Desde Chile: «Un Maldito ebrio con suerte», un relato de Erick Diez

 
"Y vi al ebrio lanzarse del puente y caer al río, agitar sus manos torpemente aferrándose a la orilla tratando de salir, angustiado lo vi pelear contra la corriente hasta hundirse y finalmente perderse en las oscuras aguas de aquel río que no le dio la mas mínima oportunidad, que jamás le dio tregua y al fin se lo llevó consigo. 

Es lo último que recuerdo de esa maldita noche que llegaba a su fin...
Maldito ebrio con suerte - pensé- y me eché a reír.

seguí mi camino calle abajo tambaleante como de costumbre; revisando angustiosamente los bolsillos de mi arrugado pantalón a medio subir, intentando hallar en él,  alguna colilla de cigarrillo o algún sucio billete olvidado luego de haber pasado la noche en cada uno de los bares de esta maldita ciudad. Coqueteando y bebiendo descaradamente con prostitutas baratas y mendigos, para luego como ya era mi costumbre , Terminar la noche agarrándome a golpes con algún don nadie como yo por alguna tontería que ya no me valía la pena recordar. 

La madrugada llegaba como un duro puñetazo en el rostro, llovía y hacía frío y todavía me quedaba un largo camino para llegar a un pequeño y sucio cuarto de motel de mala muerte …(el único de la ciudad del que todavía no me habían corrido a patadas) pagado con esporádicos trabajos que encontraba por allí.

Había atravesado ya media ciudad, entre calles lodosas, esquivando jaurías de perros callejeros que peleaban desgarrándose las carnes y mostrando en su pobre dentadura los duros pedazos de pan que alguien arrojaba a la calle desde una ventana. Para luego, después de terminado su festín, volver a olerse los traseros los unos a otros , Entre los montones de basura que cubrían las sucias aceras.

Veía también a aquellos tipos que nunca fueron como yo, y que seguramente eran más hombres de lo que yo lo sería algún día. Hombres de trabajo que iban o volvían de sus agotadoras faenas, extenuados de la ardua jornada, ya fuera en minas de carbón o trabajando la tierra en los campos, sin más fuerza que sólo la de sus propias manos. 
Llegaban a casa con sus manos rotas y llenas de callos añorando el cálido beso de sus mujeres y el tierno y pequeño abrazo de sus hijos. Siempre regalando a los suyos.
La más tierna de las sonrisas...

En fin ,aquellos eran hombres de verdad. 
Recuerdo que alguna vez intente ser como ellos  -diablos- Si que lo intente.
Pero finalmente me di por vencido sabiendo que eso no era lo mío. 

Lo mejor de la vida para mi consistía en no hacer absolutamente nada más que vagar borracho por las calles desiertas de esta maldita ciudad cuando todas las luces se apagaban.

Estaba seguro; 《yo nunca sería como ellos, ni sentiría jamás el cálido beso de una mujer, ni el tierno y pequeño abrazo de un niño que se alegrase al verme regresar al hogar》. 

Ya que siempre fui un hijo de puta, un rebelde desde la cabeza hasta la punta de los pies...Un tipo realmente duro que nunca le vio el más mínimo sentido a la vida. 

Estaba seguro: yo nunca sería como ellos y no había nada que pudiera hacer para remediarlo. Quizás había algo mal en mi. -no lo sabía- al fin ,era un desastre y eso era lo mejor que tenía para ofrecer. 

La suerte me había sido esquiva y la vida no había sido fácil para un tipo como yo. Y yo tampoco había sido nunca ningún santo
 - sabes -.

No habían razones para serlo, ni para estar sobrio ...ni para sentirse alegre o triste. Solo deseaba emborracharme, cuidando de tener siempre un poco de veneno en el corazón. 
Me lo repetía a mi mismo cada jodida noche pues sabía que la lucidez me volvía un ser estúpido y melancólico . 

Un don nadie vulnerable y eso realmente apestaba. 
Le tenía miedo a ese estado...un jodido miedo que me ahogaba en recuerdos a los cuales era necesario acallar con unas cuantas botellas de alcohol barato y cigarrillos. 

La lluvia se había marchado y el sol regalaba sus primeros rayos, los pájaros salían de sus escondites nocturnos en busca de alimento. Todo era un mundo nuevo. 

El frío mañanero calaba hondo en los huesos y me partía la cara en dos, las calles me parecían tan distintas de día que me sentía un extraño perdido en algún lugar desconocido. Solo necesitaba a alguien que me invitara un trago o dos, un cigarrillo, una mujer de curvas voluptuosas que me hiciera olvidar los malos días meneando sus grandes caderas encima de mi en un vaivén interminable. Maldiciendo y murmurándome en el oído las palabras precisas (aquellas que tú sabes) excitarían a cualquiera. 

Necesitaba llegar a mi pequeño cuarto, tenderme en el frío colchón, taparme con la cobija; tratar de dormir un poco...quizás soñar.

¿que más necesitaría un hombre para ser feliz?

¿acaso morir? - me preguntaba-
Mientras en mi cara se dibujaba una pequeña y vaga sonrisa de triunfo al ver que ya llegaba a mi hogar.

abrí los portones sin hacer ruido...como pude subí los viejos escalones de madera, llegué a la puerta de mi cuarto y busqué la llave entre mi vieja chaqueta.

abrí la puerta y allí estaba yo...
Me embargaba lo inútil de la felicidad, me sentía realmente contento.
Me quedé  inmóvil un momento observando el pequeño y sucio cuarto 
aquel que había sido mi hogar durante un largo tiempo y el único del que todavía no me habían corrido a patadas. 
En el cuarto habían pilas de botellas vacías, colillas de cigarrillos por donde mirara pero aún así me sentía inmensamente feliz.
Cerré la puerta despacio , dejando mi chaqueta en la única silla de la habitación y al fin me senté en el frío colchón, desatándome los gastados cordones de mis zapatos embarrados de lodo, desabotonando lentamente cada uno de los botones de mi vieja camisa; para luego, tumbarme y taparme con la cobija cerrando los ojos...
Queriendo disfrutar cada maldito segundo de esto, creyendo merecerlo

-echándome a reír - 
Me dormí pensando que yo también lo era ;
Que yo también era un maldito ebrio con suerte. 
No había más verdad en mis palabras y nunca la hubo."
                 


lson Eric Castillo inostroza. (Erick Diez). Chile, 36 años. Ha publicado en diversas revistas literarias de países hermanos como: México, Argentina, Bolivia, Ecuador, Colombia y últimamente en revistas de España y EE.UU. Actualmente colabora activamente en antologías de su país con relatos breves y poesía.

 
ILUSTRACIONES: La imágen ha sido remitida por el autor de la obra

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