"Dos maneras de ser el amor", un cuento de Adrián "fino" Sosa

Unas pocas palabras bastarían y tal vez alguna frase introductoria.
Ella estaba dispuesta a oír. Ya lo tenía pensado. Se encontraba segura de todo, sin ánimo de pelear ni discutir. Y eso sería una sorpresa para quién tenía a su frente. Ella respondería a todo diciendo que si, se dejaría envolver en el discurso que Soledad había preparado. Estaba segura que ya estaba todo preparado, incluida la frase inicial. Alma y Soledad, sentadas frente a frente, ya habían pasado dos semanas desde la última vez. Dos largas, eternas y convulsionadas semanas, pero eso no era todo. Lo peor había sido la nebulosa, lo retorcido e inexplicable de sus propios pensamientos. A Soledad la conocía demasiado, siempre adivinaba sus palabras, sus gestos, pero eso ya no era gracioso ni admirable. La tristeza se había comenzado a comer eso, lo aniquilaba todo, incluso los restos del amor. Alma esperaba en silencio restando los segundos que faltaban mientras Soledad revolvía un café sin espuma con los ojos clavados en la tétrica oscuridad del líquido ¿Qué loco todo, no? pensaba mientras gastaba otro segundo. No quería más dramas, ni histerias ni celos propios o ajenos. No quería. Siempre había jurado que el amor, su amor, era sincero, simple. Ahora dudaba de eso y de cientos de cosas más, la única certeza que tenía la apretaba contra el vaso de cerveza y era su amuleto fiel, de que la amaba no tenía duda alguna. Era momento de soltar y eso se desprendía de la escena que estaban viviendo. Alma y Soledad. El café humeante de Soledad hizo un remolino en el centro del posillo cuando sacó la cuchara. El vaso con cerveza besó los labios fríos de Alma. Sin mirarse los ojos de las dos buscaban un lugar lejano, un lugar que no fuese el que estaban habitando. El primer sonido que saliera de sus bocas rompería todo, destrozaría todo, la primera vez, la playa desierta, el fuego de sus cuerpos, las lunas llenas, el sudor de las manos y la sal de la piel. Todo. Estaban a bordo de un barco desalado y encallado en la nada de un punto sin retorno. Soledad esperaba, sabía de los impulsos vitales de Alma y su alma, por eso se había preparado a no sacudir violentamente el árbol repleto de frutos verdes, de frutos maduros. Todo lo que deseaba era que no fuese igual que siempre, o al menos como las últimas veces. Pensaba en mover las fichas sin levantarlas del tablero, deslizarlas suaves y lentas sin mostrar del todo sus movimientos. 

Engañar, sorprender, jugar esa parte del juego como si no fuese totalmente ella, la de siempre. La remilputaqueloparió, era Alma, su Alma. Aun así estaban los cables pelados y las chispas azulaban el aire, aun relampagueaban en fogonazos sin control. Ninguna de las dos quería repetir la historia. Ya eran otras.
Un aire caliente las atravesó desde el costado cuando se abrió la puerta junto a la mesa donde estaban sentadas. Les llegaron las voces de la calle, gritos, bocinazos y el caldo de cultivo en que se ahogaba el mundo ahí afuera. La puerta se cerró. El silencio las trajo otra vez al juego. Se miraron. Se tomaron de la mano. Cada una recogió sus cosas y cada una dejo dinero para pagar lo que habían consumido. Propinas. Se levantaron. Alma abrió la puerta. Salieron. Soledad caminó hacia la derecha. Alma caminó hacia la izquierda. Otra vez se hundieron en el caldo de cultivo.

Texto perteneciente al libro "Mil bares".


Adrián "fino" Sosa. Montevideano. Lector, melómano, "escribidor". Durante los años 80, coordinó y edito diversas revistas alternativas en forma independiente (Atrás de todo, Culos de botellas, Perro Andaluz) que divulgaban poesía, dibujos, arte callejero y música: el nervio latente bajo la aparente inactividad de esos años. Publicó de forma artesanal "El Grito", "Lobos en la Buhardilla", "Lo que quedó allá arriba " y " Cuadernos Mojados". Actualmente participa en el taller de creación literaria "La Tribu" que dirige y coordina Alberto Gallo, escritor y periodista cultural. Colabora en la revista literaria digital "La Atemporal". Ha publicado en coautoría el libro de relatos “El Gen de la Bestia.
Correo electrónico: fino38@montevideo.com.uy   
 

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Foto de Fernando Cabral (pexels) public domain.

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