Ficción especulativa: «La máquina», un texto de Lúgher

Sellada la compuerta superior, le destapó el cráneo al paciente y acaparó su corteza cerebral hundiéndole los vastos filamentos en nada. El cronómetro corría riguroso en la pantalla de la columna metálica en el centro del cuarto, habían sido reiniciados los diez minutos reglamentarios por sesión. La camilla de operaciones estaba ajustada de tal modo que, ahora era como un sillón que enderezaba la columna de su ocupante parcialmente anestesiado; también había sido modificada la tonalidad de la iluminación que desprendía la lámpara y reducido su rango, dando por sentado el cambio de protocolo al pasar de un haz disperso a un halo compacto de luz lívida que esclarecía el concreto punto de interés. 
Los filamentos se adentraban en las distintas regiones del encéfalo, operando con inescrutable precisión quirúrgica. Delgados como el hilo de coser, pero sólidos como las agujas que reparan la tela desgarrada. De una maleabilidad tan extrema y carente de sentido, que permitía retorcerlos a voluntad.
Ella los trabajaba como un titiritero, accionando los potentes apéndices mecánicos en que se originaban. Cuando una hebra era manipulada, esta se movía con la particularidad de una cuerda de piano al ser tocada su correspondiente tecla; un dedo se elevaba, una pierna se encogía, un ojo se abría, una mueca se dibujaba… Pinchaba en las interminables fibras nerviosas, rastreando las causas subyacentes del problema por medio de pequeños electrochoques en los tejidos. Y verificaba el estado general del cuerpo, llevando al límite las funciones de los órganos. 
En otra pantalla, por encima del cronómetro, la máquina escribía siempre su diagnóstico final:
«Humano, Cerebro – Obsoleto, Defectuoso, Irreparable – Piezas Útiles, Vaso, Ojos, Estómago – Desechar, Siguiente».
La compuerta del techo se abrió por quincuagésima vez en la jornada, un brazo mecánico descendió y tomó el cuerpo, un nuevo paciente fue puesto en su lugar, y el cronómetro reestableció los veinte minutos reglamentarios por sesión…

© Lúgher


Photo on Unsplash (public domain).

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