Desde Venezuela: una muestra poética de Alberto Quero

Los cantos de la vida inocua

A la memoria de mi hermano


Alguna vez yo

Alguna vez yo habité en un país
parecido a la infancia, 
no era la infancia, 
sino sólo lo más parecido a ella.
Alguna vez yo tuve dioses, 
amorfos o transparentes pero en todo caso intangibles; 
no eran dioses, pero así yo lo creía.
Alguna vez yo tuve verdades, 
plurales más que totales 
y hasta susceptibles de ser envueltas en papel de regalo; 
no eran verdades, 
pero hubiera dado cualquier cosa porque lo fueran.
Alguna vez yo tuve pensamientos, 
tambaleantes y torpes como todos los pensamientos; 
no eran pensamientos, 
pero sólo por su aparentemente notable dominio sobre las cosas 
me dejé dominar por ellos.

Alguna vez yo tuve esperanzas, 
vanas e intrascendentes, 
tan ingenuas que rayaban en lo verídico y hasta en lo realizable; 
no eran esperanzas, y yo siempre lo supe, 
pero no pude evitar estremecerme 
cuando comprobé que todo en cuanto una vez creí 
eran solamente epítetos y redundancias 
dentro de la misma espiral.

***

Capitulación

Yo pertenecí a una estirpe maldita, 
a la oscura casta de los fuegos ajenos a todo lenguaje, 
y mi nombre era éter, viento y cuarzo.
Yo fui acorralado, asediado, sitiado.
Yo fui enjuiciado desde cualquier reflejo increíble, ejecutado; 
yo fui descuartizado.

Nube o bosque, poco importa, 
pero lo intenté.
Yo fui sólo un mártir, 
un mártir del barro, 
un héroe del polvo, 
yo creí que el mundo era unívoco y transparente, puro, 
y por eso terminé sembrando entre las ruinas.
Yo fui perseguido, 
arrebatado de los brazos de la noche 
y arrojado a sitios de los cuales aún no he regresado.
Yo traté de ser.

De más está decir que fracasé.
De más está decir que me hicieron fracasar.

***

Lento

Para mí no es la vida probable 
ni el asombro ante ella; 
yo carezco de apremios, de fulguraciones 
y de incisiones desapercibidas.
Tampoco me llama el placer trotamundos 
y aun menos la sabia fecundidad del nomadismo; 
yo giro en torno a los crepúsculos 
y mi único rugido es una catarata; 
yo no soy prisas 
ni las previsibles furias de una sangre a medio estrenar 
sino la erosión y las mareas: 
a mí me surca la calma 
y mi sombra huele a parsimonia.

Así que, si el mundo está apresurado, 
que se vaya, no importa: 
ya pasará otro.

Y en ése me iré.

***

Balada inocua

Paso invulnerable y simplísimo, 
ya invisible a fuerza de desnudeces, 
árido de frescores.

He hurgado.
He sorbido cada golpe.
No soy libre, soy mundo: 
me pueblo y me despueblo 
a voluntad, solo.
Empiezo y termino en mí mismo 
y aún así temo se me escape alguna herida 
que vaya a parar a cualquier destino innumerable.
A partir de este momento me supongo muralla 
y me repito; 
me repaso, me compruebo.
Nada más juego con mi propio barro.
Hago silencio.
Me repliego.

Agonizante de puentes 
no recibo inquisiciones 
(o mejor: las ignoro) 
anémico de anclas 
me he hastiado de ataques 
y me revuelvo en círculos concéntricos.

Así es mejor: 
nadie trocará sus alaridos 
por cuanto he descubierto.

***

La vida inocua

Me siento a mi propia vera.

De tanto tragar filos mis voces son apenas 
silbidos inaudibles
proclamas de tardes y de vientos. 
Las piedras me han servido de confidentes
Ignoro con cuál fin, pero velo.
No nombro infiernos ni convoco umbras: 
los anticipo.
No deseo más que una mujer, 
una lo suficientemente ciega
como para atreverse a permear sobre mí
sus perfumes,
una que olvide mi rostro, mi cuerpo y sus espinas,
una que no tase más que mi incienso
y me escrute sólo con la punta de los dedos.
Arsenal o cerebro, no sé: 
hace tiempo que me deshice de eso.
Me flagelo si maldigo 
o si blasfemo contra el silencio.
Repto; mezclo telarañas y moho,
examino cifras, restauro granos de arena 
y me ufano únicamente de ser 
orfebre de ningún escándalo.

Eso es todo; 
en realidad ya no me queda mucho qué decir: 
mudo tras las avalanchas, 
caracol adrede,
soy abundante sólo en ecos.



Alberto Quero. Nació en Maracaibo, Venezuela. Licenciado en Letras, Magister en Literatura y Doctor en Ciencias Humanas por la Universidad del Zulia. Ha publicado cinco cuentarios, dos poemarios y artículos académicos en el campo de la semiótica. Incluido en dos diccionarios de escritores venezolanos. Reportero para América Latina en “Literary News”, programa transmitido por CKCU 93.1 FM, de la Universidad Carleton, (Ottawa). Miembro de varias asociaciones internacionales de escritores e hispanistas. El poemario “Los cantos de la vida inocua” obtuvo el segundo premio en el concurso de poesía estudiantil de la Universidad del Zulia y fue incluido en la antología “Los Espejos Plurales” (1999). 

Otros textos de Alberto Quero en Herederos del Kaos

Fotografía de  Kevin Gent (en Unsplash). Public domain.


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