'Monseñor', relato de Juan Luis Henares

—¿Por qué has pecado hija?  
—No lo pude evitar Monseñor, cuando lo veo siento algo que recorre mi cuerpo y quiere salir; es más fuerte que yo.
—Es el Demonio, es el pecado en tu cuerpo, debes expulsarlo. Reza diez Padre Nuestro y diez Ave María, y trata de no repetirlo; no solo has engañado a tu marido, también defraudaste al Señor.
Salió del confesionario, cansado y dolorido al estar tanto tiempo dentro de ese espacio tan pequeño; si bien por ser obispo su obligación no era confesar a los feligreses, al hacerlo mantenía contacto con ellos, lo que disfrutaba mucho. Se dirigió a la sacristía, y en el trayecto recibió el cariño de la gente, a quienes muy contento llenó de buenos augurios y bendiciones.
Habló con los sacerdotes —les ordenó varias tareas—, marchó al patio trasero y ascendió a su moderno coche. Hacía calor, pronto encendió el motor y esperó a que el aire acondicionado hiciera más agradable el ambiente. El viaje a su casa le llevó treinta minutos; podría vivir en la propia iglesia, provista de confortables habitaciones, pero prefería la soledad de una vieja y pequeña estancia en las afueras de la ciudad. Ahí estaba tranquilo: disfrutaba de la naturaleza, la música, sus lecturas y demás pasatiempos sin nadie que lo moleste ni interrumpa.
Llegó, guardó el coche en el galpón de madera que hacía las veces de garaje e ingresó a la residencia; después desactivó la alarma que lo resguardaba de intrusos. En su cuarto, sentado en la cama se despojó de sus sandalias; se quitó la negra sotana, el fajín y el solideo —ambos morados— y su anillo, y en ropa interior entró al baño. Tras ducharse, tomó la toalla y fue al comedor, a la vez que secaba su cuerpo; allí encendió su equipo de música, y con el bolero de Maurice Ravel de fondo entró a la cocina. Sacó de la heladera queso, salame y un litro de leche; además una vasija con milanesas. En la mesa cortó todo en pequeños trozos, les agregó pan y los puso en el mismo recipiente; a este lo colocó en un canasto, junto a un par de vasos plásticos y la botella de leche. Mientras meneaba su obesa figura al ritmo de Ravel, caminó desnudo hasta la biblioteca, con el canasto colgado de un brazo. Sacó un libro —antigua edición en latín de la Biblia, con tapa púrpura y letras doradas—, lo apoyó en un estante y movió la palanca que estaba oculta al fondo del mueble. Una sección de ochenta centímetros de la biblioteca giró hacia un lateral y dejó al descubierto un pequeño espacio por el que ingresó con dificultad. Un metro adelante comenzaba una angosta y empinada escalera, que llevaba al sótano de la estancia. Descendió, abrió la pequeña puerta, e ingresó en la amplia sala iluminada solo por la tenue claridad de las velas. Encendió la luz artificial, se persignó ante la estatua de Cristo, y sobre una alfombra roja se arrodilló a rezar; pegado en la pared lo acompañaba en sus plegarias un poster a cuerpo completo del Papa —su amigo— junto a la imagen de la Virgen María y el cuadro de La última cena de Da Vinci colgado a su lado.  
Luego de unos minutos de oración abrió sus ojos; se levantó —le dolían las rodillas— y se dirigió a la otra punta de la sala, ocupada por una cama de hierro fundido, con barrales dorados y respaldo adornado con el escudo del Vaticano. Sobre ella, el látigo de esparto que, como miembro del Opus Dei, usaba para flagelarse y pagar sus pecados, en demostración de su amor a Dios. En el piso, junto a las patas de la cama y encadenadas a ellas, dos jóvenes adolescentes desnudas y amordazadas —con sus cuerpos lastimados y cubiertos de marcas— lloraban aterradas al acercarse Monseñor.



Juan Luis Henares nació en 1963 en Paraná, Argentina. Profesor en Ciencias Sociales. Sus cuentos han sido publicados en antologías, revistas y webs de Argentina, Cuba, México, Uruguay, Venezuela, Colombia, Guatemala, Chile, Perú, España, Alemania, Canadá y Estados Unidos. En 2018 fue publicado su primer libro: Lápiz clandestino. Actualmente prepara el segundo. Web - FB 



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