"Entre el caos y la reflexión: Una conversación con Juan Carlos Vásquez". Por Wafi Salih

“Me pareció fantástico poder crear un escenario donde las víctimas pudieran vengarse de sus agresores: personas aparentemente frágiles que dan rienda suelta a su ira cuando son estigmatizados”. 


Entrevista a Juan Carlos Vásquez


“Necesitamos el valor de ir hasta los márgenes, de penetrar en todo para sabotearnos y violar la rutina que nos imponen, alimentas el texto y auto justificas tus más descabelladas acciones”. 


—¿Qué piensas acerca de tu habilidad para tomar decisiones valientes en tu camino, ya sea con apoyo o yendo en contra de la corriente? Mientras algunos admiran esa actitud, otros la critican. ¿Crees que ser el dueño de tu propio destino es equivalente a tener libertad?
—El viaje repetido por mucho tiempo no es precisamente lo que logra la libertad. Ese aparente desprendimiento del pasado y la confrontación con la soledad forman una cruenta estrategia de supervivencia que luego reflejó en las acciones de los personajes. No tengo libertad por la capacidad de elección, lo que si nace en el desplazamiento es ese reavivar de las expectativas que tanto necesito.
    
—Acoges en tu narrativa, hospicios, centros de salud, habitaciones, bibliotecas, trenes, autobuses. ¿Cuáles son los criterios que utilizas para seleccionar dichos lugares?
—Los considero como sitios de aislamiento, reflexión y cambio. En conjunto, representan lo íntimo. En estos lugares aflora el verdadero ser que llevamos dentro, por eso me gusta habitarlos con personajes, algunos de ellos raros y controvertidos (yo mismo).

—Cerdos felices y otros hundimientos… (uno de los subcapítulos en Vulnerables ¿Por qué este título?
—«Prefiguran al "hombre cerdo" debido a su compulsión por actuar», incluso en el contexto de una ofrenda religiosa llena de profunda devoción. Me resulta sumamente repugnante cuando se jactan de elegancia y se termina sumido en un un bullicio desmedido de alegorías y alabanzas, mientras destilan grasas intestinales al morder, no por la grasa en sí, sino por las posturas jerárquicas del comensal». También critico el costumbrismo y la política en sus extremos ideológicos. Soy consciente de que mi opinión es absolutamente intranscendente, pero no deja de ser un incordio absolutamente agotador, aburrido y tantas veces repetido en la historia, por ello me gusta denigrar determinadas conductas hasta lo indecible.

—Revisando en tus presentaciones veo que utilizas un lema: «Exploración urbana y continua de lo diverso». ¿Te consideras un explorador? Hablanos sobre los inconvenientes más comunes con los que te enfrentas al viajar.
—Desde muy temprana edad, tuve el sueño de visitar las grandes urbes y encontrarme con personas que, al igual que yo, algún día habrían dado ese paso. A diferencia de lo que muchos piensan, en toda metrópolis existen unas pocas calles donde se concentran los buscadores de oficio. Este pensamiento recurrente creció en mí hasta que finalmente me aventuré. Fue un caos interesante que me llevó a conocer muchas ciudades.
En Nueva York, viví experiencias totalmente opuestas. Experimenté la satisfacción de compartir con personas realmente interesantes, gracias a la diversidad cultural de sus propuestas. Sin embargo, también experimenté la hermosa catástrofe de "Ward's Island", una isla cercana a Manhattan donde cualquier práctica estaba permitida.

Allí aprendí la paciencia infinita ante el acecho de la violencia. A Manhattan la conocí palmo a palmo. Mis propósitos siempre eran los mismos; crear una relación verdadera con el mundo que habitaba.
Durante años las ansias de ir a otros lugares han tirado de mí, luego comenzó un ordenamiento de todas los desastres, se conjugan escenarios, catapultas a unas personas a otras simplemente las entierras. Ha sido un plan que se ha desviado en muchas ocasiones, sin embargo basta con seguir y esperar para que las aguas vuelvan a sus cauce. 

