Ciencia ficción: «Planetas alineados», un cuento de Graciela Cecilia Enríquez

"Fuera de nuestro sistema existen diversos planetas, planetoides y algunos planetas enanos que están alrededor del sol y más allá".
"En el año 2558 el mundo había cambiado mucho. Coches y ómnibus tenían un carril en el aire, los edificios eran alargados y en algunos de ellos se observaba una escultura minimalista parecía clonada con cierto aire al SXX, años 60', tal vez. Después el arte se expandió por doquier pero todo aquello no era más que repeticiones de un glorioso pasado.
La mayoría de los seres humanos con alto poder adquisitivo, los más ricos; pudieron viajar hacia otros mundos y habitar otros planetas, ya que este en el que vivían se extinguía cada día muy lentamente.
Durante muchos años antes de la última explosión solar cuando el sol se precipitó con mucha fuerza tiñendo de rojo carmesí todos los rincones de la Tierra la que se defendió hasta donde pudo".
Y así da comienzo está historia.
Amira capitana de la flota espacial 6.SX3/ 4A, fue una de las primeras mujeres que se iniciaron en viajes espaciales, primero dando vuelta alrededor de la Tierra en la estratosfera, girando a su derredor. Un día en su rutina diaria encalló en un agujero oscuro del que no pudo salir, lucho hasta encontrar un bucle que sin saberlo, después de un desmayó, el que le llevó horas...para ella fueron varios años luz y en un abrir y cerrar de ojos pudo ver tres planetas iguales físicamente uno muy cerquita del otro. Aterrizo inesperadamente en el que estaba frente a ella, sin saber que podía hallar allí, mientras los otros dos parecían esconderse detrás de él. Eran muy parecidos a la Tierra, mucho verde, agua, un poco más espesa árboles muy extraños que tenían vida propia, caminaban y vivían según sus propias leyes y doctrinas en comunidad. No encontró al instante algún ser parecido a ella, el nuevo planeta tenía una energía color violeta de noche y de día se cubría de una energía color naranja
También le llamó la atención que esos tres planetas tenían su propia luna y sol.
Cuando en uno oscurecía minutos después lo hacía el siguiente y mucho más tarde el último, lo mismo ocurría al amanecer cuando rayaba el sol en este, minutos después en el segundo y horas mas tarde en el tercero. Como si esos minutos y horas de retraso tendría un porque, o solo era así porque sí, algún capricho del lugar, de ese lugar perdido en la nada. Recorrió lo que pudo y sorprendentemente podía hacerlo como en la Tierra. Había gravedad y podía respirar lo más bien, no necesito oxígeno a parte. Todo ese mundo se volvía mágicamente violeta por las noches, los árboles tenían una savia violácea que ella juntaba en un frasco para examinar e increíblemente al amanecer, cuando el color del planeta se volvía naranja, esa savia también. Los árboles eran ancianos, muy pocos quedaban jóvenes y al ser muy sabios, supieron leyendo su energía que ella era buena no los iba a lastimar, no llegó allí para destruirlos. Sino que la lectura de su aura les dijo que ella estaba totalmente perdida y muy sola en aquel universo infinito. Le fueron trayendo entre sus ramas frutas para alimentarse de colores rarísimas, algunas parecidas a las que un día existieron en su planeta y otras desconocidas para ella. Esto le recordó lo mucho que hacia falta la comida en su suelo natal, muchos años antes de formar flotas espaciales, las guerras y desacuerdos de los humanos causaron tal acontecimiento lleno de hambruna y necesidades humanas. Los árboles ancianos no le permitían tomar de las aguas, les hacían una poción con sus savias nocturnas y diurnas, al beberlas Amira sentía que tomaba del agua que estaba acostumbrada. Después de un largo tiempo, sin saber en que horario se hallaba, comenzó a contar cuanto tardaba en subir y bajar el sol y la luna.
