«Intelligentsia IX», un minicuento de Enrique Anderson Imbert

Con máquinas calculadoras los técnicos montaron una Academia de Filosofía. Primero eligieron las obras más importantes en la historia del pensamiento. Después, mediante un rigurosísimo análisis, las despojaron de sus accidentes —lenguaje, biblioteca, época, paisaje, polémicas, anécdotas— hasta reducirlas a esenciales visiones del mundo. Por último, con estos núcleos de ideas fundamentales prepararon los cerebros electrónicos. Para que

«Los caminos», un cuento de Haroldo Conti


y aunque la línea está cortada señalando el fin
 yo solo digo adiós hasta que nos veamos de nuevo.

Bob Dylan

A veces pienso que los días de mi vida se parecen a las teclas de esta máquina. Son redondos y precisos y justamente porque no hacen otra cosa que escribir.

Paco Urondo me ha dicho quiero que escribas algo para el Diario

«Alfabeto», un poema de Inger Christensen

Los alfabetos existen
la lluvia de los alfabetos
la lluvia que se cuela
la gracia, la luz
interespacios y formas
de las estrellas, de las piedras

el curso de los ríos
y las emociones del espíritu

las huellas de los animales
sus calles y caminos

la construcción de nidos

«500 días, 500 martillazos…», un poema de Magda Portal


500 días, 500 martillazos
hora a hora, sobre el yunque del alma.

Madrugada. Una de tantas madrugadas
en que es inútil llamar al sueño,
en que es inútil botar, como a una mosca
al pensamiento

Afuera hay una madre pequeña
¿cuántas madres?
y una hija muerta de frío.

Desde Barcelona: «Una puerta», un poema de Pedro Alcarria Viera

Cruzó la pequeña puerta blanca, despintada
la madera y colgando cabizbaja.
Cruzó el dintel y la breve orla del sol le lamía los hombros.
Entró encorvado y con el bigote en llamas.
Entró acarreando una pala y un macizo de hortensias derrengado.
Una vez un tulipán azul. 
Y tres veces un ataúd.
Hubo días en que, al entrar, su mano callosa se demoraba unos

«Las voces del silencio» y «El amor», dos minicuentos de Costas Axelos

Por fin la energía atómica se ha liberado y ha destruido toda vida humana sobre el planeta. Solo se ha escapado un habitante de un rascacielos de Chicago. Después de haber comido y bebido todo lo que tenía en su heladera, leído, visto, mirado y escuchado su biblioteca ideal, su museo imaginario y su discoteca real, desesperado al ver que no se moría, decide suprimirse y se tira al vacío desde el piso cuarenta.

Desde México: «Santa Romelia del Pecado», un relato de José Alberto Capaverde

Allá en un lejano y triste pueblo, de nombre Santa Romelia del Pecado, que pertenece al municipio de San Torcuato del Sagrado Perdón, todo es como ausencia, como soledad, como vetusto, como añejo. No recuerdo con precisión en dónde queda enclavado semejante lugar, pero tengo una visión borrosa que está custodiado por cuatro cerros "desdentados". Pero en realidad no es tan interesante el lugar en sí, podría decirse que es otro más, de esos que se pueden encontrar

Desde Argentina: «La historia se repite», un relato de Juan Luis Henares

A finales de la década del treinta del siglo pasado mi abuelo, sin un peso en el bolsillo, llegó en barco a la República Argentina, escapando de la violencia falangista tras la Guerra Civil Española. Su vida aquí no fue nada fácil, muy lejos de los seres queridos que quedaron en Catalunya; sin embargo gracias a la solidaridad de la gente que simpatizaba con la causa Republicana, y a los que también llegaron de España, pudo sobrevivir y formar una familia. A

Desde Montenegro: «El manuscrito del silencio», un poema de Svetlana Kalezic

Svetlana Kalezic

   Te perdono, Poema,
que has sido siempre lo que eres,
lo que no eres,
que no sabes más de ti mismo
  de la descendencia de tu sombra.
   Te perdono, Luz,
erguida de cansancio
es frío crecer en los senos de la gente.
   He reunido en mí tus males,
con la existencia estoy vengándome de ti,
soy un gesto pisado que se

Minicuento: «El funeral», de Slawomir Mrozek

Durante un paseo, me uní a un cortejo fúnebre. Siempre anima más que vagar uno solo y sin rumbo. No sabía a quién estaban enterrando, pero ¿qué importaba? Nosotros, los humanos, formamos todos una gran familia.
Además, siempre se puede preguntar. Mi vecino de la izquierda del cortejo tampoco lo sabía.

