«Con la tormenta», un relato de Diana Mesa Levy

Era el fin del verano el día que la vida le cambió a Elvira y a otros en su barrio para siempre. Aquella tarde, en extremo calurosa, todos suplicaban porque cayera un chaparrón que aliviara la canícula. Era tan fuerte el deseo que, para asombro de todos, el cielo se encapotó de unas nubes negras cargadas de rayos y hasta parecía que llegaba el fin del mundo. Y así fue. Cuando ya no cupo una gota más, estas se precipitaron como si se vertieran miles de piscinas olímpicas. La lluvia, en la que no se podían distinguir las gotas, venía acompañada de un viento huracanado y una serie de descargas eléctricas que en breve hizo que se fuera la corriente y que las alarmas de los autos sonaran sin descanso.
«Un tornado tiene que ser. Ahora ver los desastres que nos deja…», era lo que pensaba Elvira mientras temblaba asustada de los prolongados rayos y truenos. Su familia, sin embargo, lo encontró todo muy normal para una tormenta de verano y aprovecharon el momento para tomarse una siesta. El temporal duró el resto de la tarde y amainó al anochecer. En cuanto se detuvo el temporal volvió la corriente. Todos saltaron de alegría sin percatarse de la extraña coincidencia. Solo Elvira esperó frente al televisor alguna noticia sobre lo sucedido, pero para su incomprensión, no hubo mención del fenómeno atmosférico. Así que, ante la ausencia de daños que lamentar, todo siguió como hasta entonces, solo que con menos calor ambiental.
La noche trascurrió tranquila y, salvo el sonido un poco exacerbado de animales nocturnos, en la casa se durmió plácidamente. En la mañana ya habían olvidado la tormenta menos Elvira que seguía impresionada aún por la forma de llover. 
Apenas abrió los ojos sintió la necesidad de asomarse al balcón de su apartamento y mirar a la calle. Respiró el aire fresco que hasta ella llegaba y disfrutó de la vista. Llamó su atención que el ambiente tenía un ligero tinte azulado y los colores de plantas, animales y hasta del sol eran tan brillantes y vivos que parecían vitrales. Vio a pocos vecinos, pero le dio la sensación que lucían más felices. En su casa, a su esposo Ramón y a sus hijos no les notó nada diferente, solo que la cara de los jóvenes no parecía molesta por tener que comenzar ese día la escuela.  
Al quedar Elvira a solas en la casa, y mientras desayunaba, pasó la vista a su alrededor intrigada. Sentía que algo había cambiado, pero no lograba encontrar qué. Unos minutos después la sobrecogió la sensación de estar siendo vigilada o al menos observada dentro de su misma casa. Instintivamente, en varias ocasiones, giró la cabeza con un movimiento rápido como para sorprender a quien o quienes la empezaban asustar, mas detrás de ella solo encontró vacío. La tranquilizaba el tener la compañía de Chula, su perrita chihuahua, hasta que le pareció que esta la llamaba. 
Elvira la buscó con la mirada y cuando los ojos de ambas se encontraron, sintió como si le hubieran cambiado a su mascota. La mirada de Chula parecía diferente, su iris pardo oscuro y grande se había empequeñecido y la enfocaba con intención. Esto se acentuaba al tener el ceño ligeramente fruncido y la boca alargada como en una sonrisa. Le pareció que, de repente, allí había inteligencia. Elvira creyó que alucinaba, así que le sonrió con amor y movió la cabeza para apartar esa idea de su mente. Recogió la mesa y lo llevó todo en una bandeja a la cocina para fregar mientras volvía a pensar en la impresión que había tenido con Chula.
Entonces, aunque tampoco supo si era su imaginación, vio que los potes de azúcar y café, que en el apuro de preparar el desayuno habían quedados desorganizados sobre la meseta, se habían ubicado “solos” a su posición. Una vez más sonrió para sí y buscó una justificación que la tranquilizara, lo último que podía sucederle era que no se sintiera segura en su hogar. Así que comenzó a tararear una canción mientras recogía y fregaba. 
Terminada la tarea, se preparó una nueva cafetera y la puso a la candela mientras llenaba la olla de hervir el agua. Solo que, de pronto, sintió la urgencia de correr al baño. Pensó le daría tiempo, pero sentada en el servicio se percató que le estaba tomando más tiempo del usual y que era probable que el agua se derramara y que el café herviría y salpicaría todo el fogón. No le quedó más alternativa que terminar para luego correr a reparar los daños; sin embargo, para su sorpresa, la hornilla estaba apagada y el grifo del agua cerrado, ambos en el momento de evitar un desastre. Elvira dudó de psiquis y hasta pensó en un Alzheimer prematuro, pero entonces volvió a sentir una presencia y vio una sombra que se reflejaba en la meseta de la cocina. Un grito de terror se escapó de su pecho y, sin pensarlo dos veces, cargó a Chula que estaba a su lado y se encerró en el cuarto.
Refugiada en la habitación llamó a Ramón y con una voz que evidenciaba su estado le pidió auxilio. Imaginó que él no la creería, pero decidió no salir de allí hasta que su esposo no llegara. Chula a su lado no dejó de mirarla con ojos compasivos mientras se mostraba cariñosa y hasta, por un momento, Elvira le pareció saber lo que los ojos de la chihuahua le trasmitían. 
