Sueña el árabe un sueño que lo cansa. Otra vez el desierto, la tormenta de arena, el sol incesante. Los ojos rojos, resquebrajados, secos. Un vendaval blanco, unos gritos distorsionados. Voces difusas que se van apagando hasta dejar una profunda soledad. Silencio. Se han ido, se ha muerto. Despierta.
El sudor moja la almohada. Las gotas corren por su frente ya anciana. Lo ha vuelto a soñar, y lo ha vuelto a perder. Otra vez.