«Destello», un cuento de Pablo Herrera

Las pantallas del Quanter reflejan su mirada atenta, inmóvil, el programa que logró introducir avanza mientras sus pies descalzos marcan con un movimiento acelerado el ritmo ansioso de su espera. Una bocanada de aire salino pasa por su garganta, sabe que lo están traceando, cada minuto adicional acrecienta el riesgo, no se detuvo, aunque el cansancio y el sueño lo hacen dudar, su curiosidad puede más, siguió esperando.
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El alivio termina en un suspiro de satisfacción, ejecutó el batch que había creado para borrar sus huellas, cerró el túnel y se desconectó de la vieja red Underground, lo poco que quedaba del antiguo Internet. Caviló si el tiempo había sido lo suficientemente corto para que el trace no llegue a él, no era posible saberlo, la duda viajó rápidamente al olvido.

 Alimentándose únicamente con café y chips de material orgánico durante dos días seguidos, trabajó arduamente intentando hackear los Forters de la Agencia para la Recuperación de la Economía del Estado Unificado. El cuerpo no le daba para más, el ardor en su vista acompaña el parpadeo suave y pesado del agotamiento. Con esfuerzo logra recuperarse y abre los ojos después de un bostezo profundo que por poco lo reduce, no podía descansar, el deseo de descifrar la información le volvió la adrenalina.

Su mirada se desplaza arriba y abajo frente a las pantallas, gran cantidad de documentos, dibujos técnicos de algo grande que no logra entender, textos con problemas físicos y matemáticos que no intenta descifrar, no porque no esté a su alcance hacerlo, si, por lo corto del tiempo y el cansancio que lo va gobernando.

Esperaba encontrar algo que vender o valga la pena para pedir un rescate. Se detuvo en el archivo "development plan - project light2dark#text", un documento de 250 páginas, su desánimo solo le permitió llegar al índice y saltar al resumen que leyó por completo, "el cambio climático hará colapsar la economía del planeta", "hambruna y la radiación solar son las principales causantes", “colocar mayores restricciones a las corporaciones no es el camino", " invertir los horarios de trabajo", "reproducir los efectos del sol". Detuvo la lectura, inmóvil, se coloca bien los lentes mientras repasa las implicancias que este plan tendría en el mundo, que va a suceder cuando esta información se filtre, cuál va a ser la reacción de los humanos ante el intento desesperado del Estado Unificado por salvar la economía sentenciando el futuro de la humanidad y al planeta. Puso en duda la veracidad de lo que tenía en pantalla, volvió a conectarse a la red para buscar información, Xoria está conectada

- ¿Hola Xoria, estas ahí? -.
- Si, acá estoy, hackeando una corporación de comida porcina, con lo que me gusta el cerdo ¿qué paso?
- ¿Has escuchado algo de un Proyecto light2dark del Estado Unificado?
- Nada relevante, en el Underground se escucha que es algo que está trabajando una agencia de economía o algo así, ¿por qué, sabes algo?
- no, nada, solo me encontré con algo de información, - ¡mierda, ella no sabe nada! - ¿crees que Masterioda sepa algo?
- nada pierdes preguntándole.
- Cambio y fuera. Cerró el canal encriptado y abrió conversación con Masterioda.
- ¡Hey!, ¿estas por ahí?
- ¿qué quieres?
- siempre tu amabilidad por delante, ¿sabes algo de un proyecto light2dark?, no hay respuesta inmediata, el cursor se refleja en sus ojos negros como una farola parpadeante en un charco de agua, esperaba que alguien más supiera lo que el sabe, que no es el único que tiene que cargar con el peso de saber que el futuro es aún más incierto.

- Creo tener información relacionada, ¿sabes algo?
una sensación de sorpresa y alivio lo recorrió, esperaba contar con el apoyo de alguien confiable, ¿sería el?, lo conocía solo por el Underground, habían hackeado juntos en algún momento, pero no sabía quién era, esto era demasiado para confiárselo a alguien, no podía comentar más - ¿pero ¿qué hago?, ¿qué estoy haciendo?, tengo que ir a las autoridades, ¡que autoridades!, son las mismas que están pensando hacer esto!, abrumado por el peso de ese conocimiento respondió. - no, no sé nada, solo curiosidad, hablamos luego -.
Apagó todo de golpe, apoyando los pies en el suelo, con un leve impulso desplazó la silla a un lado de la cama, la adrenalina se le agotó y el ímpetu se iba apagando como la flama de un mechero que parpadeante avisa la falta de combustible, lentamente se dejó caer, casi inerte boca abajo se apagó.

- Debes colocarte bloqueador hijo, ¿no entiendes que este sol te hace daño?
- ya mamá, pero ¿tiene que ser a todo el cuerpo?
- ¡Si Sebastián!, ponte el polo manga larga también.
- Pero, mamá
- ya deja de quejarte, ponte el pantalón y puedes ir al mar.

El frío del mar calmaba en algo la sensación de guisado sobre la piel, recordó a su abuelo contándole historias de como él y sus amigos disfrutaban el mar sin polos manga larga, ni trajes de cuerpo entero, cuando podías sentir el sol en tu piel solo calentándola, secando las gotas del mar que lentamente se escurrían y se evaporaban nuevamente al ambiente.