El tiempo transcurrió lento hasta la llegada de Ramón, ella dio mil vueltas en el cuarto, perdió la paciencia y se molestó aún más al llegar el hombre al no tener cómo mostrarle el motivo de su terror. Le contó en detalles, pero él solo se sonrió. Incómoda por la situación Elvira se propuso comprobar que no se volvía loca. Así que terminada la comida y recogido todo, desorganizó la posición de sus electrodomésticos y demás utensilios y se fue a acostar. Esa noche apenas dormiría, a su cabeza volvía los extraños acontecimientos y sus oídos no dejaban de estar atentos a cualquier ruido nocturno.
Nuevamente la mañana les dio los buenos días y Elvira se incorporó la primera a comprobar lo que había sucedido en su cocina y como esperaba, cada objeto estaba en la posición habitual no como los había dejado en la noche. La garganta se le secó y un frío de miedo le recorrió la columna vertebral. No se dio cuenta que a su lado Chula la observaba divertida mientras ella se devanaba el cerebro buscando una explicación lógica a aquel desatino. Recorrió la casa, revisó puertas y ventanas y hasta volvió a asomarse al balcón para comprobar que el tinte azulado del ambiente se había intensificado y, a diferencia del silencio de cada mañana, ahora oía voces alegres y hasta risas en casas de sus vecinos. No supo qué pensar, y no es que fuera malo, pero no era lo normal, sin dudas.
Convencida de que algo sucedía en su casa y en todo el barrio, regresó a la cocina para casi morir del susto. Estaba toda revuelta y hasta con las puertas de los estantes abiertas. «En qué momento pasó esto, ¿cómo no he oído nada?» pensó desconcertada. El cuerpo le temblaba de terror y empeoró al sentir a su lado la sombra del día anterior y que esta se iba haciendo más nítida. Un grito de susto quiso desprenderse de su garganta, pero el darse cuenta que aún no eran ni las siete de la mañana, se contuvo. Respiró hondo para calmarse y la idea de que todo podía ser una broma la tranquilizó por unos segundos. Cargó a Chula para sentirse protegida por ella y le habló a la sombra con figura de persona:
―¿Me quieren volver loca o es que hay alguien que está jugando conmigo?
El silencio reinó durante unos segundos y luego, sin que ella diera crédito a lo que veía, la sombra se fue convirtiendo, sin dejar de ser trasparente, en la figura de una mujer antigua. Era mayor de edad, gruesa y el color de su piel le pareció mestiza, además, las ropas que usaba recordaban el tiempo de la Colonia. Elvira asustada soltó a Chula y dio un paso atrás:
―¿Usted quién es y qué hace en mi cocina?
―Buen día, su mercé Elvira; yo, como ve no soy de este mundo, pero sé que me necesita…
―Yo no necesito a nadie, ¡váyase, por favor, que los demás pueden verla!
―Nadie me ve, solo uste y Chula ―dijo la mujer mientras miraba a la chihuahua.
―¿Y hasta sabes cómo se llama? ―Elvira se sintió una tonta con sus preguntas, «Claro que lo sabe, es un espíritu», pensó para sí
―Así mismo e, su mercé Elvira, soy un espíritu y no lo sé todo, pero casi y, ¡ah!, dice Chula que no la tire más así que le dolió una de sus paticas…
―Ahora sí que estamos bien, lees mis pensamientos y hasta hablas con mi perrita. ¿No me estaré volviendo loca yo y todo esto me lo he inventado? ―Elvira se restregó los ojos y se puso una mano en el pecho para comprobar que su corazón latía. Sí, estaba viva y despierta y aquello que tenía ante sus ojos no parecía irreal ni fruto de su imaginación. «¿Qué debo hacer? ¿Cuánto tiempo va a durar?», pensó incapaz de articular palabras.
―No, no está loca, su mercé. ¿No lleva un tiempo suplicando ayuda pa poder hacer lo que le gusta? ¿No se queja poque nadie le ayuda y solo uste tiene que hacerlo todo? Pues aquí etoy pa eso. 
La conversación con la “nueva asistente” no se extendió mucho más, Elvira había sentido que Ramón y los muchachos ya se levantaban y ella no quería hacerlos partícipe de lo que le sucedía. Así que, con un gesto de la mano y casi una orden con su pensamiento, le pidió que desapareciera. No obstante, mientras preparaba el desayuno una idea la hizo sonreír: «¡Vaya, ahora tengo mi propio fantasma! Aunque se me olvidó preguntarle el nombre, ¡qué falta la mía, cará!». Pero, para su sorpresa, en su cabeza oyó inmediatamente la voz de la fantasma: «Fefa, mi nombre es Fefa».
La vida se aligeró para Elvira. Salía a la calle o se encerraba a escribir historias, confiada en que todo estaría hecho a su hora. Se dedicó a descubrir a los que como ella habían sido bendecidos y los identificaba por la alegre expresión en su cara. El tinte azulado del ambiente se fue aclarando hasta hacerse imperceptible, mas los colores vivos en los objetos, plantas y animales continuó. Elvira no se resistía en saludarlos al pasar a su lado y disfrutaba con las respuestas de matices y sonidos que recibía como respuesta. 
Todo se le volvió una inspiración, solo que entonces, ocurrió otro temporal…