Y así mas o menos sus cálculos sabía cuantos días y noches iba viviendo en aquel nuevo planeta la joven capitana. Un día se escucho: -Amira vuelve pronto- una voz que resonaba entre las copas de los árboles.
-Si maestro, en unos días estaré de vuelta
-Cuídate nadie salió vivo de esos planetas-
Entonces supo que otros seres diferentes o no a ella, llegaron a encontrar estos tres planetas alineados 
Aunque realmente no sabía de donde venía la voz, quién era, solo por respeto lo nombro maestro. 
Pero tal vez, eran los mismos árboles ancianos, porque se había vuelto a aventurar intentando saber de los otros dos planetas que se escondían tras del que ella estaba ahora. Iba entrando al otro planeta y una fuerte tormenta se arremolino en sus aguas y cayó de prepo a algo parecido a un mar, en un bosque también. El agua era límpida, clara pero se transformaba en vidrio casi invisibles eran retazos de cristales que arrojaban estos ríos y mares, mientras duraba esa transformación. Amira se fue alejando lo más lejos posible de la orilla, para no ser lastimada por los vidrios. Un bosque más allá de los médanos se visibilizaba con un verde muy profundo y de sus ramas caían sus hojas de vidrio cristalizados con ese verde. Amira se dio cuenta que por ahora era una tierra inevitable aunque tal vez un día todo podía suceder, el tiempo lo diría. Sin aquel detalle sería posible vivir ahí. Subió otra vez a su nave y se dirigió al tercer planeta, llegando al el cuando amanecía, su sol era tierno, suave muy leve para calentar. Las condiciones eran parecidas a los otros dos, pero aún los diferenciaba el extremo frío polar que existía por falta de calor solar. Todo se transformaba y se congelaba convirtiéndose en una tormenta de nieve, si bien el agua era potable y sus peces quedaban atrapados en su interior al congelarse abruptamente con una gruesa capa de hielo. Ese mundo era una siniestra cámara criogénica. Todo se descongelaba pero llevaba meses enteros , no pudiendo observar algún verde solo un bosque plateado frente a ella. Su sol no dañaba a nadie, no tenía la suficiente fuerza para lograr brindar la energía vital que se necesitaba por allí. 
Las noches eran terriblemente largas y los días muy cortos. La oscuridad reinaba en este planeta. Y no pudo ver ninguna criatura más que ella misma. Como científica sabía que habiendo peces podría haber otras formas de vida también. Subió a su nave para descender unos días más tarde en el primer planeta donde vivían los árboles sabios.
- Maestros, maestros volví- grito al bajar y en un ímpetu abrazó a uno de ellos. La costumbre humana, las emociones del alma, los sentimientos a flor de piel, sola en la infinita galaxia, y solo esos árboles eran lo más parecido al amor familiar.
- ¿ Estás bien?- un anciano
-Si si...eso paisajes, cada páramo en sus planetas hermanos son realmente bellísimo...pero inhabitables.- con un dejo de tristeza
-Puedes quedarte aquí hasta que consigas regresar a tu tierra- el sabio
Y ella pensativa, perdida su mirada tardo en responder.
-Si...existe cuando vuelva-. No se encontraba segura que aún la Tierra existiera, estaba agonizando hacía mucho tiempo. Mientras unas lágrimas brotaron de sus bonitos ojos.
Se quedo con ellos, aprendió mucho más, escucho de otros seres de otras galaxias y de los siglos que tenían encima los viejos árboles, esperando que ella sea su futuro. Todos los días le cargaban su nave con energía que extraían de su interior, y... un día no regreso había encontrado el portal que la llevaba a casa