—Por favor, realiza un breve resumen del libro "Vulnerables" y explora sus matices…
—Algunas ideas surgieron de las vidas de los amigos que hice en el camino; otras, de un cruento análisis de mis circunstancias. Aunque obviamente existen partes reinventadas, la ficción inherente a la creación de mundos. Hay una variedad de géneros presentes: relato, microrrelato, cuento, crónica, diario y reflexiones, todos agrupados en cuatro partes: "Tiernas Relaciones tóxicas", "Cerdos felices y otros hundimientos", "Posapocalíptico" y "Al fin la calle...". Me pareció fantástico poder crear un escenario donde las víctimas pudieran vengarse de sus agresores: personas aparentemente frágiles que dan rienda suelta a su ira cuando son estigmatizadas.

La muerte.
El 17 de abril de 2017, mi padre nos dejó. El estrecho margen que unía su enfermedad con el triste desenlace creó una sensación de fatalidad que la distancia y la imposibilidad de viajar acrecentaban.

Visualizo al sistema social y sus vicios como una masa humana manipulable, torpe y fácil de agrupar para inculcarle cualquier idea estúpida en la cabeza.

En "Al fin la calle", la ciudad se presenta en su contexto más realista. Todo se inició en la época de mi primer viaje a la Florida. Era protagonista, pero también me desdoblaba para acudir en segundo plano a hechos que de alguna forma me causaban una profunda impresión. Desde entonces, fue un no parar: exponerme al cambio, radicalizarme para avanzar.
Cada historia puede interconectarse con los textos nuevos, proyectándose en algún aspecto. Así que podrás encontrarte al mismo personaje en una situación distinta sin alterar su atmósfera particular.
Cuando te internas en algunas ciudades, el movimiento es incesante y la reflexión surge.
Hay relaciones que, a conciencia, te hunden y por alguna extraña razón eso se celebra.
Necesitamos el valor de ir hasta los márgenes, de penetrar en todo para sabotearnos y violar la rutina que nos imponen. Alimentas el texto y autojustificas tus más descabelladas acciones.
   
—¿Cómo es tu relación con la poesía? 
—No puedo establecer un punto que me lleve a escribir una cosa o la otra. Es un impulso en una idea que por su profundidad no acepta medias tintas. Hace poco leí un cuaderno de poesía escrita a mis catorce o quince años, me pareció ramplón y simplista, más que… yo diría floripondioso, luego medité y me di cuenta. Allí estaba todo el germen que mutó y se hizo a sí mismo. Son tantas las cosas que tienen que conjugarse antes de que las fibras que sostienen al poema empiecen a verse. Escribir poesía es muy perturbador, te libera, o te mata.

—¿Puedes recordar a personas que hayan dejado una huella en tus experiencias en las ciudades que has visitado?
—Tuve el privilegio de conocer a personas maravillosas durante mis viajes de un lugar a otro. Una de ellas fue Ilona Rauhala Deman, una destacada antropóloga finlandesa que despertó mi interés por la literatura eslava. Juntos recorrimos gran parte de Florida, compartiendo experiencias inolvidables. 

Recuerdo a Oxana Narozniak, una escultora ucraniana de origen alemán que conocí en el lobby de un hotel en Miami. A lo largo de varias semanas nos reunimos a conversar, me daba consejos. Insistía en que la base del trabajo literario procede a base de influencias conscientemente adquiridas. Antes de irse me regaló algunos bocetos de sus trabajos y me dio su autorización por escrito para utilizarla como imagen de cubierta de un hipotético libro. Aquel gesto (siendo apenas un imberbe, y aunque parezca estúpido) fue un gran impulso para mí. 

También tuve la fortuna de encontrarme con el escritor venezolano Milton Ordoñez, con quien disfruté de largos paseos por museos y galerías en la ciudad de Nueva York. Sus conocimientos y perspectivas enriquecieron mi visión por la literatura.

A Eliezer Ortiz, un talentoso actor puertorriqueño. Durante dos años, dirigió la Unidad de Teatro en el "Centro Cultural Julia de Burgos" en Manhattan. Aunque actualmente reside en Los Ángeles, su influencia perdura en mi corazón.

