'El canto de la rosa', texto perteneciente al libro 'El fantasma de Prospect Park', Albo Aguasola

'El canto de la rosa', texto perteneciente al libro 'El fantasma de Prospect Park', Albo Aguasola

No es mío ninguno de estos mundos, pero los poseo con autoridad absoluta


O2.

La noche siguiente al siniestro había llovido en cantidad y los caminos encharcados impidieron que algún desprevenido visitante tuviese la ocurrente idea de acercarse por el parque, el fantasma había peinado la zona en busca de diversión, pero no la había encontrado. 

Al ver que no aparecía nadie se regresó intranquilo a su gruta, pero no pudo permanecer en su interior porque absurdos pensamientos lo inquietaban, así que algo mohíno y perezoso salió a caminar con la idea de refrescar la mente. Como la noche era otoñal hacía un viento agradable y las hojas caían constantemente como mariposas muertas, cubriendo con sus cuerpos los caminos empantanados. El fantasma que durante el trayecto había visto un cielo muy iluminado, buscó una rama gruesa y solitaria con la intención de acomodarse y mirar las estrellas sin ser importunado por algún extraño que pudiese aparecer de súbito o por el ruido seco de los animales nocturnos.

Estaba profundamente apenado por sus actos, era consciente de las muertes inocentes, y aunque directamente no se sentía culpable, si reconocía aunque a regañadientes que no estaba bien lo que había hecho. Pero ¿Cómo enfrentar a su enemigo y luchar hasta someterlo sin correr el riesgo de equivocarse? En todo caso, cualquier equivocación no podía ser más que un daño colateral del cual no era responsable, puesto que imposibilitado de la visión como se encontraba milagro sería que todas sus actuaciones fuesen impecables, además el simple hecho de existir en este mundo tan expuesto a los cambios repentinos representaba un riesgo para cada individuo y este como tal debía asumir sus consecuencias. Sin embargo, tratar de remediar su proceder y ser más efectivo en su cacería representaba en su interior una preocupación y era a lo que buscaba darle soluciones en sus meditaciones. Creía que estando a solas podría resolver esa situación o al menos convencerse de que era correcto lo inhumano de su comportamiento.

Empezó por contar estrellas mientras le daba tiempo a su mente de ubicarse en el plano intelectual que lo había llevado a ese encuentro espiritual, eran tantos los astros que podían verse en el cielo interminable que se sentía dichoso identificándolos, decía señalando con el dedo “allá está fulano y aquello que brilla con tanto furor es tal cosa”. Entre ellos le pareció descubrir al planeta Venus, cuyo color amarillento debido a su atmosfera gaseosa e intranquila podía fácilmente confundirlo con una estrella, si quien lo mirara fuese un observador cualquiera. Luego ante sus ojos apareció Antares, la estrella más poderosa de la constelación de Escorpio, también divisó a Aldebarán cuya luz era la más brillante de la constelación de Tauro, al observar una gran estrella colorada que se ubicaba en una concavidad de aquel profundo escenario la confundió con la moribunda Betelgeuse, una supergigante roja ubicada en la constelación de Orión de quien algunos científicos dicen que está a punto de estallar, luego ubicó a Barnard que al contrario que la anterior era una enana roja, allí también estaba la estrella Épsilon Eridiani, una de nuestras vecinas cósmicas hablando en términos astronómicos, perfectamente visible en el cielo nocturno, estrella muy parecida a nuestro sol, en cuya circunferencia los estudiosos creen haber descubierto algunos planetas orbitando, extasiada la mirada de tanto espectáculo y regocijado su corazón, dio pequeñas muestras de alegría y de querer reír si tuviese con quien compartir su dicha, en el transcurso de una hora vio muchos astros más, los cuales no estaba seguro de conocer muy bien y por eso los confundía con Alfa Canis Majoris, estrella colosal más conocida como Sirio, la famosa estrella del perro y Sirio B su estrella binaria y hermana inseparable, la cual se cree que en realidad es una enana blanca o en su defecto un exoplaneta que orbita alrededor de la primera y que por sus cercanías a nuestro sistema solar pueden verse con relativa facilidad. Sin embargo y a pesar de sus conocimientos no estuvo seguro de identificar al selecto grupo de Alfa Centauri, el conjunto de estrellas más cercana a nuestro mundo.

