Cuando Elena dictaba su curso de Literatura Fantástica, a medio semestre le gustaba mandar a sus estudiantes a escribir un cuento. De esta manera era fácil darse cuenta quién estaba entendiendo en qué consistía el género. Le daba especial placer leer los cuentos de los buenos estudiantes, pues casi invariablemente también resultaban bastante entretenidos.
Aunque era extremadamente tarde, quiso leer un par de cuentos antes de acostarse. Los habían entregado el día anterior, pero ella no había tenido tiempo ni de mirarlos. Seleccionó de entre el montón el cuento de un estudiante particularmente bueno, Fausto Pérez. El cuento se