'La fiesta del cíclope', un relato de David Terrazas

El ruido del primer tren lo despertó, era su primera noche en Varsovia. Levantó la persiana de su cuarto de hotel y desde lo alto observó como la ciudad despertaba al nuevo día, no era muy distinto a los despertares de otras ciudades que ya conocía. Mientras se incorporaba encendió la cafetera, tenía algunas horas libres antes de su cita, con un mapa en mano se dio cuenta que el parque señalado para el encuentro quedaba a unas cuantas cuadras. 

Mientras caminaba por la ciudad recordó sus años de infancia en aquella escuela, lo difícil que fue ser diferente y la crueldad que vivió en aquellos tiempos. Esos años de soledad lo llevaron a encerrarse en su cuaderno de dibujo, su mayor cómplice de fantasías, en el dibujaba de memoria los paisajes de la playa de Acapulco, dibujaba a sus aburridos profesores con poca ropa y en situaciones bochornosas, le gustaba dibujar naves espaciales, galeones que cruzaban la vecindad en donde vivía por aquellos años, pero sobre todo le gustaba dibujar a Cristina. 

Un par de años antes del viaje a Polonia, había conocido a través de una revista médica a Krzysztof, desde la primera carta se hicieron amigos, y conforme avanzó el tiempo se reconocieron como almas gemelas. Esperaba con ansiedad recibir noticias de su gran amigo, a través de esa correspondencia se contaron lo difícil que fue sentir tanta soledad, sentir que no había un lugar en el mundo para los que son diferentes, incluso coincidir en que algunas veces fue tan grande el dolor que hubo deseos de quitarse la vida. Ambos recordaron a través de esa relación por correspondencia lo tortuoso que era cuidarse de mostrar sus cuerpos desnudos frente a los ojos de los demás, recordaron juntos cuantas veces tuvieron que rechazar practicar deportes con los demás niños por el terror a ser descubiertos. Al cabo del primer año de amistad desde la lejanía ya tenían la suficiente complicidad y comenzaron a describir a través de sus cartas sus primeras experiencias amorosas en su vida adolescente. José Alberto contó como en aquella Navidad, cuando se quedó a solas con Tania, su primer novia, se mantuvo aterrado por tanta cercanía, y que cada que ella acercaba sus manos él se retiraba. Krzysztof describió una situación parecida, aunque en su caso el asunto si pasó a mayores y fue un desastre total porque Katarzyna alcanzó a tocarlo, y al descubrir aquella diferencia no supo que hacer, fue tanto su miedo, que jamás regresó a ese colegio.

La gente que ese día y a esa hora caminaba por el Jardín Sajón quedó sorprendida de ver a dos hombres jóvenes abrazarse tan efusivamente, ambos lloraban de alegría porque por fin se encontraba, dos almas gemelas separadas por miles de kilómetros por fin se miraban y se reconocían. Se detuvieron unos minutos frente a la tumba del Soldado Desconocido, ambos rieron porque en ese mismo instante se les ocurrió que probablemente algún día en algún lugar del mundo se erigiría un monumento para los que son señalados e invisibles tan solo por ser diferentes. Su felicidad los llevó a caminar frente a la al Museo de Chopin, tuvieron tiempo de platicar sentados frente a una taza de café en la estación de trenes, se tomaron muchas fotos frente al Palacio de La Cultura y de La Ciencia, comieron juntos en un restaurante de la calle Świętokrzyska, después por la noche bebieron algunos tragos de vodka, no pararon de reír y de contarse historias y anécdotas. Ambos sabían que a partir de este encuentro nunca más estarían solos, se acompañarían en cada etapa del resto de los días de sus vidas, ambos juraron no alejarse jamás el uno del otro, porque después de todo, haber nacido con un solo testículo, no era el fin del mundo.



David Terrazas Tello es músico, escritor y antropólogo. Su obra ha sido publicada en Bolivia, Cuba, Colombia, México, Polonia, Chile y Argentina. 



Fotografía de  Dmitry Ratushny (en Unsplash). Public domain.


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