“La soledad es la gran talladora del espíritu”.—Federico García Lorca.
Cruzó la calle sintiéndose solo y hambriento. Nada importaba ya, lo único que quería era no volver a ese lugar, deseaba estar muerto, desaparecer del mapa, o que se lo tragara la tierra, cualquier opción era buena. No quería escuchar a su mamá quejarse, o a su hermano llorar, estaba harto, harto de todo, pero lo único que hacía era sentarse y mirar, quería que lo vieran, que pararan de fingir que no existía, tal vez pudo hacer algo, pero su poca valentía lo tenía preso. Hasta ahora.