No envidiando ninguno de esos reinos por parecerles muy calientes e iluminados, soñaba con morar en Belerofonte, oscuro planeta que al mostrar una sola cara a su estrella dejaba su otra mitad siempre oculta y por ello desprovista de toda luz, maravilloso territorio dominado por las tinieblas donde imaginaba más adelante fundar su palacio, una vez ya resueltos todos los contratiempos que lo mantenían atado aun a esta existencia. 

En vida su interés poético por el cosmos lo había llevado a estudiar algunos atlas sobre astronomía, llegando a tener una idea avanzada aunque confusa de lo que era el universo, por lo tanto sabía que aquella gran nube oscura cuajada de puntos luminosos que resplandecía en el cielo era en realidad uno de los tentáculos de nuestra galaxia, la enorme y poderosa Vía Láctea, llamada el camino de leche por los antiguos griegos, quienes con toda seguridad creían que era la caseína derramada desde el seno de la diosa Hera. O Milky Way ―su traducción al inglés― por los marineros, corsarios y navegantes anglosajones que surcaban los océanos desde edades remotas hasta nuestra era. 

De pronto y como apagados por una tormenta extraordinaria empezaron a oscurecerse uno a uno todos los puntos encendidos en la gran bóveda, hasta dejarla completamente negra y desmantelada. Al fantasma lo desconcertó ese cambio inesperado y lo hizo retornar a su malhumor.

Era como si el gran cielo reprochándole su vil comportamiento apagara sus encantos para castigarle con todo un siglo de oscurantismo.

Entonces fastidiado se bajó de la rama y empezó a deambular lenta y penosamente por la dormida arboleda. Desde la península se llegó hasta el castillo blanco donde podían oírse con agrado en el verano las vibrantes piezas de Vivaldi o hasta un moderno instrumental de Amapola, dependiendo el gusto del músico que lo interpretase. No encontrando que ver a esas horas en el Boathouse siguió avanzando en la noche y se llegó hasta el límite de la calle por los lados de Ocean Avenue, como si extrañase la algarabía que ciertas noches de felicidad repentina formaban los transeúntes que borrachos iban y venían como marabuntas entre los bares cercanos. Posiblemente el confundido espectro buscaba hablar con alguna alma meditabunda y solitaria.

Alguien tenía que oírle y comprenderle para ayudarle a sosegar su pena.

Estando en eso oyó un ruido torpe casi detrás suyo que provenía del interior del parque, malicioso como era no pudo imaginarse nada bueno, por lo cual desapareció enseguida y se ocultó entre el follaje, buscando sorprender al misterioso viajero que a tales horas por aquellos parajes deshabitados se paseara. 

Pero lo que vio venir lo sacó de onda.

Era algo hasta entonces nunca imaginado, flotando en el aire como una espora, se dirigía hacia él una sombra fosforescente de tonos verdosos y azulados, cuyos colores se fundían en su diminuto núcleo formando un turquesa maravilloso, semejante al ojo de una extraña nebulosa, que ardía vigorosamente como una paja incendiada. Era una rara visión o una figura deforme y aterradora para cualquier humano que la mirara, aunque para él, que también era sombra solo causaba desconcierto. Como todavía venía lejos no podía afirmar con seguridad de qué se trataba, pero seguro sí estaba de que no era humana, cuando aquella cosa desconocida pasó por debajo de los faroles que iluminaban la carretera pudo verla con claridad, lo que descubrió lo dejó aun más perplejo y asustado, enfrente suyo había otro fantasma que flotaba desorientado, como si hubiese perdido la ruta que buscaba. Aun dudoso pero decidido a enfrentar aquella situación tan excitante le salió al encuentro y tratando de detenerle con gestos amistosos, rompió el silencio reinante al gritar con voz vacilante y clara

― ¿Quién anda?

Pero la sombra pasó sin responderle, circunstancia que le hizo sentirse ignorado, por lo cual se tornó agresivo como haciéndole saber a esa cosa que ese era su territorio y que debía identificarse cualquier otra entidad que entrase en sus dominios, como vio que poco o nada le importaba al intruso sus explicaciones, decidió arremeterle con todas sus fuerzas e imponer su respeto entonces por las malas, pero cuando a punto estaba, la luz de algún carro que desde la calle apareció, dio de lleno en la nueva figura y el fantasma creyó reconocerle de inmediato.