No puedo olvidar a Mariano Rennon, con quien realicé un emocionante tour poético por Tenderloin, titulado "San Francisco and other poetic dreams". Nuestro recorrido nos llevó a explorar los rincones más inspiradores de la ciudad.

Un compañero de viaje excepcional fue Keith O'Donnell, originario de Boston. Nuestra amistad se forjó en la aventura de cruzar los Estados Unidos desde sus extremos más opuestos, del Atlántico hasta el Pacífico. Compartimos risas, historias y momentos inolvidables a lo largo de ese épico viaje.

Lamentablemente, también hubo pérdidas en el camino. Sahim Colón Almodóvar, quien luchó incansablemente junto a mí por sobrevivir en Ward's Island, él ya no está con nosotros. Un ejemplo de valentía y resistencia en tiempos difíciles.

Recuerdo a Charles Smith y Fernanda Lobos, con los que compartí piso y viví las fiestas más extremas en South Beach. Fernanda, Q.E.P.D." Charly era un cinéfilo, un melómano, un lector compulsivo que se dedicaba a la fotografía. Entre sus libros descubrí una tesis de grado sobre el escritor Jaime Sáenz que obtuvo -—según dice— como regalo de una escritora neoyorquina con la que tiempo atrás había mantenido una relación. Fue tal la impresión, que años después utilicé todos los medios para comunicarme con la sobrina, responsable de los archivos y derechos de autor del escritor para hacer un reportaje al cual titulé «Inéditos entornos de Jaime Sáenz». 
Y como no acordarme de Lilo Couvert, Kathy Kirk, Germán Reinoso, Jessica Espíndola y Guillermo Martínez.

Estas son solo algunas de las amistades extraordinarias que tuve la fortuna de hacer mientras viajaba de un lugar a otro. Cada una de ellas dejó una marca imborrable, recordándome la importancia de las conexiones humanas y la diversidad cultural enriquecedora que encontramos en cada rincón del mundo.

—En tus personajes predomina el sentido individual, es la conciencia del protagonista la que narra, por ello tengo la sensación de enfrentarme a cortes oníricos, psicológicos, que ahondan en la percepción ¿Cómo logras establecer tantas complejidades? Y, ¿hacer normal lo que para el juicio establecido no lo es? 
—Al principio me enfrenté a una especie de miedo abducido por todos. Pero en vez de contrarrestar sus palabras con mis argumentos me preguntaba sus porqués. Muy temprano comprendí que muchas personas son la consecuencia de sus propias negaciones y en vez de luchar contra ellas quieren expandirlas. 
Me interesé también por sus complejidades, solo que a tan temprana edad no sabes cómo afrontarlo, sin embargo insistí en hacerlo. Así, fui obteniendo respuestas a mis preguntas, ¿pero para que servirían estas respuestas? Servirían para las ideas en los discursos del texto. 
Era mi diálogo interiorizado (emociones, vida diaria, reflexiones, pensamientos en el protagonista). La tarea era romper. Como lo describió GB, mejor no podía reflejarlo en una reseña «[…] Los que padecen se salen de la realidad para crear su mundo sin importarles la indiferencia de los otros; los que se matan, se matan por aburrimiento […]». Todo va a suceder tal cual llegue a la mente.

