experiencias radicales de vida que nos inmutan y nos conmueven, que nos sacuden y nos interpelan, y en medio de todas las mullidas complacencias del mundo moderno, de todas las cretineces que nos inundan y nos asfixian, sus obras hacen circular un soplo de aire puro, una ráfaga de luz esplendente y Sobrenatural, para recuperar aquello que la conciencia humana nunca debió olvidar.

Rakar (Chile, mayo 26 de 2023).





Este ensayo ha sido escrito en el contexto de una Beca de Residencia Artística en el Museo Leonora Carrington, en su edición Nº3 (San Luis Potosí, México, año 2023). En este mismo contexto, la obra del autor “Retratos (des)de la Locura” (Imágenes del confinamiento psiquiátrico en Chile y en México), se exhibe actualmente en una de las Salas temporales de este mismo Museo hasta el día 24 de septiembre de 2023.


SURREALISMO Y LOCURA: El descenso a los infiernos de Antonin Artaud y Leonora Carrington. Texto y Fotografías de Rakar




Rakar, fotógrafo documental, cronista y editor chileno. Ha realizado documentales fotográficos en Chile y México obteniendo diversas becas y premios: Kodak Chile, Fundación Andes, Fondart, Ford Motor Company Award, Fonca, Amexcid, Museo Leonora Carrington. Su iconografía, agrupada bajo el nombre genérico de "EL VIAJE DE RAKAR", comprende los siguientes Documentales Fotográficos: PUEBLOS OLVIDADOS (Travesía por 67 aldeas rurales del territorio central de Chile); “RETRATOS (DES)DE LA LOCURA” (Imágenes del confinamiento psiquiátrico); “EL OJO MÍSTICO” (Incursiones en el México profundo).

PUBLICACIONES:
-Retratos (des)de la Locura: Hospitales Mentales de Chile (2017). 
-La Locura de Artaud-Van Gogh, o el desquite de la locura (2010).
-El Viaje de Rakar: Travesía por 67 Pueblos de la 5ª región de Chile (2006). 

EXPOSICIONES: 
INDIVIDUALES: En Chile y México / COLECTIVAS: Holanda, España, Grecia, Portugal. Actualmente expone en Museo Leonora Carrington y en Galería virtual mexicana Andrómeda 3.20 http://andromeda3.20.taexvi.org/sala-1/

OTROS: Sus fotografías y crónicas han sido publicadas y/o premiadas en diferentes revistas internacionales. Desde el año 2013 ejerce como Corresponsal en Chile de Revista Cultural PALABRA del Periódico El Vigía (Ensenada, B.C., México). 

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📚Lee otro fotoreportaje de Rakar (en Herederos del Kaos): ¡NUNCA MÁS, NUNCA MÁS! (Tras la sombra de Edgar Allan Poe en Filadelfia) 


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