Toda su bravura desapareció al instante y solo acertó a decir

―Oh Sarah, mi amada Sarah, raros conjuros tiene el cielo, ¿Acaso eres tú, esta extraña y misteriosa aparición que suspendida ante mi presencia me acosa y me persigue?

Y la sombra, no menos atormentada, pero con una voz muy dulce y mansa le respondió. 

―Sí, soy yo, la flor de tu vida, tú antigua y lejana Sarah.

Y el fantasma preguntó con los ojos salpicados por la emoción.

― ¿Cómo has llegado hasta aquí?   

―En las noches oigo tu voz y siento tu presencia, por eso sabía donde encontrarte. Al calamar se le busca en el fondo del océano y al lobo que aúlla en las noches de luna llena. Y si lo que buscas es una flor debes entonces esperar la primavera. Vengo con los minutos ajustados, el tiempo poco sabe de amores y debo marcharme antes del amanecer, llegar hasta acá no me ha sido fácil, que muchos son los límites que impone la vida, y más a nosotros que estando en ella ya no le pertenecemos, he tenido que vagar en la oscuridad a través de un manto denso y gelatinoso desde los abismos de la tierra para venir a verte, con astucia he levantado la reja y burlado a los guardianes que cuidan afanosamente las poderosas compuertas del inframundo e impiden a los muertos molestar a los que viven, pues debes saber que al contrario que tú, yo no soy un alma en rebeldía, yo sí hice los votos requeridos para quienes aceptando su malograda suerte se alejan de este mundo en busca de perpetuos horizontes en los que moran las ánimas destinadas a viajar por confines lejanos y solitarios. 

El fantasma que no se esperaba ese encuentro con su amada estaba conmovido, no encontraba palabras para expresarse, aquello que jamás se atrevió a soñar por imaginarlo un imposible allí estaba de súbito ante él como una Fata Morgana que ondea en el horizonte, el canto de un gallo hubiese tardado más en manifestarse que esa aparición tan prodigiosa, su Sarah, la mujer que tanto había amado y por la cual había perdido la vida estaba allí para acompañarle en su melancólica cuita. Esa aparición fue desde que era sombra su momento cumbre.

Sarah lo miró con una ternura interminable, sus azules ojos malogrados por el dolor de la muerte bañaban su cuerpo de esplendor y seguían siendo dulces y encantadores, en torno a ella había como una aureola de grandeza y de bondad que ya había perdonado todos los horrores de este mundo. En vida el fantasma había creído que la fragancia destilada de una rosa era insuperable, pero aquella noche y a pesar de carecer de olfato comprendió que ningún perfume era superior al desprendido por su amada. No parecía una muerta que se manifestaba en un territorio yerto y despoblado, sino la figura mitológica de una antigua deidad, que venía llena de amor a rescatar a su amante envuelta en una gran nube de nácar, armada con su lanza para defenderlo de algún peligro y con su seno desnudo para que bebiera de su calostro.

Hechizado como estaba, el fantasma era un ser indefenso, se le podía atrapar fácilmente y conducir con severos castigos a las cavernas más profundas de la tierra, pero afortunadamente para él quien se encontraba a su lado en ese grave momento de debilidad era su amada Sarah. Esta lo tomó de la mano y juntos cruzaron los senderos que ante ellos iban apareciendo y caminaron por la orilla del lago, entonces ya recuperado de su letargo, empezó a llorar tiernamente y le habló de su dolor, ella le oía atenta pero sin conmoverse, parecía haber superado ya cualquier emoción, cuando terminó de renegar, le respondió.