—¿Qué leíste en tu juventud? Y, ¿qué lees o recomiendas en la actualidad?
—Leí Sobre héroes y tumbas (Abaddón el exterminador y El túnel) de Ernesto Sabato; libros de Julio Cortázar, Guillermo Meneses, Denzil Romero, Salvador Garmendia y José Rafael Pocaterra. Edgar Allan Poe, Lovecraft: los escritores rusos; Dostoievski, Chejov, entre otros; los norteamericanos, H. P. Lovecraft, Ambrose Bierce, a muchos de los que conformaron los Beat Generation. Además de Heinrich Böll, Péter Nàdas, Thomas Miller, Marguerite Duras, Jaime Sáenz (más recientemente). Oliver Sack, Malcom Lowry, Emil Cioran, Thomas Ligotti, Mircea Cărtărescu, Peter Handke, Cees Nooteboom, Alain de Botton, y muchísimos otros cuya lista se haría interminable. En la actualidad destacaría a la escritora inglesa Susana Medina. Las imágenes saltan por todas partes. Narrativa llena de matices sugestivos, sensuales e irreverentes. Yo hice un punto y aparte cuando leí parte de su obra, me regresó el entusiasmo por la lectura justo cuando comenzaba a perderlo. Alberto Jiménez Ure: un escritor único, siempre ha ido a contracorriente. Un outsider con una capacidad desmesuradamente intensa para ingresar al más allá en un ambiente espectral de enorme conocimiento filosófico. Luis Benítez: un poeta que deslumbra, contemplativo en exceso, que se abrió a las corrientes desde muy temprano, le admiro por su obra y por su humildad con los escritores más noveles.
Pablo López «Iconoclasta». Cruento y desenfadado narrador que pone en la mira todo cuanto la sociedad estúpidamente enaltece: A Julia de la Rúa que además de pintora y escritora ha luchado a contracorriente por mantener Araña editorial…. 
    
—¿Qué es lo más complejo y lo más placentero de tu carrera? Y, ¿cuál es el proceso con el que cumples para escribir?
—Lo más placentero es poder dar coherencia a las ideas. El conocimiento que deja la investigación, descubrir cómo determinadas estimulaciones, ambientes y circunstancias aceleran el ritmo creativo. Seguir aprendiendo, hace que la próxima vez avances con más facilidad. Lo más placentero es finalizar un proyecto ¿Por qué? Porque una vez terminado, el contenido de tus angustias se vuelven exteriores a ti, no completamente, pero sí en parte, sientes que te has liberado de algo. Lo más complejo son las negaciones continuas de algunos entornos. Lo mejor es no comentar qué se escribe, qué se hace, por lo menos hasta que esté hecho. Para escribir el proceso ha sido diferente, quizá, por tantos cambios. He tenido mis lugares sagrados, recuerdo con especial afecto un lúgubre y pequeño piso en San Francisco donde me atestaba de vino mientras escribía, y observaba por la ventana los exabruptos continuos de la calle Taylor; un banco que bordeaba el río Harlem, otro en el central Park y la 110, sobre todo en otoño. He escrito en los ambientes más extremos y más sublimes, normalmente me gusta escuchar música clásica o fusiones de estilos con armonías disonantes y tomar algo, normalmente pasa una hora desde mi primer intento hasta que logró la concentración perfecta y comienzo. Ahora prefiero el silencio de la noche. 
     
—Me pregunto cómo «en medio del caos que condujo a Venezuela a su destrucción», se puede ser capaz de escribir, y separarse de la realidad para crear otros mundos. 
—He pasado por varias etapas, como pasa conmigo pasa con todos. Entre tanta sangre y devastación se ha creado otro tipo de humor negro mucho más punzante, un sarcasmo letal para poder sobrevivir al trastorno psicológico de tanto horror cotidiano. Nunca te aíslas, es una perturbación constante. 

—¿Cuál ha sido tu mayor imprudencia?
—Muchas, la mayoría bajo el influjo del dipsómano que de vez en cuando habita en mí. Por ahora te contaré una. Era de noche y no podía dormir cuando un hombre se unió al grupo, era amigo de X... no recuerdo su nombre. Era un puertorriqueño flaco y bajito, con los ojos saltones y apariencia de pandillero. Por supuesto, nos encontrábamos en el Spanish Harlem. Se acercó a mí y me dijo: "Tengo en la mano una pastilla para dormir". Otro conocido tampoco podía conciliar el sueño y casi levantó la mano para que le tuvieran en cuenta. El chico puertorriqueño metió la mano en su bolsillo y sacó tres pastillas más de un blíster, uniéndolas a la que ya tenía en la otra mano. "Dos y dos", dijo, para que la distribución fuera equitativa. Me las tomé y me senté a esperar el efecto relajante para poder dormir, pero mis manos y pies se enroscaron y al otro chico pareció desprenderse la mandíbula, aunque en realidad no se le desprendió, simplemente no podía cerrar la boca y empezó a examinar unas piedras.