Lo logro. Desembarco, en una Tierra aún más desconocida que las que hallo en su navegar, como la misma tierra, era otra. Ya nada era igual. Solo algo nunca cambiaba las altas jerarquías peleándose entre ellas por más poder, y aquellos que nada tenían peleaban por sobrevivir. Fue ella la que comando otra flota espacial y los ancianos árboles , la vieron llegar una vez más a aquel planeta que la cuido y rescató de todo mal. 
La vida evolucionó los descendientes de humanos de la Tierra nacieron allí, como alegres y felices abuelos mecieron entre sus ramas la cuna de la humanidad. 
 
Al regresar a su tierra había transcurrido tres años, y tardo tres años más en reclutar a quienes manejaría la flota y quienes abordaría las naves destino al nuevo mundo. La agonizante tierra pareció haber estado esperando por ella, se encontraba a la merced de graves problemas socioeconómicos más intensos que la última vez, crecieron los pobres abundaban los ricos.
Los indefensos por falta de recursos y su presente, parecía quitarles la posibilidad de una nueva vida mejor o igual, pero vivos.
Mientras Amira enfrentaba a los poderosos de siempre, para llevar a todos en igual de condiciones.

En los planetas alineados estaba produciéndose un milagro, mutaban una vez más, lenta pero rápidamente en esos tres años terrestres que Amira se fue. El planeta de vidrio de pronto, dejo de cristalizarse, las aguas se purificaron, algunas partes del bosque se cerraron, luego una pequeña colonia de humanos lo habitó muchísimo tiempo después, fueron muy prósperos. En aquel donde su sol era tímido se acomodo en el espacio se terminó de alinear y calentó el lugar. Y nunca más entre los tres planetas hermanos hubo diferencia de horas entre sus días y noches, entre amaneceres y atardeceres la vista era un magnífico espectáculo con mayúscula. El frío que congelaba todo mermo, surgió la vida entre sus aguas, el cielo rego su suelo y aparecieron lo que nos acostumbramos a llamar estaciones. 
Hubo cambios climáticos en ascenso y descenso, con los meses fueron volviéndose más estables. Y fueron habitado por otra parte de la raza humana. Que fue expulsada de su propio planeta natal por desaparecer del infinito sistema.

Amira iba y venía todo el tiempo, estaba vez luchaba peleándose con oficiales, en una última batalla terrenal, por rescatar una gran porción de seres humanos los más desdichados, mientras que la superficie de la Tierra comenzó a convulsionarse, hasta el descontrol de la naturaleza que abría la tierra, inundaba ciudades, y desaparecían continentes. Ya nada se podía hacer en su hermosa Tierra que lloraba frente a ella y los pocos humanos, que no alcanzaron a viajar y los que se negaron a salir de sus hogares en su casa grande La Tierra. Pero otros estaban corriendo en un último intento por irse del planeta, casi encalló la flota completa, por la despareja lucha entre ellos y el fallecimiento de su mundo. Muchos murieron azotados por las distintas formas climáticas que fluían como huracanes y volcanes embullándose todo a su paso. Cuando pudieron remontar vuelo, y mantener el equilibrio en el espacio sin fin que ahora los rodeaba . Fueron los únicos en ver chocar a su sol contra su bendita Tierra. Esa explosión solar fue intensa, violenta devorando la última redondez que quedaba, desapareciendo definitivamente en la nada. Un planeta que vivió millones de siglos, eras y billones de experiencias llegaba a su fin...La Tierra...
Fueron entonces esos planetas alineados los que los recibía, sus árboles sabios hicieron una alianza con esa humanidad que se salvó. Esperando que hayan aprendido de sus equivocaciones, de sus errores y cambiar lo que nunca pudieron mientras la Tierra vivía. Que en ese presente pisando otros suelos, sepan cuidarlos y no dañarlo con sus ambiciones de poder, egoísmo y caprichos. Sentimientos que los llevaron a matar su gran casa. Los seres humanos tenían otros mundos como hogares 
¿Habrán para ese entonces aprendido la lección....?


Graciela Enríquez, argentina /BsAs. 26 de septiembre de 1962 empezo a la edad de 10 años a escribir y se introdujo en su gran pasión «La colección de Robin Hokk». A los 55 años pública el primer libro. Y detras de él fueron naciendo los demás Cuentos de hadas y fantasías (2017). Ela... La heredera (2018). El indigente y otros Cuentos (2019). Ha participado en diferentes antologías nacionales e internacionales y da vida a un Diario literario mensual de Cuentos de hadas y fantasías. Donde invita mes por mes a diversos artistas de todas las ramas del arte así como escritores y poetas a participar y compartir sus obras y trabajos.  

enriquezgraciel9@gmail.com 
Instagram: @gracielaenriquez5
Página y grupo Cuentos de hadas y fantasías. Titulo de la obra: " El zapato de María Antonieta" / cuento de ficción. Más cuentos de Graciela Enríquez.

Fotografía de Gemma Evans (en Unsplash). Public domain.


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