«Advertencia», un relato del gestor cultural y escritor mexicano Homero Baeza Arroyo

Con un dolor insoportable en todo mi cuerpo, logré subir a mi automóvil, arrancarlo y con la visión nublada, me perdí conduciendo por las oscuras y solitarias calles de la ciudad.
Durante ese trayecto, al distinguir con mi apocada vista, la luz roja de un semáforo, me detuve, haciendo el correspondiente alto. Sentía, que mi corazón se aceleraba sonoramente, lo escuchaba fuera de mi pecho. 
Alguien, en esa espera momentánea para el cambio de señal, entró sin abrir la puerta al interior de mi vehículo. No quise voltear para ver quién era, tal vez por la prisa o el miedo. Pude oler, un agradable olor a rosas, pero mi dolor, aunque podía controlarlo, no se iba, al contrario se hacía más fuerte e intenso.

Es casi, la media noche y la oscuridad se ha hecho más profunda. Solo unas cuantas cuadras, y podré llegar al hospital. Siento que mi automóvil vuela, pero no es así, es solo una extraña sensación. Mi polizón acompañante, que no se ha dejado ver, no dice nada, pero siento su mirada. Es dulce y tierna la forma como me observa y el perfume se ha hecho más agradable a mi nariz. 
Llego, por fin a las puertas del hospital en el área de urgencias. Detengo el motor, abro la puerta y me desplomo al no poder caminar. Pido ayuda, nadie me escucha o no sale la voz de mi garganta, Ya no percibo el exquisito olor de mi extraño acompañante. Un par de camilleros, me levantan, me transportan y me depositan como si fuera un costal de carne y huesos, sobre una fría, dura y estrecha cama. Un médico con sus enfermeros, me atiende y me bombardea con preguntas que mis labios y mi voz no pueden responder, pero todas las respuestas se quedan almacenadas como piezas de rompecabezas en mi mente. El doctor dice: “Parece que está muerto. Prepárenlo para una auscultación general. Casi no tiene pulso”

Me arrancaron con rapidez, mi ropa exterior, me vistieron con una simple bata de color verde descolorido, tomaron todos mis signos vitales. Nuevamente el médico con satisfacción dijo: “Lo tenemos, ya volvió, el pulso, y su respiración son normales”
Forzó mis parpados, para ver dentro de mis ojos encendiendo una pequeña lámpara de luz intensa que me llegaba hasta el cerebro. Abrió mi boca, escuchó cuidadosamente mi corazón con su estetoscopio, me dio unos pequeños golpecitos con su dedo medio en mi vientre, dobló mis brazos, luego mis piernas. Ordenó aplicar un suero vía intravenosa y prepararme para tomografía y rayos X. 
Constantemente me preguntaba: ¿Dónde le duele? ¿Duele aquí, acá, donde le duele más? Yo no contestaba nada, la verdad es que a esta edad, te duele todo el cuerpo, llevo 78 años viviendo, pero todavía me siento fuerte.

Nuevamente, ese olor tan agradable y la presencia tan gentil que observa con detenimiento y paciencia mi desgastada silueta, que se estaba elevando, como si no existiera la gravedad, con una facilidad increíble para mantenerme levitando en el aire. Toma suavemente de mi mano, me indica que vea mi cuerpo sobre la cama de hospital, para luego conducirme hacia la salida de esa sala de emergencias, pero antes de salir, puedo ver otro ángulo de aquel espacio. Existen más pacientes, algunos acompañados por sus familiares, otros por extrañas siluetas espectrales de distintos colores, que al igual que yo y mi acompañante, están suspendidos en el aire sobre los cuerpos, de todos los enfermos. Pasamos cerca de ellos, es como si fuera una fábrica con trabajadores fantasmas, sobre motores humanos descompuestos o totalmente dañados. Algunos, serán reparados, otros ya no tienen remedio.
No me puedo ir así, tengo que regresar a mi cuerpo, pero: ¿Qué es esa fuerza benévola que me invita a salir de esta sala? ¿O ese repentino choque eléctrico en mi pecho, que me hace regresar a mi lecho? Todo esto me parece sobrenatural. 
De pronto, una fresca y densa niebla, llena por completo el espacio vacío, parece que solo yo la veo. Todo el personal médico, continúa con su trabajo. Así permanece por un buen tiempo, como si estuviera nublado y mi cuerpo se invade de un agradable sopor que me reconforta y me pone atento. 

Mi vida en imágenes empieza a verse, desde mi infancia en mi mente, como recuerdos que veo reflejados en la gran pantalla de neblina, eso me mantiene entretenido y en calma, observando y confirmando, que ha sido mucha mi experiencia de vida y mis acciones durante tantos años. Los recuerdos buenos son abundantes. Los regulares y normales, son bastantes. Los malos, son los menos, casi nada. 
Pero… ¿Quién está señalando o juzgando mis actos realizados durante toda mi vida? No hay respuestas, solo especulaciones, que pueden ser verdades. Así como en un bien estructurado guion de película, casi completo, se detiene en el momento que vuelvo a la realidad y me encuentro en este lecho hospitalario, acompañado de esa agradable presencia perfumada, que me fortalece y me vuelve a la vida.
El médico, ahora especialista, dice: “Es solo una alteración del ritmo cardiaco, no hay que preocuparse, pero si atenderse. Ya se encuentra estable, ahora, solo que lo dejen descasar, lo vigile el cardiólogo, y denle una cita con el geriatra, para que pueda vivir saludablemente y en paz, hasta que Dios se lo permita.
Yo suspiré, abrí los ojos y todo había vuelto a la normalidad, pero en mi mente, alguien me decía: Aún te queda tiempo, utilízalo para bien, hasta que yo regrese, cuando sea la hora de tu partida.

Se fue la voz de mi cerebro, pero en mi nariz, seguía ese agradable olor y sabor a rosas de Castilla. Esos tiernos pétalos, que a mi edad todavía me gusta comer y que mi madre, hervía en el agua que utilizaba para bañarnos cuando éramos niños. Ahora, tengo una fuerte sensación de estar comenzando una nueva vida.

Octubre del 2021.





Homero Baeza Arroyo. Nace el 26 de Abril de 1950. Originario de Ojinaga, Chih. México. Frontera Norte con U.S.A. Tienes estudios de: Arquitectura, Teatro, Danza, Artes Plásticas, Música y Cerámica entre otros. Se ha desempeñado siempre y desde temprana edad, a la práctica, enseñanza y profesionalización de las artes. Ahora ya jubilado como arquitecto y profesor en artes. Fue maestro de teatro y artes plásticas en el CEDART David Alfaro Siqueiros de Chihuahua, Mex, donde también fue director, En el año 2015, deja sus cátedras en el Conservatorio de Música de la misma Cd. A esta edad, ha retomado con más intensidad e interés el área de la literatura. Sus textos, han sido publicados en los periódicos locales de su natal Ojinaga. A nivel estatal; primer lugar en narrativa, de parte de la dirección de atención y prevención a las personas discapacitadas, discriminadas en los adultos mayores. Y, en sus distintas exposiciones plásticas como escultor y ceramista, o en obras de teatro donde ha intervenido como director, autor o actor.
En la actualidad, se dedica, según él, a cumplir con una de las misiones más importantes de cualquier arte: Comunicar en los diversos vocabularios artísticos. 


ILUSTRACIONES: La imágen ha sido remitida por el autor de la obra
             

1 comentario:

  1. Ciencia o ficción?
    Solo el que vive el momento puede responder la pregunta, pero nos hace reflexionar sobre el valor que le hemos dado a nuestra vida, para bien o para mal

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