—Voy a la tintorería a recoger un pantalón. He visto el funeral y,

«La señal», un cuento de Inés Arredondo

El sol denso, inmóvil, imponía su presencia; la realidad estaba paralizada bajo su crueldad sin tregua. Flotaba el anuncio de una muerte suspensa, ardiente, sin podredumbre pero también sin ternura. Eran las tres de la tarde. Pedro, aplastado, casi vencido, caminaba bajo el sol. Las calles vacías perdían su sentido en el deslumbramiento. El calor, seco y terrible como un castigo sin verdugo, le cortaba la respiración. Pero no importaba: dentro de sí

Selección de Poesía: Denise Levertov, Miyó Vestrini, Martha Kornblith, Birgitta Trotzig


"La tercera dimensión", de Denise Levertov

Quién me creería si
dijiera: «Me tomaron y

rajaron desde
el cuero cabelludo a la entrepierna, y

todavía estoy viva, y
camino agradada por

el sol y toda
la generosidad del mundo». La honestidad

"La primera ciudad", un texto perteneciente al libro "Cómo estar solo", de Jonathan Franzen

Dos sucesos de este año me indujeron a preguntarme por qué las ciudades norteamericanas en general y Nueva York en particular se toman todavía la molestia de existir. El primero fue un vuelo de vuelta al este desde St. Louis. Ocupaba el asiento de al lado una mujer elegante y agradable de Springfield, Missouri, que llevaba a su hijo de once años a ver a parientes de Boston. El hijo ya se había anotado unos puntos conmigo al sacar de su mochila un libro, en

«Historia de todos los días», un poema de Sándor Csoóri

«Historia de todos los días», un poema de Sándor Csoóri

Levantarse
y encender el fuego de la estufa,
en el cerebro después del aspar del humo,
en los ductos de los huesos fríos de insomnio,
y buscar el camino a la mano,
desde la mano al vaso de bebida,
los remanentes de las cenizas de ayer en los vacíos de la cara,
tal vez una tormenta de viento empujada por los pájaros

«Los pequeños mares», un relato de Claude Nogueras

La Propietaria del pequeño mar tiene mis ojos, quizás una copia más acertada de mi cabello, tal vez una silueta mejorada de mi cuerpo. A simple vista, solo nos diferencia la sonrisa. A su edad, mis dientes eran un poco más uniformes. La observo y me pregunto por qué al pequeño mar no lo sostienen mis manos. ¡Ah, sí! Porque ahora me atrae la extensión del océano y me exijo no conformarme con menos. Porque ahora pienso en la importancia de la inconformidad.

«Visiones», un relato del escritor madrileño José Luis Guerrero Carnicero

Carlos estaba pletórico, había encontrado un piso magnífico, amplio y céntrico y lo mejor era el precio del alquiler, increíblemente barato. Llamó a Berta para contárselo, pero no le cogió el teléfono, así que le puso un mensaje para que, por lo menos, supiese su nueva dirección, c/Andújar, 35 4-c
Ya lo vería al día siguiente y podrían hablar, tenía que acostarse porque le esperaba un buen madrugón al día siguiente y además estaba cansado.
Le despertaron unos ruidos en

«Fin del juego», un relato del escritor argentino Juan Luis Henares


Sigiloso llegó ante el Rey, pero al momento de pronunciar su discurso se sintió inhibido por su presencia. Su Majestad, con su larga capa blanca y su corona, se veía tan poderoso, tan arrogante, que tuvo temor de hablar en voz alta. Por lo tanto se acercó a otro súbdito de la corte y, casi susurrando, el Peón le dijo al oído:

—Señor Peón blanco, dígale a la Torre, que le comunique al Caballo, que le cuente al Alfil, que

«La pequeña ferretería», un relato de Homero Baeza Arroyo

Él, es un buen hombre con todas las personas, pero les tiene un especial cariño a los niños, tal vez sea por su edad o porque empieza a cerrar su círculo vital, regresando a su infancia. Les ofrece siempre, alguna golosina cuando lo visitan con sus padres.
También es muy creativo, hace con sus manos muchos y especiales inventos. Le gusta estar siempre ocupado, dice que para distraerse. Sus consejos y sus risas, siempre están a flor de labio. Tiene, y atiende solo, una

«Yo lo vi todo», un relato de Walter Ferras

Foto de Nate Cohen

Nunca voy a olvidar el sacrilegio hacia un pueblo. La calurosa tarde nos llenó de exiguas esperanzas, así salimos a la calle. El Capitolio, las plazas, los parques de La Habana olvidaron a los ingleses para ser tomados por los cubanos. Teníamos hambre, miedo, cansancio y la eufórica multitud avanzaba imparable como las incontenibles olas producidas por un huracán. Mis consignas eran sencillas “¡Comida y Libertad!” “¡Democracia para el pueblo!”, eran reclamos que para la

Viejos y nuevos paradigmas sociales

Las tecnologías de la información y comunicación están llevando a la sociedad a un nuevo paradigma de convivencia, donde lo virtual cada día gana terreno en todas las actividades cotidianas, pasando por la ciencia, la política, el comercio electrónico, la teleeducación y todos los sistemas de persuasión de masas nunca antes vistos.
El distanciamiento social y la cuarentena a raíz de la pandemia de COVID-19 está imponiendo la

«El cuarto de atrás», un relato del autor argentino Juan Luis Henares


Despierto alarmado, sin comprender lo que sucede estiro mi brazo y logro encender el velador. Mi mujer —como siempre— duerme, es indudable que no ha percibido nada. Agudizo mis sentidos y lo escucho de nuevo: es un sonido desconocido, podría decir inhumano, que proviene de la parte trasera de la casa. Pego un ágil salto y corro por el pasillo hacia el dormitorio de mi hija,

«Súcubo, súcubo…», un relato de Carlos A. Limón

“Buenas-buenas, muchachote… No hagas como si la virgen te hablara… (risas) ¡Qué chistoso, la virgen, hace mucho que no pienso en ella! En fin… ya estoy contigo, cachondón, como siempre me lo pides, ¿no?”
—¿Hmmm? Déjame dormir… no sé de… qué carajo hablas…
“Nada-nada. Tú me deseas todo el día. Desde temprano, cuando tomas primero esa taza de medio litro de café bien cargado antes

«El encuentro tan esperado», un cuento de Graciela Cecilia Enríquez

"Tal vez es hora de dejar de buscarte, tal vez ella ya no esté entre nosotros y sí es así, mi promesa hacía ti, habrá quedado incumplida"...
Allí estaba Gerardo de 70 largos años, aún conservaba una gran lucidez y una importante cordura.
Sobre todo una memoria sin restricciones, junto con una inmensa melancolía y la nostálgia de tiempos tan lejanos, que no regresarán nunca más. Su entrecejo se va ciñendo, al ir

Desde Turquía: «El que va a emergencia solo», un poema de Zeynep Tuğçe Karadağ

El modista que se le quiebran las agujas de una en una
Pensó que podía cocer su destino, se equivocó
Lo que se ve en el espejo:
Como si estuviera pensando en el botón que lo tenía preocupado
Todavía hay tiempo, para pensar

En la noche va solo con su enfermo a emergencia
El pasajero que no saludaba, es la

Terrorismo y narcoterrorismo en el Perú

La Comisión de Inteligencia del Congreso de la República del Perú expresó mediante un comunicado su total rechazo ante las amenazas realizadas por la organización criminal Sendero Luminoso, hoy denominado Militarizado Partido Comunista del Perú, contra diversas personalidades de nuestro país.
“La Comisión de Inteligencia del Congreso de la República, ante las graves amenazas de muerte

