«El encuentro tan esperado», un cuento de Graciela Cecilia Enríquez

"Tal vez es hora de dejar de buscarte, tal vez ella ya no esté entre nosotros y sí es así, mi promesa hacía ti, habrá quedado incumplida"...
Allí estaba Gerardo de 70 largos años, aún conservaba una gran lucidez y una importante cordura.
Sobre todo una memoria sin restricciones, junto con una inmensa melancolía y la nostálgia de tiempos tan lejanos, que no regresarán nunca más. Su entrecejo se va ciñendo, al ir llevándolo su monólogo interno a lugares recónditos, del alma. De los recuerdos dormidos, que de tanto en tanto, despertaban para hacerlo retroceder a esos primeros días de infancia y juventud, donde jugaba con ella... ¡Su preciosa hermana!. La que por aquellos años contaba tan solo con 7 u 8 años aproximadamente. 
Con quién conversaba en secreto, en su Yo interno, al cerrar los ojos. La brisa rosaba su rostro ya maduro, arrugado con las huellas de la experiencia y la sabiduría de un gran sabio. Trayendo le remembranzas de paisajes, personas y calles que ya no existen, por el paso inescrupuloso de los años. Que no se dejaba corromper por el tiempo. Cuando fue interrumpido de aquellas memorias antiguas, y de inmediato dio un sobresalto estrepitoso, por la llegada de su nieta, besandole la cara. Él, tan rápido como la velocidad de la luz, llega vertiginosamente a su presente y le sonríe con un leve gesto que forma su boca, extendiendo sus labios hacia arriba. Produciendo esa tenue y leve sonrisa cómplice. Que marca ese amor incondicional entre un abuelo y su nieta, un amoroso sentimiento que no puede quebrarlo nadie, mientras ellos se miran perdiéndose entre sus miradas, mezclándose los ojos profundo y negro de Gerardo con los ojos verdes achinados de julia. Cuando este ritual culminó, el que pareciera tan inmenso, por tan intenso que era, pero sencillamente duro minutos y nada más.
-¿Otra vez perdido en aquellos recuerdos que te traen tanta tristeza, abuelo?- julia mimándolo. 
Y el sólo la miró nuevamente y le vuelve a sonreír. 
-Si, ¡mi vida!. Tú sabes que la he buscado desde siempre. Mientras estuve soltero, recorrí todas las regiones habidas y por haber. Y cuando me casé con tu abuela, viajaba por intermedio de mi trabajo. Y así llegaba a lugares inhóspitos 
-Pero ¡abuelo! Hace años un investigador te dijo que había fallecido - 
-Es que mi corazón no dice lo mismo, ¡ ella vive, lo sé! -
Lo besa en la frente y solo le hecha por encima de sus espaldas una manta. 
- Está haciendo frío, cuando quieras entra. Pero no tardes mucho- y ella solo se mete a la casa, sin ante hacerle un mimo. Y allí una vez más, él queda perdido en un punto lejano, intentando reconstruir el rostro tierno de su hermanita. La que un día su madrastra le arrancó de sus manos, al morir su papá. Desapareciendo así casi del planeta. Él le juro y per juró que nunca la iba a abandonar. Y cuando la hallé, un gran submarino de chocolate y café, irían a tomar juntos. Pero el transcurso de esos años jóvenes e inocentes pasaron y la vejez lo atropelló, sin golpear la puerta. Sin embargo Gerardo no la puede ver vieja, porque siempre que busca en sus recuerdos, aflora una dulce niña de cabellos negro azabache, ojos achinados y muy intensos, con dos colitas a los costados. Con un vestido de princesa, suelto atado con finas cintas, por atrás de su cintura. Medias con puntillas muy blancas y zapatitos en charolados. Así era su pequeña hermana.
Unos meses más tardes después de este paisaje y episodios de recuerdos continuos y regresiones al pasado. Una carta llega a su casa...
De regreso de una caminata por el parque Julia y su abuelo están de vuelta en su casa. Él entra dejando atrás a la joven. Gerardo se sienta un rato junto al Hogar. Su hijo, padre de Julia, llama a comer. Y lo que iba a ser un almuerzo rutinario...
