Desde Caracas: «24 horas», un relato de Sujenis Carolina Urbina

Llegó el día, ahí está, mi segundo hogar recibiéndome, aquella gran sala de emergencia y el tic-tac de un reloj. En ella me aguardan ojos llenos de perlas cristalinas por el dolor que ha venido a tocar sus cuerpos y otras miradas que se han quedado en letargo, con pupilas que ya no brillarán.
Mi corazón late fuerte y se agita, comienza en mi una hidrólisis aumentando mi adrenalina desbordando en todo mi cuerpo el cortisol.
Volteo la mirada y suspiro, he entrado por aquella puerta grande, blanca, con coctelera en rojo sangre encendida indicando que nos aguardan grandes escenas cargadas de acción, al llegar aquí dejé un hogar tranquilo lleno de vida para programar mi ritmo y alerta durante unas largas y complejas, pero también amadas sus horas. Este, un hogar adoptado por las complejidades del hombre gracias a su errado estilo de vida que se encuentra repleto de sorpresas y variantes rutinas.

Cada actividad iniciada está llena de plasma, neuronas, hemólisis, citoquinas, emesis, partos complicados, embriones abortados, contusiones, fracturas varias, entre ellas la más dolorosa, la fractura conminuta, dejando una pena profunda y una toma de decisiones duras… la elección de una oportunidad más para vivir amputando el miembro o una necrosis volátil, implacable que pondría en riesgo la vida misma de nuestros pacientes, vemos también úlceras por presión en aquellos pacientes seniles que a su edad ya no reciben trato adecuado y mucho menos atención, los abuelos sufren el desapego de los hijos y familias, están vacíos de amor, y que hablar de los paros cardiacos, óbitos fetales, olores a cuerpos cetónicos por aquellos cadáveres que quedan en espera de la morgue hospitalaria por un familiar que nunca llegó, hay dolor, rabia, angustias, pesares, humillaciones, riesgos, pero también este espacio está lleno de equilibrio, pasión, constancia, fe, esperanza, dicha, llantos, logros, sonrisas, tacto, secretos y unión por todo aquello que nos aferra a salvar vidas.
2:45 am, ingresa paciente femenina, 36 años de edad, residenciada cerca de la zona del centro médico, manifiesta cefalea en región occipital, signo de fobea en positivo, presión arterial 150/110 mmHg, se le administran dosis de nifedipina, se regula valores de la misma y se realiza estudios de laboratorio por emergencia, sorpresa… fémina en estado, 28 semanas con tres días, se alerta al personal, posible eclampsia en evolución, la actuación debe ser rápida, comienza la convulsión, las fasciculaciones faciales llegan, rápido, el sulfato de magnesio debe actuar, administrar 6gr por vía intravenosa durante 20 minutos, vigilancia de signos vitales materno fetal, colocación lateral izquierda para mejor oxigenación del feto, si continúa malestar, para pprofilaxi colocar 3gr cada hora para su mantenimiento. 

Observación de la paciente, puede ocurrir una segunda crisis tras la primera dosis de atención. Revisión de laboratorios arroja insuficiencia renal. Dios! Dame toda la sabiduría y entrega para llevar a cabo la más dura de las decisiones, debo hablar y será difícil ya que por complicaciones de salud materna debo interrumpir el embarazo, existe un alto riesgo de mortalidad materno- fetal si la dejo continuar. Rápido, la madre vuelve a la crisis, ahora se incorpora fenitoína intravenosa, el sulfato de magnesio ya queda fuera de elección por daño renal. El amobarbital, vamos! Se nos puede ir la paciente o causar un daño cerebral. Control de presión arterial con nifedipina sublingual... Pasan los minutos más largos de la madrugada pero se ha estabilizado la paciente, corre, el pabellón espera, dentro los especialistas preparados para aquella interrupción; debe de nacer ya! Neonatólogo e intensivistas listos para la adrenalina que genera esta situación, en medio de las preocupaciones ambos están felices de poder ayudarle a esta madre joven tener una oportunidad de vida junto a su bebé. Son los 40 minutos más largos de la vida dentro de un quirófano, Listos! Recibimos aquella niña prematura, de bajo peso, con una asfixia fetal superada, una bradicardia con tiempo de duración de 8 minutos aproximadamente, un llanto débil y una hipoxia…pero aquí están, la madre en una unidad de cuidados intensivos, pero estables, en UTIN una nena muy delgada, de cabellos de ángel, luchando conectada a un ventilador mecánico, batallando en medio de la fría sala de cuidados intensivos neonatal y enseñando que aún sin tener conciencia de la vida todos nos brindamos la esperanza de luchar para vivir.

