«El vínculo», un texto de Lewis Hyde


La diferencia cardinal entre el don y el intercambio de mercancías reside en que el don establece un vínculo de sentimientos entre dos personas, mientras que la venta de un artículo no deja ninguna conexión de forma necesaria. Entro en una ferretería, pago al dependiente por una hoja para una sierra de arco y me marcho. Tal vez no lo vuelva a ver nunca. La ausencia de conexión es, en realidad, una virtud del modo mercantil de actuar. No queremos que nos molesten. Si el dependiente siempre quiere ponerse a charlar sobre la familia, compraré en otro sitio. Yo sólo quiero el repuesto para mi sierra de arco.
Sin embargo, un obsequio establece una conexión. Por tomar el más simple de los ejemplos, el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss nos habla de una ceremonia en apariencia trivial que con frecuencia ha presenciado en las comidas en los restaurantes baratos del sur de Francia. Los clientes se sientan en una larga mesa comunitaria, y cada uno se encuentra delante del plato con una botella de un vino modesto. Antes de que comience la comida, un hombre coge su botella y sirve el vino, pero no en su copa, sino en la del comensal que tiene a su lado, y éste corresponderá el gesto y llenará la copa vacía del primero. Desde una perspectiva económica, no ha sucedido nada: ninguno de ellos tiene ahora más vino que antes, pero ha surgido la sociedad donde antes no existía. Los franceses tienen la costumbre de hacer como si no existiera la gente a la que no conocen, pero, en estos pequeños restaurantes, los desconocidos se encuentran en una estrecha relación durante una hora o algo más. Dice Lévi-Strauss que «existe un conflicto, no muy intenso, desde luego, pero sí lo bastante real y suficiente como para generar un estado de tensión entre la norma de la intimidad y el hecho comunitario […]. Ésta es la breve aunque difícil situación que se resuelve con el intercambio del vino. Es una afirmación de buenos modales que acaba con la incertidumbre mutua». La proximidad física se convierte en vida social por medio del intercambio de dones. Es más, el acto de servir el vino sanciona otro intercambio –la conversación–, y se despliega toda una serie de vínculos sociales de carácter trivial.

Hay muchos ejemplos similares muy simples, el caramelo o el cigarrillo que se ofrece a un desconocido que se sienta a tu lado en el avión, esas pocas palabras de buena voluntad que cruzan los pasajeros de un autobús nocturno. Estos obsequios establecen los vínculos más sencillos de la vida social, pero el modelo que ofrecen se puede extender a las uniones mas complicadas. Igual que hemos tomado los obsequios en el momento de la muerte como el mejor ejemplo de los dones umbrales, tomaremos los dones que indican un acercamiento pacífico y los que se ofrecen en el matrimonio como estereotipos de la clase de dones que reúnen a la gente y crean un solo cuerpo a partir de varios (dones de incorporación). Las ceremonias no difieren del rito de servir el vino. Por tomar sólo uno de los innumerables ejemplos de los obsequios nupciales, en Nueva Caledonia, cuando los chicos alcanzan la pubertad, buscan a las chicas de un clan complementario al suyo e intercambian unos obsequios cuyo valor y naturaleza están establecidos por la costumbre. La primera pregunta que un chico le hace a la chica cuyo favor pretende es: «¿Vas a aceptar mis regalos, o no?». A veces, la respuesta es «Los aceptaré», y en otras ocasiones es «He aceptado los regalos de otro hombre. No deseo intercambiarlos contigo». La aceptación de los regalos de un chico inicia una serie de reciprocidades en un vaivén que conduce por último a los obsequios formales de la unión nupcial. El cortejo en Nueva Caledonia, al parecer, no es distinto del cortejo en el resto del mundo.

Las ofrendas de paz poseen el mismo carácter sintético. Los obsequios siempre han constituido un acercamiento pacífico entre los grupos tribales, y aún significan el cierre de una guerra en el mundo moderno, como cuando Estados Unidos ayudó a Japón a reconstruirse después de la Segunda Guerra Mundial. Un obsequio suele ser el primer paso hacia unas relaciones normalizadas (por tomar un ejemplo negativo, Estados Unidos no ofreció ayuda a Vietnam tras la guerra). La asociación American Friends y el organismo ecuménico del National Council of Churches trataron de hacer donaciones a los vietnamitas –suministros médicos y trigo– pero el congreso estadounidense rechazó toda ayuda de reconstrucción, y el Departamento de Estado hizo lo imposible con tal de frustrar las intentonas de envíos de alimentos por parte de las iglesias. Para el 
Gobierno, al parecer, la guerra no había terminado aún).
Los vínculos que establecen los dones no son únicamente sociales, también pueden ser espirituales y psicológicos. Hay economías interiores y economías invisibles. Los intercambios de dones se pueden combinar con el drama de nuestra vida interior tanto en ímpetu como en espíritu. Si tomásemos, por ejemplo, los personajes de un sueño como potencias del alma independientes, entonces, una donación que se hace en el sueño puede servir para la integración del alma. Si leemos de un modo similar el cuento escocés de «La joven y el difunto», la hija que ofrece pan a las aves nocturnas se une al espíritu de su madre, de la que se ha separado físicamente (mientras que sus hermanas se han separado de la madre físicamente, y después en espíritu). El intercambio de dones es el comercio interior preferido en esos momentos en que la psique necesita integrarse.

Un texto perteneciente al libro "El don. El espíritu creativo frente al mercantilismo", de Lewis Hyde (fragmento).



Lewis Hyde (nacido en 1945) es un erudito, ensayista, traductor, crítico cultural y escritor cuyo trabajo académico se centra en la naturaleza de la imaginación , la creatividad y la propiedad.

Photo by Kelly Sikkema on unsplash (public domain).


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