Levy Di (Diana Mesa Levy).
Nací en La Habana, el 14 de agosto de 1969. Junto a mis padres viví durante cuatro años en la provincia de Matanzas. Desde los ocho años vivo en La Habana. Me gradué de Dra. en Estomatología y unos años más tarde de Especialista de Primer y Segundo grado en Prótesis Estomatológica. Trabajé como especialista en un policlínico de mi área de salud hasta el 2009. Luego continué solo como docente en la “Facultad de Tecnología de la Salud” hasta el 2014. 
A partir del 2015 decidí cultivar mis inquietudes literarias. Como parte de mi preparación he realizado diversos cursos: “Palabras para tus ideas” de Carlos Roselló en el blog: https://creatividadparaescritores.com/palabras-para-tus-ideas (2015-2016); “Curso-taller para la formación de escritores”. Profesor: Eduardo Angarica Freire (Sep/2018-mayo/2019); “Segundo curso-taller de Técnicas Narrativas. Subgéneros narrativos y nuevas tendencias”. Profesores: Sergio Cevedo y Raúl Aguiar (Sep-dic/2019) y en la actualidad estoy en un “Entrenamiento literario (Coaching)” con la escritora: Elaine Vilar Madruga.
Premios y reconocimientos literarios: 
- Encuentro Debate de Talleres Literarios de Adultos, Casa de la Cultura Municipal de Playa, 2019 Segundo lugar, obra: “La inauguración”. Categoría Cuentos. Y Tercer lugar, obra: “Dilema”. Categoría Minicuentos. 
- X Certamen Literario Dan Simoniescu, 2019. Sociedad Hebrea de Cuba. Género: Relato. Primer lugar. Obra: “En un segundo”.
- Concurso “El cepillo de dientes”. Centro Hispano-Americano de Cultura, Segundo Taller de Técnicas Narrativas, 2019. Mención. Obra: “Sin vuelta atrás”
- VI Concurso Internacional “Ellas”, 2021. Seleccionada para formar parte de la antología” Ellas VI”. Obra: “Con la Guerra” 
 https://www.diversidadliteraria.com/resultados/ellas-vi
- I Premio “Laboratorio de Escrituras: Encrucijada”, 2021. Género: Relato. Mención. Obra: “Presunción”.
Creaciones literarias publicadas:
- “Implantología Dental, Selección de tema”. Editorial Ciencias Médicas, 2010. ISBN 978-959-212-586-5.
- Minicuento: “Sin vuelta atrás”. Revista Konrad, Suplemento 13, sección humor. https://korad.cubava.cu/files/2020/03/Suplemento-13.pdf
- Antología “Ellas VI” REF 00137. Minirrelato: “Con la Guerra”. 


Fotografía de la NASA (en Unsplash). Public domain.


2 comentarios:

  1. 😱😱 muy buen cuento!! Falta me haría a mi un temporal de esos. Felicitaciones a la escritora!!

    ResponderEliminar
  2. Gracias por leerme y comentar. A mí también me haría falta una tormenta así. Gracias.

    ResponderEliminar