Pasé de tener mis pies y manos enroscados a una sensación de inestabilidad en la cabeza que se retorcía hacia atrás, mientras el resto del grupo sonreía. Fue inevitable llamar a una ambulancia. Al llegar al hospital, esperé angustiado en la sala de emergencias y observé al otro chico que también había tomado las pastillas en otra camilla, hasta que la doctora me envió a dormir con una inyección por siete horas. Antes de eso, nos hizo sufrir más de lo necesario pensando que no se trataba de un error inconsciente; siempre tuvo la idea de que fue el exceso repetido de los tantos toxicómanos de la ciudad. Aún me pregunto qué contenían esas pastillas.
    
—¿Qué te llevó a tomar la decisión de marcharte a San Francisco? ¿Cómo viviste ese largo viaje que duro casi cuatro días?
—Después de algunos años, no sé por qué sucede, pero ocurre. Algo te indica que es el momento. Casualmente, Charly había llegado a Nueva York en esos días, por lo que no podríamos pasar mucho tiempo juntos. Aunque seguía afectado por la muerte de Fernanda, se le dibujó una sonrisa cuando le conté mi intención. Ambos éramos propensos a pasar de la estabilidad a la incertidumbre con frecuencia. Duré meses eligiendo una ciudad, yendo a la biblioteca de Harlem o a la Aguilar, las bibliotecas más cercanas en el barrio. Abría mapas, leía e investigaba. Hice una lista y fui descartando ciudades hasta que me quedaron solo algunas opciones: San Diego, Chicago y San Francisco. Finalmente, me decidí por San Francisco debido a su clima, tolerancia y vida cultural. Inconscientemente, estaba influenciado por la cantidad de músicos y escritores que habían vivido allí. Charly ya me había despedido en otras ocasiones. Pasé muchos inviernos en la ciudad de los rascacielos, escribí mucho sobre la ciudad y la vida. No me iba por aburrimiento, me iba porque deseaba conocer otros lugares, pero entre mis planes estaba regresar. Recuerdo el otoño, las imponentes estructuras, la infinita diversidad de razas, mi banco en el parque, Ward Island. Tantas imágenes y sensaciones. Despilfarrando a toda velocidad. Siempre dispuesto a satisfacer mi sed, era el paso habitual entre la cordura y la inconsciencia.

Sin embargo, tenía que recorrer ese largo camino que conectaba el Atlántico con el Pacífico. Me quedé más tiempo del necesario en Florida, en Nueva York y seguramente me quedaría más de lo necesario en San Francisco. Me despedí de cada uno de mis amigos. Sentía mucha expectación y, cuando llegó la hora, subí al autobús de Greyhound en Port Authority. 
Eran las nueve de la noche y, aunque el frío era intenso, sudaba de la emoción del viaje. Esa fue la última vez que vi a Charly. El viaje comenzó y al principio las paradas eran frecuentes. No podía ver casi nada debido a la oscuridad de la noche, intentaba dormir pero no podía conciliar el sueño. Al amanecer, vi cómo las imágenes cambiaban: a veces llovía, a veces el cielo estaba lleno de nubes o salía el sol. Autopistas, carreteras, caminos rurales, bosques, zonas desérticas. Estaba encantado de vivir esa experiencia. No quería perderme ninguna impresión (por eso lo recuerdo perfectamente). En Iowa, la mayoría de los pasajeros se bajaron, solo Keith y una chica con una chaqueta crema que no dejaba de comentar todo lo que veía continuaron. Ya había visto a Keith en la estación de Port Authority, venía en el mismo autobús desde Boston.

Hablamos, sin molestarnos, sin interrumpirnos cuando el paisaje nos seducía. En Denver, hubo un exhaustivo control policial que duró un par de horas. Rumbo a Nevada, el autobús se quedó sin frenos. Nos dimos cuenta de ello cuando el conductor intentó detenerse acercándose peligrosamente a una pendiente antes de salirse de la autopista y entrar en una estación de servicio donde finalmente logró detenerse. Pasamos más de seis horas en una gasolinera de Rock Spring, esperando la llegada de otro autobús que venía desde algún lugar de Colorado. Ya llevábamos más de dos días en la carretera. Recuerdo Chicago, Cleveland. Las montañas nevadas de Reno, los casinos, la particular iluminación y arquitectura de Salt Lake City. Grupos de personas que se turnaban para intercambiar asientos en cada parada... Hasta que el Bay Bridge nos dio la bienvenida con la impresionante imagen de San Francisco al anochecer.

