«De tanto ver la lluvia sus ojos se volvieron tristes», un artículo de Jenny Liliana Betancur

Parecerá un artículo de política, pero no lo es, ¿o un relato melodramático?, tal vez solo sea el testimonio de una emigrante colombiana. Éstos días pesarosos de mi país, dónde la guerra no se detiene, donde las esperanzas de seguir con un proceso de paz se hunde ante unas elecciones presidenciales, donde el pobre es cada vez más pobre y el rico más rico, dónde la avaricia de «poder» no cesa, dónde la humanidad se pierde ante la pillería, se han de juntar con mi experiencia fuera de él.
Vivo en España hace ya 5 años, pero después de mis estudios de especialización en Barcelona, viajo constantemente por el territorio español y Latinoamericano, compartiendo teatro.
Hace una semana, he vuelto de nuevo a España después de un mes de viaje,aventura y trabajo, por varias provincias de CUBA con la compañía española Niumpaloal’Arte, atravesándola desde La Habana hasta Guantánamo, compartiendo nuestro trabajo y recibiendo mucho de los cubanos: como individuos, de su cultura y de su estilo de vida ante un régimen comunista-socialista, aunque con algunos toques capitalistas. Y también desde octubre del 2017 a enero del 2018 estuve en ECUADOR y algunas ciudades de Colombia con nuestro teatro; por ende ha sido varios meses de viaje y choques culturales seguidos.
La percepción de este cruce de vivencias con el conocimiento de la problemática de mi país me ha generado en los últimos días un semblante triste con cierta carga de impotencia y lucha. No puedo evitar comparar y añorar estilos de vida que hay en otros países hacía el mío, donde la guerra bélica y la inseguridad ya no hacen parte de la gran problemática a solucionar. Los ojos se me humedecen desde el pecho y el nudo que se hace en la garganta cuándo sabes que el país donde te tocó nacer es uno de los pocos países en el mundo con una de las guerras más antiguas, pues desde 1964 se están matando entre sí, hombres y mujeres por un ideal tergiversado, se matan por el control del poder y por sus mal llamados héroes, afectando a la población, en su mayoría rural; Colombia es el segundo país en el mundo con mas desplazados internos usando niños combatientes, raptados de sus hogares sin otra opción que la guerra, ¿cómo evolucionar si los niños no pueden educarse? ¡si la guerra es lo único en lo que se les ha entrenado!.La desconfianza y el miedo prevalecen en la población puesto que la seguridad se nos ha convertido en una utopía; la inversión en armas y material humano para empuñarlas son solo una falsa respuesta ante el conflicto que vive el país, la raíz del problema no está allí, solo hace que el pueblo no pueda evolucionar junto al mundo, es apartado de la evolución mundial por su conflicto interno, obligando a sus habitantes a ser ignorantes de sus propias posibilidades.
Viajar, no como turista sino conviviendo con el pueblo y las familias de cada país, me han hecho desestigmatizar países, donde se respira la tranquilidad en sus calles cuando cae el sol, donde no tienes que llevar tus maletas como una extensión de ti mismo, donde disfrutar del turismo ecológico no se vuelve la mayor peripecia de tu vida por si en mitad de la montaña te sale un ladrón o violador, lugares donde sus gentes (como muchas otras que no he nombrado de mi país) nos brindan sus raíces sin esperar nada a cambio, lugares donde la educación, la cultura y el alimento son lo principal para el pueblo a pesar de sus grandes limitaciones…ver otros países hace que pueda no entender la idiosincrasia del mío.
El título del artículo viene del libro de Gabriel García Márquez, «Cien años de soledad», y lo escribo aquí como elogio al magnífico libro de Gabo pero también como acto de rebeldía, no quiero sentirme más triste de mi país, de seguir viendo por más años la misma carroña que nos ha convertido en seres desconfiados y listos a la pillería, pueblo en búsqueda del dinero fácil, de la ilegalidad, de ser un país machista y con muy lentas aras de cambio, de aceptar pacientemente la corrupción política y empresarial que siempre ha aquejado al país, de aceptar reformas laborales que aplastan al asalariado y enriquecen al más rico….»no quiero más que de tanto ver la lluvia que mis ojos se vuelvan tristes»


Jenny Liliana Betancur. Licenciada en Arte Dramático con énfasis en Interpretación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas- Facultad de Artes ASAB (Academia Superior de Artes de Bogotá) y Diplomada de la Escuela Internacional de Mimo Corporal Dramático y Teatro Físico de Barcelona.
 
Ha sido profesora de Teatro físico y Mimo Corporal Dramático en diferentes espacios de formación escénica en España y Colombia:
-Teatro Nacional en Bogotá (sede del FITB Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá).
-Centro de formación circense Karola Zirkus en Bilbao,
-Laboratorio de Creación escénica Jazar en Pamplona,
-Casa Gestal en Bogotá,
-Espacio escénico GeroArte en Vitoria, Gasteiz,
-La Escuela de Teatro Antzerki Eskola en Pamplona,
-La Asociación cultural La Chimenea Escénica en Murcia
-Meclowncho , en Elche
Ganadora de la Beca "Jóvenes Talentos" que entrega Icetex en Bogotá, Colombia para estudios internacionales.
Trabajó con la compañía teatral La Navaja de Ockham, en Bogotá (2010-2013) con quién ganó varios premios de creación y circulación de espectáculos que otorgó el Ministerio de Cultura e IDARTES Instituto distrital de las artes. 
Trabajó a la par con la cía Gravedad Zéro como bailarina aérea durante los años 2011 a 2013.

Actualmente mezcla el mundo del teatro físico y gestual con el del clown en España.
Su última producción, FARAS, fue su primer unipersonal donde mezcla el mundo del teatro físico con el mimo corporal y la voz, un homenaje a grandes y anónimas mujeres que han y siguen luchando por sus derechos y la justicia social.
Ilustraciones: la imagen ha sido remitida por la autora de la obra. 


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