Julia interrumpe en la cocina con un sobre, en aquellas manos finas y muy delgadas, suaves de doctora. Pero que ahora temblaban al intentar entregársela a su abuelo. Antes de cruzar el umbral de la entrada principal, ella reviso el correo, donde entre tantas correspondencia de facturas a pagar, una suscripción a una revista de moda, que julia encargó. Y una célula notarial que esperaba su padre que era abogado. Y así mezclada entre aquellas, una carta misteriosa de sobre marrón, tantas y más estampillas extranjeras, selladas y vuelta a sellar, es encontrada por la joven. 
- ¿Que pasa Julia? su padre sorprendido por su comportamiento.
-¡ mi reina ! ¿Porque tiemblas tanto? 
Su abuelo. Más con miradas, no faltó decir nada, las palabras sobraban y ella con mucho miedo y temor, estira su mano y mira directamente a su abuelo, a sus ojos. 
Y con tres palabras respondió a todo lo que preguntaron.
- Es para ti - mientras intentaba el tomar la carta desde el otro extremo y ella en forma inconsciente, no queriendo dársela. Hasta que rápidamente se sostuvo el cambio de manos. Gerardo traga saliva, respira muy intensamente y cierra sus ojos de un negro profundo, casi sin vida y a través de esa carta un hilo de esperanza y sueño se hacen presente, resurgiendo parte de esa fe perdida en algún tiempo en el transcurso de su vivir. La solapa estaba firmada por María Pilar Sánchez 
Su corazón pálpito muy fuerte, una leve arritmia marcaba su pulso, teniéndolo en vilo. La respiración se tornaba más fuerte y su boca quedó sin saliva
De un solo impulso abrió la carta y las lágrimas surgieron como torrente entremezclándose el dolor, la tristeza y la alegría por tanta felicidad, todo ello lo hacia vulnerable a tal situación.
-¿ Que pasó?, ¿ Que dice? . ¡ Papaaaaa!
- Ella me encontró a mí- Y no pudo decir más nada.
- ¿ Que abuelo? Julia intrigada por la noticia
Gerardo retoma su monólogo y continúa contando lo que leyó. 
- María del Pilar. Después de morir su madre de un cáncer fulminante, y ya adulta, comienza una exhaustiva búsqueda de mi paradero y yo por mi lado haciendo lo mismo. Encuentra una conexión hace 25 años atrás, y la sigue sin cesar, hasta que supo que me casé y me mude con mi esposa a otra ciudad. Perdiendo nuevamente el rastro. Más tarde unos 10 años ya más en el tiempo, el investigador que estaba a mi servicio
halló a alguien que me estaba buscando y hubo algunos malos entendidos. Creyendo que murieron las dos, no solo su mamá. Y el otro, que el que falleció fui yo. Y así las cosas siguieron su curso en otro rumbo. Hasta que hace un mes gracias al internet y la tecnología actual, fue uniendo cabos sueltos y conecto las relaciones de búsquedas de hace tantos años, supo que nunca la deje de buscar. Y así por la virtualidad encontró la dirección. 
Y allí se detuvo, y no habló más del tema. Se fue a acostar esperando un nuevo y mejor amanecer.
Al día siguiente el timbre de la casa, suena con un sonido diferente.
María del Pilar Sánchez , estaba esperando que le abrieran la puerta que estaba frente a ella y una vez más también ella frente a su vida...



Graciela Enríquez, argentina /BsAs. 26 de septiembre de 1962 empezo a la edad de 10 años a escribir y se introdujo en su gran pasión «La colección de Robin Hokk». A los 55 años pública el primer libro. Y detras de él fueron naciendo los demás Cuentos de hadas y fantasías (2017). Ela... La heredera (2018). El indigente y otros Cuentos (2019). Ha participado en diferentes antologías nacionales e internacionales y da vida a un Diario literario mensual de Cuentos de hadas y fantasías. Donde invita mes por mes a diversos artistas de todas las ramas del arte así como escritores y poetas a participar y compartir sus obras y trabajos.  

Email : enriquezgraciel9@gmail.com  
Instagram: @gracielaenriquez5
Página y grupo Cuentos de hadas y fantasías. Titulo de la obra: " El zapato de María Antonieta" / cuento de ficción. Más cuentos de Graciela Enríquez.

Fotografía de Heike Mintel (en Unsplash). Public domain. 


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