Cada día en este hogar cuenta y nos llena de satisfacción.
Ocurre el breve descanso, mientras todo vuelve a la calma llena de serenidad por un corto rato, despierta sueño que viajo por el torrente de cada paciente profundizando el mar de sangre que inunda su cuerpo, lentamente subo al tronco encefálico, allí suelo pensar un rato, me quedo y me cobijo, pero también descarto todo posible fallo de los ventrículos cerebrales admirando cada movimiento otorgado por el líquido cefalorraquídeo y toda sinapsis neuronal que ocurre al percibir cada objeto, al sentir cada tacto, luego desciendo y hago parada en la linfa verificando la producción de los glóbulos blancos. Continuó mi recorrido me detengo ante aquellos frágiles pero armoniosos latidos, me adhiero a esos frágiles huesos explorando cada detalle de su médula ósea, es otro paciente, es él. Ahora sucumbida comienzo a llegar a la profundidad de sus entrañas, me detengo y comienzo a escuchar su débil latir, su doloroso sentir.
Corro! Me urge correr, ha llegado, está ahí, ha hecho una hipoxia, y aun sigo detenida ¿Qué pasa? No hay ya en su alvéolo el oxígeno que lo sostenía, el espacio residual va muriendo, rápido necesita oxígeno, llega la hiperventilación, no paro de pensar y comienzo a imaginar que me he convertido en aquel anhídrido carbónico liberando en él toda mi toxina, están colisionando sus pulmones, la cianosis peribucal y peridistal están llegando; hay un peso en su pecho, se quiebra rápidamente el corazón.

24 horas y cada hora, cada segundo vivo pensando que eres tú amor, que cada colapso que ingresa cada dolor que llega podrías ser tú. Me corroe el pensamiento como el óxido corroe el hierro el solo ver que podrías entrar por aquella gran puerta y hundir por completo la sala en llantos, esos llantos a los que aún enfrento y tengo miedo, de los que huyo sin querer, de los que me hieren de solo pensarlo. No soportaría cada espacio sin tu luz, sin tu compañía, me ahogaría el grito del silencio y me mataría en horas el abrazo frío que se volvería todo estando en soledad, moribunda, me llena de amargo saber que los cuerpos cetónicos en el aire serían los tuyos. Mi vida sería un caos, convertiría cada 24 horas en un infinito tiempo, en eternos años.
Vida, cada hora en este hogar al que me entregué desde mi juventud siguen siendo para mí las horas más infinitas. Eres ese motivo por el que me muevo, el que me inspira a seguir en pie en este lugar, a querer más, a entregarme más, a dar más y más por el simple hecho de romper aquel miedo que me invade si algún día te toca marchar. Aunque me llene saber que puedo regalar una sonrisa, que puedo salvar no una sino cientos de vidas, moriría con el simple hecho de saber la tuya perdida.
Bendito siguen siendo todos esos días con sus horas donde cada signo vital cuenta sin ser los tuyos, donde cada neurona cuenta sin ser las tuyas, donde aquel olor de esos cuerpos liberando gases cetónicos se despiden y se desintegran dejando este mundo cambiante, frío y voraz, pero esos cadáveres también cuentan aunque no seas tú.

Cada final de esas interminables 24 horas salgo corriendo por aquella puerta blanca y grande, despidiéndome de ese día lleno de vida, vivencias, experiencias, frustraciones, batallas de vidas en los pabellones, pero vive una constante en mi cuando salgo respirando la fragancia a dulces pétalos de rosas y jazmín recordándome que ya iré a casa y encontraré el olor de tu perfume, no siempre salgo robando del jardín del estacionamiento la acostumbrada Margarita que quiero llevar para ti, el deseo de llegar me hace olvidar por completo esos ratos de las sirenas de ambulancias en la puerta, de algunas lágrimas caídas, de los dolores intensos, de cadáveres descompuestos porque la soledad los acompaña en su partida y solo salgo queriendo llevar a mi hogar cargas de adrenalina, serotonina, oxitocina y dopamina desbordadas en mi piel porque sé que estarás ahí, sentado como de costumbre con tu taza de café y un cigarro por encender, deseando verme llegar para escuchar lo compleja de la noche, para desbordar el amor que nos une y disfrutar de cada segundo juntos como si al día siguiente no fuéramos a vivir. Que no te importa entender mucho de lo que cada caso importa. Porque al final cada segundo fuera de casa nuestras almas bailan bajo la lluvia y la mía canta al timbre de tu voz y vibra al ritmo de tu latir, de tu pensar, de tu brillar, de tu vivir.






Sujenis Carolina Urbina Ñañez, venezolana, 41 años,  Caracas.
Se desempeña como trabajadora del área de la salud, actualmente en consultorio privado después de trabajar once años en la misma área en el sector público. Forma parte de varios grupos literarios, participó en eventos de poesía (declamando) y en un concurso de microrrelatos, inéditos.
Facebook: Dama de letras  Instagram: sujenis_carolina en Instagram, blog: poesía_un_cafe_y_tu.


Photo by Mat Napo on Unsplash (public domain).

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