«La caída del Tótem literario», un artículo de Federico Ambesi

Una explosión de autores independientes frente a las presiones de la censura y la incomprensión.

Las corrientes literarias cambian de manera natural, con intervalos indeterminados, los cuales sirven como punto de apoyo, partida y revisión. Si bien estos cambios no se dan de manera autoritaria, sino más bien como un proceso de cambio ineluctable, la policía de la crítica, de la mano de las “necesidades” de las editoriales del mercado, sostienen unos estándares que, de cumplirse, nos llevarían a todos los autores a escribir copias del canon literario occidental. Pero ¿Cómo podemos los autores hacer frente a estos monstruos del poder? La ola de editoriales independientes y la autopublicación parecen ser la respuesta frente a un muro cada vez más agresivo como lo es el del mundo editorial.

La crítica literaria, los evaluadores de calidad de un texto y las editoriales convencionales no están preparadas para los estallidos mentales de los autores. Si bien para considerar a un texto como “bueno” o “malo” se necesita de una caradurez tremenda, hay, esto es cierto, determinaciones tales como la coherencia, aciertos gramaticales y ortográficos que, de otro modo, volverían incomprensible a un texto cualquiera, ya sea un relato, una publicidad o un mensaje de texto. Sin embargo, estos especialistas de nada, en su mayoría escritores frustrados, buscan en cada autor al pequeño imitador del canon literario que, muchas veces de manera involuntaria, todos llevamos dentro por el mero proceso de contaminación sujeto al movimiento cultural. Así es como debemos enfrentarnos a textos aburridísimos, apegados a un caduco sistema burgués, cada vez que queremos leer algún texto actual, a excepción de mínimos casos en los que, por azar o talento superlativo, un autor no convencional logra abrirse paso en el mercado (y es este, junto a la masividad, el primer determinante de la crítica) para que llegue a nosotros del mismo modo que una publicidad de detergente.

El caso de Baudelaire es famoso: los expertos y los círculos cerrados lo minimizaron al punto de que el poeta se sintió frustrado y habló de su poesía como gemas olvidadas. Lo mismo sucedió con Kennedy O’ Toole, que terminó suicidándose; incluso Dostoievski escribía novelas románticas para hacerse de algún dinero. Por otro lado, vemos cómo la crítica y las editoriales inflan a autores mediocres que venden libros con lenguaje infantil como si de obras inéditas de Cervantes se tratara. El resultado parece ser siempre el mismo: autores interesantes se pierden en el abismo de la incomprensión mientras que los productos intransigentes viven sus 15 minutos de fama en los estantes de las librerías y alcobas de gorditas enamoradas de la simpleza. Son libros que pagan los papás y las mamás de los adolescentes. 
Pero el punto más crítico radica en que, hoy en día, el éxito se ha instalado como un valor primordial en la vida del ser humano; y esa manera de entender al éxito necesita, sí o sí, de la masividad, el renombre y la venta. De nuevo el vil metal mete las narices en las actividades humanas… De esto, junto a una mediocridad creciente, se desprende la idea de autores noveles y consagrados de imitar a su precursor, afirmando la idea expuesta por el crítico Harold Bloom acerca del efebo y el precursor. Sólo que ahora el efebo considera positiva aquella “buena lectura” que el crítico considera como camino hacia una decadencia de la literatura y desdeña por completo la continuación del poema, es decir, la “mala lectura” que, de nuevo, según Bloom, lleva a una nueva interpretación del texto y lo reconvierte, o lo intensifica. La diferencia, vale aclarar, es que Bloom hace comparaciones del tipo <<Frued y Hamlet>>, o, <<Goethe y Kafka>> y lo que actualmente encontramos son personas queriendo parecerse (en el punto más fino posible) a aquellas celebridades literarias que admiran. A esto nos ha llevado la crítica convencionalista y la idea de que la presencia en el mercado es sinónimo de éxito. Si esto fuera así ¿qué les quedaría a aquellos cantos de Maldoror, que por blasfemos fueron censurados por el mismísimo editor de Duccase? ¿Existiría un momento en el que, agobiado por la idea de no estar en el mercado, Baudelaire hubiera desistido de escribir Las flores del Mal? 

Llegado a este punto, muchos podrán afirmar que hay algo de razón en ello, pero que los ejemplos de Ducasse y Baudelaire no le hacen juego a la crítica, puesto que se trata de dos autores que manejaban todos los recursos que una editorial pediría y que, en sendos casos, se trató más de un asunto ideológico que técnico. Esta afirmación es cierta, pero tengamos en cuenta que ambos autores vivieron y escribieron en una época muy distinta a la nuestra, y que, por lo demás, la adopción de un estilo es también un rasgo ideológico, tanto del escritor como de la época y la cultura por la cual el texto está atravesado. El punto está en que cada vez que se toca al convencionalismo, ya sea mediante la elección de estilo o posición política, los agentes de la rectitud intentan rechazar aquello que atenta contra su ideología burguesa.

La respuesta, es decir, la única acción posible frente a esta situación, es la aparición de editoriales independientes, en auge por estos días y cada vez que la contracultura no es mercantilizada y la publicación de autor, la cual se da cada vez con más frecuencia no sólo en el ambiente literario, sino también como alternativa de músicos, periodistas y otros expresionistas que, por un motivo u otro, no tienen cabida en los espacios “oficiales” (nunca mejor dicho, dado que hablamos de policías). Pero ¿cómo cuidamos la calidad de un texto? Esta pregunta, enunciada con el único fin de arengar a los marginados, es un llamado a la colaboración participativa de autores y lectores que puedan aportar algo a la creación. Lo último que nos queda es esperar que de estas movidas no surjan nuevas escuelas de la prohibición y la censura, sino que se abran caminos para que cada vez más autores puedan publicar y ser leídos y se aporte a la literatura algo más allá de lo establecido por los tótems anquilosados en ideas de revistas caducas.



Federico Ambesi. Nacido en Buenos Aires en el año 1990, actualmente ha publicado el libro “Mitología Urbana”, que recopila poesías y relatos cortos desde el 2013. Su próxima publicación, “Pulsión de muerte”, se estima que será lanzada el año próximo.

📖 Lee otros textos de Federico Ambesi (en Herederos del Kaos): Un paso al costadoColapso


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1 comentario:

  1. No puedo estar más de acuerdo con tus palabras y me hallo muy identificada en muchos aspectos. Gracias por este post.

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