Casi cuatro días en la carretera. La adrenalina que invadió ese viaje es indescriptible. Sin esos acontecimientos en cadena, nada hubiera sido igual. A medida que mi sueño se hacía realidad y se diversificaba, también lo hacía mi escritura. Durante las primeras semanas, todo fue divertimento. "Convertimos un bar en la calle Divisadero llamado 'Hotel Utah' en nuestro lugar de residencia hasta que nos quedamos sin dinero y tuvimos que reevaluar nuestra situación para seguir adelante".

San Francisco fue un motor creativo. Había comenzado a concebir esa idea en el pasado. Encontré allí mucho de lo que buscaba en la vida. Comprendí que la responsabilidad de un cambio estaba en mí, ya que las negativas eran constantes cuando pedías una recomendación.

—Acabas de describir el ambiente, los preliminares, el proceso, muy importantes, sin duda. Pero me gustaría saber cómo hacías para vivir.
—La escritura no respeta el ordenamiento estereotipado del mundo. En aquellos tiempos yo era, sin duda, insolente, arriesgado, pero esta rebeldía en vez de causar aversión, atraía, yo no era consciente de ello. 
Rara vez se me dificultó encontrar algo que hacer, trabajé en lo más diverso. Mi simpatía por lo aparentemente imposible era muy apreciado por muchos que ya habían dado por cerrados sus sueños y querían abrirlos de nuevo. Me recuerdo, dando consejos a mis empleadores de cómo recobrar sus vidas, algo que parecería totalmente incoherente.

—¿A dónde te gustaría ir?
—Mis principales destinos serían Europa del Este, Rusia, recorrer América del Sur y América Central, y visitar Vietnam. Estos lugares están en la parte superior de mi lista de prioridades, pero todos los países despiertan mi interés.

—Han transcurrido más de dos décadas… Con el paso del tiempo, ¿cómo ves hoy tus actos? Más allá del riesgo, ¿qué te enseñaron?
—Todo es relativo a tus propósitos. Yo siempre estaré en un eterno proceso de aprendizaje si la salud me lo permite. La sociedad es chocante. La naturaleza que genera tantas posturas y envidias. Los resentimientos y la eterna jerarquización de todo «me incluyó en la masa». Soy otro minúsculo punto entre el rebaño. He aprendido a esperar, a saber cuándo forzar un episodio y cuando no. Siempre atento a ese aspecto generador que me hace ser desmesurado en todas las manifestaciones. La interpretación de los sueños ocupa un lugar preponderante en el quehacer de escribir, la búsqueda de esa otra forma de locura que es la sabiduría.
Al final es así. Hasta el concepto de Jung, según el cual no se trata de explicar el sueño, sino de seguir viviéndolo mediante el análisis, en estado de vigilia, a fin de ver a dónde nos conduce. Cuando sabes que estás soñando, te da la posibilidad de trabajar sobre el sueño y reconducirlo, eso sí, convencidos de la maleabilidad de la vida para estar atentos. 
    
—España…
—Estos últimos años he vivido en La Coruña, Valencia, Bocairent, Alicante y Barcelona. Lugares donde termine de agrupar todo el material escrito. He creado una rutina exhaustiva después de tanto desajuste, y no hablo de disciplina, es una racionalización mucho más exhaustiva de los temas a tratar. Me he entregado a un ejercicio de profundizar en el inconsciente colectivo y satirizar sus actos, seguramente es solo un matiz de muchas otras cosas que se irán relacionando. Por ahora cuando es posible deambulo por El Raval y El Borne. Hoy en día Barcelona es mi lugar fetiche, mañana no sé dónde voy a estar. Ya el debate existe. La convulsión actual del mundo lo ha acentuado.
     