«En tus Aguas», un poema de Estrella Gracia González

¿Quién pudo haber llorado tanto hasta formar el mar?
¿Quién pudo sentirse tan solo para crear el desierto?
¿Quién pudo sentir tanta ira en su ser hasta formar el volcán? 
¿Quién ha sentido tanto dolor en el pecho
y ha llorado 
inconsolablemente hasta escuchar risa en su llanto? 
Toca, mar, mis pies y entre el huir de tus olas, llévame,

«El corrector», un cuento de Andrés Rivera


Ella y yo trabajábamos en una editorial de capitales europeos, y que se preciaba de haber publicado la primera Biblia que usaron los jesuitas en tierras de México.
A la hora del almuerzo, ella y yo nos quedábamos solos. Los otros correctores, la cartógrafa (¿era una sola?), las tipeadoras, las mujeres de dedos velocísimos de la oficina de cobranzas, las secretarias de los gerentes, salían

Minicuento: «Tren de la mañana» de Thomas Bernhard

Sentados en el tren de la mañana, miramos por la ventanilla precisamente cuando pasamos por el barranco al que, hace quince años, cayó el grupo de colegiales con el que íbamos de excursión a la cascada, y pensamos en que nosotros nos salvamos pero los otros, sin embargo, están muertos para siempre. La profesora que llevaba a nuestro grupo a la cascada se

«Dientes, pólvora, febrero», un cuento de Rafael Sánchez Ferlosio


Dos tiros habían rajado el silencio de la mancha, y a las voces del hombre saltaron los otros de sus escondites, y acudían aprisa, restregando y haciendo sonar la maleza, de la que apenas asomaban las cabezas y los hombros por encima de las jaras, mientras él los veía venir, con las piernas abiertas, inmóvil, con la escopeta en sus brazos, cruzada delante del pecho, y los miraba

«Mortis Paranoia», un relato de Federico Ambesi

Refugio emocional

Me hostiga el reflejo del sol colándose por la ventana, lo odio porque no puede salvarme de la tiniebla en la que me pierdo sin siquiera cerrar los ojos ¿Qué hace ahí, mirándome como un idiota, sin hacer algo contra estos cuervos? ¡Deberías hacerlos arder, estrella corrupta, para que al fin dejen de acecharme! Mis

Des-encuentros: tres textos del artista visual y escritor Mario Andrés Arcos Guerrero

S O L  D E  L O S   V E N A D O S

El firmamento se oscurece cuando La Abuela me hace una mueca y un gesto con los labios para indicarme allá lejos: — la última luz del día, es el sol de los venados—. Entonces me imagino animales que saltan asustados en el monte para esconderse más allá de la noche. Es la última luz del día la que veo a lo lejos caer sobre las casitas de ladrillo a través de la ventana en el cuarto de mi

Desde Uruguay: «Cruising* Chuy», un relato de Ruben Fernández

Siempre supe que Juan Pedro era muy religioso, místico hasta la locura. Utilizó todos los medios a su alcance (incluso las penitencias) para convertirme a su religión. Nunca lo logró.
Cierto día me comentó de una secta sobre la que había estado leyendo e investigando en la biblioteca de la Junta y en la del Liceo; se llamaba “Skoptzy” y de acuerdo a la información

Literatura fantástica: «El enemigo del pueblo Tirr», un cuento de Juan Martín Paris

Día 625 del año 20541

 

Mi nombre es Señor Vwrek. Vivo en el planeta Tirr, lindo planeta, no-grande pero lindo. Dado lo no-grande de mi planeta existe una sola nación. En el pasado se ha hecho el intento de dos naciones, pero a la larga entraron en situación de no-paz. Y eso no pasaría nuevamente. ¡No! Pero como está en nuestra vieja naturaleza la no-paz, de tanto en

