Alucinación y Caos: «Tulia», un relato de José Alberto Capaverde "El Seis"

Ella siempre me veía; aunque el cielo estuviera obscuro. Me encontraba entre las infinitas formas que tienen las nubes. Se quedaba mirando por largas horas la bóveda celeste (para ella el tiempo no existía); no le daba el valor común que le dan los individuos. Ella podía pasarse “todo el tiempo del mundo”, observando un arcoíris lejano (sui generis). La capacidad de sus ojos había perdido el color; ahora sólo veía en blanco y negro. En una ocasión se quedó por tres meses mirando un buitre; el cual estaba cerca de su ventana, esperando la muerte. En todo momento miraba mi rostro dentro de su corazón; decía: que ahí tenía marcado su gran amor.

Un Médico pasó ebrio, buscando un paciente, para burlarse de él. 
Mientras una enfermera hermosa, besa con ahínco el pene de un paciente.
Una joven llora la muerte de su querido esposo. Las lágrimas parecen que laceran el rostro fino de la morena señora.
Un especialista (en medicina) trata de conquistar a su cliente (ya no son pacientes); y éste encantado cae ante los “embrujos” del homosexual. A lo lejos son dos “mujeres amorfas”, que se desean.
A un enfermo del corazón lo abren cual animal (cerdo); operación a corazón abierto, para sacarle todo el odio contenido. 
Mientras Tulia; me mira en una pastilla psicotrópica, y susurra: ¿Dónde estás mi amor? En el recipiente del agua, mira mi cuerpo, y se excita hasta la locura. Su cuerpo y su mente giran alrededor de mi maravilloso ser. A un señor de camisa blanca le comunica que es importante para ella, mi presencia. También a la licenciada en psicología le confiesa que está enamorada de mis huesos fosforescentes. Y hasta a los pocos “amigos”; como son, las nubes, la luna, el cielo, un ave, les hace saber que me necesita urgentemente. Por las noches aúlla; cual loba herida de pasión. 
Sencillo. Los trabajadores de la salud; la someten a unas buenas terapias de electrochoques. Con la clara finalidad de que esté un poco más calmada, más quieta, más manejable, más consigo misma.
Todo pasa como en cámara lenta; mientras caminas con una pequeña dosis de opio en tu cerebro. Nunca pensé ir al hospital psiquiátrico, jamás. Pero mis piernas no me pertenecían, y me encaminaron hacía el nosocomio de locura. Me sentía un gigante con alas; y en momentos parecía que volaba un poco. 

Hice algunos trámites de rigor, y me dejaron ver a la “loca”, así se expresaban en ese lugar extraño.
Me acompañó una linda servidora de la salud, y en el transcurso me iba platicando, algunas cuestiones triviales. Pero estaba palpitante de una extraña belleza. Me dijo algo así como que me deseaba. Pensé: no estoy escuchando bien. Pero cuando puso sus brazos en mis hombros y me besó, supe que había escuchado perfectamente. ¡Oh, Leoncio, en verdad eres guapo!, me dijo. Sacó de entre sus ropas una jeringa con heroína, y me la mostró, tratando de seducirme con semejante droga. Miré su perfecto cuerpo; y también su antojable alcaloide, que terminé por caer en sus redes. Iniciamos nuestra liturgia sexual-erótica desde el lugar para enfermos; y luego nos dirigimos al departamento de Aurora, así estaba escrito en su tarjeta de presentación que le colgaba del cuello. En el camino me dijo: Siempre esperé que fueras así; un tipo extravagante, guapo, vicioso, elegante, y culto. Recogí esa imagen por las narraciones de Tulia; ella te idolatra. Le levanté un poco la falda blanca y le miré un glúteo, y me percaté de su perfección. Estoy muy bien, dijo mi nueva mujer, mientras se desabotonaba el pecho, para mostrarme sus glándulas mamarias. Nos fuimos tomados de las manos; con un rumbo fijo y un plan inmediato: hacer el amor, y drogarnos un poco. 
Un médico X, decía que Tulia, era una esquizofrénica; mientras él se masturbaba mirando a su madre. Era un caso muy confuso. 
Otra psicóloga opinaba que la enferma mental padecía psicosis; y que era un caso muy lamentable. Pero esta profesionista tenía relaciones sexuales con su hijo, un jovencito de algunos 14 años de lujuria. 
Todo era el caosssssssssss.
Tulia, seguía mirando mi rostro en el hueco de su corazón, donde mis palabras sonaban como una maldición. Dicen, que todas las mañanas entona mi nombre, y lo pronuncia como una triste letanía. 


José Alberto Capaverde. El Seis (no es de un país en particular, es un hombre universal. Por el momento se encuentra en los Estados Unidos Mexicanos, como podría estar en España, Argentina, Francia, Alemania) se ha preparado en grado óptimo en los bares, cantinas, tabernas, panteones, y algunos manicomios. Así mismo ha encontrado una preparación sublime entre las piernas ardientes de las damas desnudas. Ha estudiado: Filosofía, Letras. Le encanta, le fascina, le gusta, que llueva aguardiente escocés… y leche materna. 
 
EL SEIS.


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Photo by Tincho Franco on Unsplash (public domain).


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