—¿Recuerdas alguna cita, oración, fragmento de tus escritos —poema o relato— que te ronde por la cabeza más de lo normal?
—Un fragmento de Metamórfico «[…] De cerdos a hombres, no de hombres a cerdos como todos presuponen. Hizo el largo camino para humanizar su apariencia pero no sus costumbres […]».

—¿Es la literatura tu mundo ideal?
—¡No! Es simplemente una especie de coartada hasta el momento de volver a cuestionarme. 
Siempre tengo que luchar contra el burgués que se encuentra en el intelectual, contra el victimista que se autodestruye en la calle porque considera todo carente de sentido. Es una eterna cuerda floja. Tanto la crítica como los enaltecimientos son efímeros por condición. Llegan, se van, es una satisfacción por pocos compartida en un tiempo que tiene caducidad. Mientras tanto es mejor regresar al sueño porque esto es un sueño. «Sueña, busca lo que te satisface y diviértete, pero ten presente, siempre ten presente que tarde o temprano todo va a acabar».

*Entrevista publicada originalmente en la revista madrileña Margen Cero.





"Entre el caos y la reflexión: Una conversación con el autor Juan Carlos Vásquez". Por Wafi Salih

Wafi Salih (Trujillo, Venezuela, 5 de junio de 1965) es una escritora nacida en Venezuela de ascendencia libanesa. Escritora de: poesía, cuento, ensayo, dramaturgia y guiones para cine. Se le reconoce como maestra de la poesía breve en Venezuela, por la extensa exploración del género haiku, un género poético de origen japonés, (ensayos y narrativa). Ha sido traducida al inglés, árabe, francés, italiano, portugués y polaco.
Magister en Literatura Latinoamericana, egresada de la Universidad de los Andes en proyecto doctoral en Historia, veinte libros publicados en los géneros antes mencionados. Mantuvo por siete años consecutivos el taller “José Antonio Ramos Sucre”, que contribuyó en la formación de artistas e investigadores venezolanos. Fundadora de las revistas literarias “El Farallón de los Naipes” y “Lápiz, Papel, y Creación”.


Juan Carlos Vásquez nació en 1972 en Valencia, Venezuela. Ha participado en varios volúmenes colectivos y antologías, como Paseo en Versos (Pasos en la Azotea, Df México 2006); Hemiparesias (Visceralia Ediciones, Santiago de Chile 2006); Poesías y aparte el Libro y su Autor, Creaciones Literarias, selección de Betty Goldman y Enrique Epelbon, Estados Unidos 2007, y en el proyecto artístico Mirages from an Unreal World de Laura Orvieto, Author house (New Jersey, 2010). Fue seleccionado para formar parte de la Antología The World’s Greatest Letters 2021, una antología bilingüe en inglés y español. También ha sido miembro del grupo cultural Spanic Attack (Nueva York, 2004) y The Hall (Miami, 2001).

Es autor de varios libros de relatos, entre ellos Pedazos de familia (Ediciones Estival, 2000); Vulnerables (Amazon Media EU S.à r.l… Ed. Filatel 2019): Colapso. Poesía reunida (1999-2022). Inédito mantiene "El flanco oscuro de Nueva York: Un viaje a Ward's Island", una historia autobiográfica (2001-2006). Sus poemas y relatos han aparecido en diversas publicaciones literarias, tanto digitales como impresas, europeas e hispanoamericanas, como Barcelona Review, Babab, Canibaal, y en los diarios La Razón y el Impulso.
Juan Carlos ha recibido distinciones en los Concursos de poesía pro lingüístico y multimedia Premio Nosside (Calabria, Italia), en las ediciones de 2005 y 2006. También fue finalista del concurso de microrrelato "Guka" en Buenos Aires en 2018.
Vásquez se trasladó a Florida en 1999. Desde entonces ha vivido en Tampa Bay, San Francisco, Nueva York, La Coruña, Barcelona, Bocairent y otras ciudades de Estados Unidos y España. Web/Blog.

Photo by Inga Gezalian on Unsplash (public domain).

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