Desde Paraná: «Cuestión de prioridades», un relato de Juan Luis Henares

Apuntó a la rapada cabeza y con toda su fuerza lanzó la piedra; como el juez de línea corría a la par del delantero que llevaba la pelota, el proyectil cayó a varios metros de distancia. Al ver que erró su tiro, gritó a viva voz:
—¡Pero si no fue orsai! ¿Qué cobrás animal? 
Entre tanto bochinche el lineman ni se enteró del grito. Quien lo escuchó fue otro hincha ubicado a

«Vacio», un relato de José Alfredo Baten

Oigo como ríen, como cuchichean los comensales de la calle que transito, nostálgico; con un agujero en el pecho por la bala de tu ausencia. 
Arrastran mis pies mis penas, mi vergüenza, mi fatalidad; hoy es una copia de ayer, y hoy la intuición de mañana. 
Me pesa la existencia. Me ahoga el nudo de tus dedos en otro cuerpo. Tu sexo sin mi sexo; la

«Advertencia», un relato del gestor cultural y escritor mexicano Homero Baeza Arroyo

Con un dolor insoportable en todo mi cuerpo, logré subir a mi automóvil, arrancarlo y con la visión nublada, me perdí conduciendo por las oscuras y solitarias calles de la ciudad.
Durante ese trayecto, al distinguir con mi apocada vista, la luz roja de un semáforo, me detuve, haciendo el correspondiente alto. Sentía, que mi corazón se aceleraba sonoramente, lo

«El Umbral», un relato del autor Alain Gómez Pérez | Laboratorio de Escrituras: Encrucijada

¿Dónde estoy?, ¿a dónde fueron todos?, ¿qué es este sitio tan oscuro? Mi mente conserva el vago recuerdo de un auto, muchas personas y luego… luces. ¿De qué se trata todo esto? Siento mis brazos pegados a mi pecho y apenas puedo estirar mis piernas. Tengo algo muy extraño pegado al estómago. ¿Por qué estoy aquí? Escucho voces, no sé de dónde vienen, intento mirar a todos

Desde Chile: «Un Maldito ebrio con suerte», un relato de Erick Diez

 
"Y vi al ebrio lanzarse del puente y caer al río, agitar sus manos torpemente aferrándose a la orilla tratando de salir, angustiado lo vi pelear contra la corriente hasta hundirse y finalmente perderse en las oscuras aguas de aquel río que no le dio la mas mínima oportunidad, que jamás le dio tregua y al fin se lo llevó consigo. 

«Yo, el de aquí», un texto de Rolando Reyes López

De poco sirve tener un nombre, saciar el hambre del recién nacido con el amor que todo beatifica, atrapar la historia que fluye junto al cauce de un poema y sembrarla en el campo fértil de la eternidad, estar de acuerdo con la voluntad del rocío, porque adorna el día a día usando las palabras que una vez fueron del susurro y las conversaciones.
No me equivoqué al enfrentar las

Misticismo y religiosidad en Lima


En la Lima de “todas las sangres”, donde conviven las tendencias más cosmopolitas y tradiciones populares y religiosas ancladas en la herencia de nuestros ancestros prehispánicos, hay un componente transversal a la vida de los limeños: la religiosidad, siempre cargada de misticismo y espiritualidad, con ese ingrediente de sincretismo, mezcla de la herencia hispana y andina.

«Esperándola», un relato del escritor y psicólogo Miguel Ángel Acquesta


                         Había aprendido que lo malo no era la espera, sino las cosas que imaginas mientras esperas. "La Reina del Sur" (2002), Arturo Pérez-Reverte

Núñez, Capital Federal. Invierno de 1981

 

El tañido del reloj en el estudio me sobresaltó. Ya son las nueve de la noche. Se me hizo tarde. A las nueve y cuarto viene Ella y Yo debería estar, como siempre, allí esperándola, un ratito antes, por

«Ser inmigrante», un texto de Alina Kummerfeldt

Ser inmigrante significa tener un corazón doble, un corazón dividido en dos o un corazón multiplicado. La mente construye un limbo, cuando una está en el país de origen, hace falta emigrar y cuando una es extranjera, hace falta el color de los alimentos, las iniciales formas de la tierra, la melodía de los modismos, las especias, el eterno horizonte del volcán y de la gente que creció