La cuenta atrás


Desde el virus y el confinamiento hasta el efecto de la vacuna, desde el efecto de la vacuna hasta el botón nuclear. La anticipación de las exigencias de un futuro conflicto requiere una comprensión de la continuidad de la naturaleza de la guerra, los avances tecnológicos y los cambios en la orientación. Mientras todos enloquecen, intento pensar en el paraíso. La imaginación figurativa de la masa me asquea, es tan activa y susceptible de ser estúpidamente manipulada.
Mi fantasía, hasta cierto punto, se encuentra en la posición de la durmiente cuya razón, temporalmente suspendida, me espera. Nuestra ilusión nos permitiría experimentar cualquier tipo de placer. Saldríamos, y al vernos fuera, despertaríamos y localizaríamos una salida.

Al ser solamente capaces de soñar, se multiplican las ilusiones y nos repetimos telepáticamente. Así son los tiempos y sus paralelismos.

Destruyo mis ojos, me ciego de manera que se borre este espacio y formemos otros.
Lleva una bomba. Sus tejidos se unen a los folículos pilosos y abundan por todo su cuerpo. La rastreo por el olor, nada tiene un efecto mayor para tener la posibilidad de abandonar al resto.

Mientras la audiencia experimenta desesperación, la sugestión habitual es quedarse en dramas sombríos.

En cambio, mi mente la narra frecuentemente y, al abrir los ojos, no se distingue entre ambas diferencias. Somos una imagen sorprendente y muy clara, libre de toda explicación accesoria: un sentimiento, un cuerpo. Somos ternura, violencia. Capaces de los actos más cruentos y destructivos para defendernos.

Cruzando a través de la autovía, una extraña sensación nos obstaculiza el paso. Carbonizada toda existencia, las cenizas y las ruinas forman un nuevo paisaje.
Lejos de las dependencias del condado, nos dirigimos hacia el bosque. Al llegar, compruebo una tenue luz del fuego a punto de extinguirse. Hinco una rodilla en el césped y la avivo con un leve movimiento de manos.

Escucho llantos y protestas, un diálogo que intenta llegar a una conclusión. Para algunos son familiares muertos por asfixia, para otros son hermanos y padres que disparan a las filas de migrantes en la frontera, y así, todos van desapareciendo.

La puerta ruinosa está allí. La abrí al llegar y me invitó a tomarla de la mano para pasar a través del marco.
El olor a destrucción ha consumido casi por completo su aroma, el silencio reina, ya no hay rastros de huellas.
Entramos sin preguntarnos qué es real y qué no lo es, sin respuestas, nos quedamos dentro.



Photo by Andras Kovacs on Unsplash (public domain).

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