«El camino de Dios», un relato de Juan Luis Henares

No alcanzo a comprender lo que pasó que han cambiado tanto. ¿Qué hice mal mi Dios para merecer esto? Trabajé toda la vida, me rompí el alma para que a mis hijos no les falte nada: plata, ropa, comida, casa, auto, estudios, viajes, joda… tienen todo lo que necesitan. Me sacrifico por ellos, me mato en la fábrica, peleo con mis empleados, el sindicato, los proveedores… Y me pagan de esta manera.
Valeria dijo que se iba el fin de semana a Córdoba a jugar un torneo de hockey con las chicas del club, así que me quedé confiado. Si, tranquilo porque estaba en Córdoba. Prendí el televisor, puse el noticiero y justo pasaron un informe sobre el Encuentro de Mujeres en Rosario, esas negras putas y tortas que ensuciaron la ciudad. Mostraron a un grupo mientras pintaba las paredes de la iglesia, y ahí estaba Valeria con las tetas al aire. ¡Se las vio el país entero en la tele! La enfocaron y gritaba a favor del aborto. No sé de qué se queja, si hace unos años ella misma quedó embarazada y bien que le pagué un dineral al doctor en la clínica para que se lo saque. A favor del aborto, ¿no piensan estas locas en esos pequeños inocentes que llevan en sus cuerpos? ¿Cómo le digo ahora al cura al confesarme que Valeria pintó iglesias en Rosario? ¿Él también le habrá visto las tetas?
Maxi, otro que lo tiene todo. Le alquilé en pleno centro un departamento así vive solo y puede estudiar tranquilo. Anoche le caí de sorpresa con la nueva camiseta de Los Pumas y me lo encontré en la cama con un tipo. Él, que de chico lo llevé con la Ivonne para que aprendiera lo que es ser macho, como Dios manda, me termina encamado con un varón. ¡Nunca permitiré que mi hijo sea puto! Lo voy a tener que llevar al médico para que lo trate y lo cure. Seguro que fueron esos comunistas drogadictos de la universidad los que le pudrieron la cabeza con esas pavadas del matrimonio igualitario, la identidad sexual y los Derechos Humanos, ¡le contagiaron su enfermedad! A ese marica del amigo le pegué una patada en el culo y lo eché del departamento; espero que ningún vecino lo haya visto correr en pelotas hacia el ascensor, sino qué van a pensar. A Maxi me lo traje de la oreja a casa; lloriqueaba como mujercita. ¡Los hombres no lloran carajo!
Valeria recién llegó de Rosario. Entró y le pregunté cómo le fue en el torneo en Córdoba; no me aguanté, y antes de que conteste le di una cachetada y le dije que es una puta. ¿Por qué tenía que mostrarle las tetas a todo el mundo? Se encerró con llave en su dormitorio. Ahora me voy a despertarlo a Maxi a su pieza; hablaré primero con él y después los voy a juntar a los dos en el comedor. Me van a escuchar, no puedo permitir que ellos se desvíen del camino de Dios. Sí o sí van a ser buenas personas igual que yo.
—Maxi, tenemos que hablar de hombre a hombre. Sé que estás despierto macho, prestame atención y no te hagas el dormido. ¿Me escuchás? Pero qué hiciste, ¿cuántas pastillas te tomaste? ¡Ernestina llamá urgente a la ambulancia!


Juan Luis Henares nació en 1963 en Paraná, Argentina. Profesor en Ciencias Sociales. En 2004, Primer Premio en el Concurso Universitario de Ensayos Memoria y Dictadura. En 2019, Primer Premio en el 6° Certamen Literario Red por la Igualdad de Género Enredadas Vicálvaro de Madrid y ganador en el rubro Letras de los Premios Escenario del Diario UNO de Entre Ríos. Sus cuentos han sido premiados o publicados en Argentina, México, Uruguay, Cuba, Chile, Perú, Venezuela, Colombia, Guatemala, Bolivia, España, Alemania, Canadá y Estados Unidos. Libros: Lápiz clandestino (2018) y Crónicas subterráneas (2021). 


Fotografía de Anshu A (en Unsplash). Public domain. 


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