Montserrat López Alsina: Un cuento fantástico

Cuando Elena dictaba su curso de Literatura Fantástica, a medio semestre le gustaba mandar a sus estudiantes a escribir un cuento. De esta manera era fácil darse cuenta quién estaba entendiendo en qué consistía el género. Le daba especial placer leer los cuentos de los buenos estudiantes, pues casi invariablemente también resultaban bastante entretenidos.
Aunque era extremadamente tarde, quiso leer un par de cuentos antes de acostarse. Los habían entregado el día anterior, pero ella no había tenido tiempo ni de mirarlos. Seleccionó de entre el montón el cuento de un estudiante particularmente bueno, Fausto Pérez. El cuento se titulaba “Un cuento de fantástico”, le molestó un poco la falta de originalidad he hizo una nota mental de mencionar la importancia de los títulos la siguiente clase. Para mayor sorpresa de Elena el cuento era extremadamente breve, dos párrafos a lo mucho. El cuento hablaba sobre un muchacho que al salir de una clase en la universidad se iba con sus compañeros a la playa, entraron a nadar en el mar y él se ahogó. El cuento no tenía nada de fantástico. Lo volvió a leer. Tampoco era muy interesante ni despertaba en ella ninguna emoción. Lo leyó por tercera vez. Nada. Estaba sorprendida, Fausto era excelente alumno y parecía no solo entender sino además realmente disfrutar la clase. Podría haber apostado que el cuento de Fausto Pérez sería el mejor de todos. 

Empezó a escribir al pie del cuento: “Este cuento no pertenece al género fantástico. Debes procurar causar un escalofrío, una emoción fuerte, una reacción de sorpresa e incredulidad en el lector” se quedó pensando cómo seguir. El celular que estaba junto a la pila de cuentos sonó y Elena contestó inmediatamente, temiendo una mala noticia por la hora de la llamada. 

—¿Aló, Elena? —Era una de sus amigas del yoga, Alejandra. No se habían visto en dos meses.
—Ale, ¿qué pasó?
—Elena, perdón por llamarte a esta hora. Mi cuñado Juan Carlos falleció… —Se le quebró la voz.
—¿Qué? ¡no! Qué pena, ¿estás bien? ¿tu esposo está bien? —Elena se sintió un poco tonta pero no sabía qué decir. Ella no conocía a los cuñados de Alejandra, sabía que tenía dos y eran bastante jóvenes, pero no sabía ni sus nombres. Sintió un segundo de pena por su amiga que debía afrontar esta situación y al parecer no sabía cómo, que la llamaba a ella que no tenía nada que ver con el asunto.
—No. Imagínate como estamos. Muy golpeados y sorprendidos. Me tocó la horrible tarea de avisar a las personas. Además, te llamo porque Juan Carlos era tu estudiante en la universidad. Estaba tomando tu curso de Literatura, ese sobre las historias fantásticas. 
Un escalofrío y un mal presentimiento se apoderaron de Elena. Ya sabía quién era. Juan Mena. Resulta que se llamaba Juan Carlos. El chico callado que se sentaba con Fausto Pérez, su alumno estrella. Alejandra seguía hablando:

—Fue muy extraño, parece que hoy salieron de la universidad y como es viernes deciden irse de viaje a la playa, así sin avisar ni llevar maleta ni nada. Y llegan directo a meterse en el mar y había aguaje y… se ahogó… ¿me estás escuchando?
Elena no la escuchaba, con las sienes latiendo y la boca seca, sus ojos trataban de enfocar las palabras del comentario que había empezado a escribir en el cuento de Fausto Pérez. 






Montserrat López Alsina nació en New Orleans y creció en Riobamba, Ecuador. Ha dedicado buena parte de su vida profesional a la literatura. Obtuvo un B.A. de The George Washington University en Literatura Anglosajona y un M.A. de University of Florida en Literatura Hispana. Posteriormente obtuvo el título de Máster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil de la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente cursa el Máster en Narrativa de la Escuela de Escritores de Madrid.
                 
Ilustración: la imagen de portada ha sido remitida por la autora de la obra.

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