- Abuelo, pero ¿usabas protector?
- ¡Que protector ni que nada!, ¡nadie necesitaba protector! - No lo creía posible a sus 8 años, desde que tenía recuerdo le habían exigido los trajes y protectores como si su vida dependiera de eso.
- al contrario, las mujeres usaban cremas especiales para cambiar el color de su piel, le decían bronceador - despertó empapado de pies a cabeza, el sensor de temperatura se había descompuesto nuevamente, amodorrado logró pronunciar algunas palabras - encender aire acondicionado, temperatura a 22 grados - escuchó el encendido del aparato y un aire helado refrescó la habitación, se quedó en cama, mirando fijamente el techo, todo ese conocimiento no sirve de nada, su preocupación ahora está en evitar ser descubierto con esa información, no volvería a ser el mismo, su vida cambiará, para bien o para mal, pero cambiará. Sentado al borde de la cama esperaba que su asistente lo alerte para ir a trabajar, de pronto una música relajante se escuchó en el fondo de la habitación, - buenos días oh, gran maestro Hanzo!, hoy lo espera un día muy agitado en el trabajo, a primera hora tiene reunión con su jefa o, mejor dicho, la bruja esa, luego tiene una presentación de los últimos avances del arquitecto Yemus y no se olvide que hoy tiene que entregar el informe final sobre el análisis de los controles quertz de los HRT900, para su desayuno le recomiendo - apágate por favor – interrumpió, el silencio volvió a la habitación, a lo lejos, los ruidos de la ciudad tímidamente reflejaban el ajetreo del primer día de la semana - no puedo tener esto conmigo - Quanter, manda al tacho todo lo descargado ayer – hecho -.

Se vistió rápidamente, el traje desgastado de tanto uso fue regalo de su padre que vivió su niñez antes del cataclismo del sesenta, lo recordó molesto por tener que usarlo tan ajustado. Bajó las escaleras, extendió su transporte unipersonal y avanzó por la calle 25 hasta llegar a la principal. El sol abrasaba la ciudad presionándola, un oasis en medio de la selva donde los gases, la temperatura y el vaho sumergían a sus habitantes en un eterno bochorno. Trajes de cuerpo entero, de diseños y colores variados protegían sus cuerpos de la radiación ultravioleta, los complementos especiales marcaban sutilmente las diferencias sociales, visión aumentada, purificadores de aire, ventilación incorporada, contorneado de cuerpo, iluminación nocturna y demás, un desfile interminable de modelos y artefactos que nacieron posteriores al cataclismo del sesenta. Las zonas residenciales se acomodan en la periferia mientras que las industrias desarrolladas ocupan el centro de la ciudad que se desliza hacia el sur oeste llegando a rozar la cordillera creciendo sin más diseño y planificación que el ingenio permitido por la premura. 

En el centro de la ciudad, aparcó su móvil, ingresó con un grupo de personas a un galpón gigante, detectores faciales registraban el acceso y monitoreaban sus movimientos en todo momento, hombres y mujeres eran separados en cambiadores donde reemplazaban el traje por una vestidura de material sintético. El galpón de techo alto dejaba grandes aberturas entre el mismo y las paredes para que el viento pueda refrescar el ambiente. Kuntsema fabrica robots para los deberes del hogar, su público objetivo son las familias acomodadas que llegan a tener más de uno en casa para el tendido de camas, lavado de platos, preparación de alimentos y demás, viven como antes del cataclismo, como si nada hubiera cambiado para ellos. El día avanza por el sin tener todos los sentidos en el trabajo, al medio día se juntaron todos en el comedor, un espacio reducido donde se podía imprimir y preparar algunos alimentos, robots atendían y entregaban los platos a temperatura ideal. Pantallas gigantes por todos los ambientes transmitían en directo la información que el Estado Unificado definía adecuada para los habitantes.
- ¿estás bien Gian?, te noto más ido de lo normal hoy
- nada, no, tengo nada, seguía ensimismado en sus alimentos, el calor lo sofocaba cuando recordaba lo que sabía, - ¿qué harías tu si supieras algo que puede perjudicar a varias personas, a muchas personas?
- bueno, se lo comentaría a la G.I.
- ¿si no pudieras decírselo a la Guardia Integrada?
- ¿a un Justiciero?
- no puedes comentárselo a nadie del Estado Unificado
- estas jodido entonces, solo te quedaría buscar apoyo por la red si es que eso es posible - perdió la vista en el horizonte reflexionando - filtrando la información sería de uso público, todos se enterarían y alguien más podría hacer algo, ya no sería el único, pero tendría todos los bots y ciber de la guardia buscándome, el Estado Unificado haría todo para apagar el ruido y desacreditar al mensajero - sus principios seguían en batalla abierta y sincera con su convicciones, no era posible hacer algo para cambiar los planes del Estado Unificado, cualquier intento será desbaratado, aniquilado, exterminado antes que alguien pueda hacer algo - será mejor callar y seguir con mi vida, olvidarlo todo - un nuevo bocado de alimento orgánico acompañado de líquido cultivado relajó sus pensamientos, al fondo, la noticia de una científica asesinada pasaba desapercibida.



Pablo Herrera Rejas (Lima, Perú). Informático de profesión, apasionado del Basket.

Photo by Charles Deluvio on Unsplash.


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