―No culpes a la lluvia si una gota de agua mojó tu corazón, pudo haber sido el viento húmedo que baja de la cascada o el par de lágrimas que te dejó el amor. No culpes al destino de lo que hacen los humanos, pues este no es más que un hilo señalado por un ser superior a trazar su obligada ruta, no quiere ni busca verse involucrado en la conducta de los hombres. Además la vida no es algo que se pierde, ni es escaramuza que arde caprichosamente, cierra los ojos y reconfórtate que aun no has vivido intensamente, tan solo has andado una de las miles de dimensiones que te toca recorrer a lo ancho y largo de una existencia inagotable, la vida empieza mañana. Tú y yo fuimos condenados por nosotros mismos y ejecutados por un verdugo―víctima de nuestro proceder, puede que en vida no quisiéramos ver nuestras faltas, pero ahora ya despojados de ella en este lugar árido y recóndito del universo, si debemos reconocer esos errores, fuimos culpables de aquella hecatombe que cayó sobre nosotros. Sobre todo yo, a ti se te permite huir de esa realidad, la cobardía de los hombres muchas veces les hace salir incólumes, permitiéndoles negar y ocultar con malicia lo que con encanto desbaratan, pero yo como mujer debí cuidarme, sobre todo en una sociedad mezquina y mojigata que primero culpa al alma femenina de los prejuicios y los pecados capitales. La razón con la mujer es injusta y solo aplica a los hombres. Lo nuestro fue una cara debilidad, castigada con un acto atroz y condenable, fui débil, me dejé arrastrar por las pasiones y mi carne sucumbió a los placeres, debí mostrar compostura, haberme separado y empezar contigo algo nuevo debió ser lo correcto, pero en ese momento era tan fuerte lo que sentía que a desbocarme me empujaba el corazón. Reconozco mi falta, tampoco quiero decir con esto que por eso merecimos morir, pero en el nivel evolutivo en que se encuentran los humanos es de ese modo como se pagan ciertos comportamientos. Mas, ahora, ya libre de esas cadenas mi alma se ha purificado y ha vuelto a ser virgen e inmaculada, ya nada de lo sucedido importa, soy como el agua negra que después de la evaporación vuelve a su estado puro y cristalino, ya no me arrastra ninguna ancla ni me ensucia ninguna mancha, ya mi corazón es inmune a los flechazos de Cupido y al amor lujurioso de los hombres, los temores pasados ya no existen en mi interior, mi alma ya no está poblada de temblorosos silencios, hoy vengo hasta ti como la estela de un gran navío que dentro de pronto se esfumará y borrará su huella, como la gaviota que después de desaparecer en el crepúsculo no dejó ningún rastro de su agitado tránsito. Solo vine a decirte que en ese aparatoso naufragio un niño nuestro se perdió para siempre.

La sombra que hasta entonces había sido un oyente dócil, interrumpió con amargura

―No importan niños ni importan flores cuando uno tiene un dolor incrustado en el pecho, no encuentro paz en este mundo, ni poseyendo inmensos poderes, ni libando los más caros licores, ni caminando por las calles más hermosas de la gran urbe, ni deteniendo mis pensamientos para que no vuelen las palabras, ya mis versos enamorados sucumbieron ante la maldad del hombre, soy como el hambriento can que devora cabezas en las puertas del erebo, como la piedra que canta en su fatal derrumbamiento, como la ola salvaje e irreverente que solo encuentra la razón de la existencia en el momento exacto en que se estrella con la roca, mi odio durante la noche agotado de tanto placer, vuelve a reproducirse para seguirse gastando como el hígado de Prometeo que crece con delirio después de ser aniquilado por el irascible pico de la rapiña.

Pero ella dijo, como si en ese momento estuviese en otra conversación.

―Si hubiese existido menos amor entre nosotros la náusea nos hubiese alejado, evitando la gran catástrofe que cayó sobre nuestras vidas. Pero entonces, criaturas mundanas, no podíamos saber sin haber cruzado el puente lo que nos esperaba. Tocaba vivirlo y sucedió así, ¿Para qué quejarnos ahora de algo que no podremos remediar? El tirano descubrió que no era suya aquella dulce criatura que alegre y llena de vida dormía en mis brazos, y padeciendo la traición más perversa y dolorosa se olvidó que era hombre y se convirtió en bestia, en vano traté de apaciguarlo, en vano traté de avisarte a tiempo para evitar tu muerte, quise negociar y que se cobrara solamente con mi vida aquella ofensa, pero respondió que ni matándonos mil veces podría sacar de su pecho ese veneno que le quemaba, fue entonces cuando ya muerta me aparecí ensangrentada y mutilada en tu sueño, con la voz herida y lastimera, semejante al canto del grillo que en esta ocasión buscaba alertar al indefenso, con mis pasos titubeantes como la grulla que vuela con la víbora colgando desde su estómago perforado, pero no supiste comprender mis señales y huiste despavorido al despertar y creer que solo era una pesadilla, por más que grité no oíste aquel ruego que te pedía cautela.

―Las pesadillas son fuentes inagotables de malos presagios y es prudente huir de ellas, además, ¿Quién habría de creer que es real todo lo que se vive en sueños? No supe reconocerte a tiempo, tampoco fui visionario para imaginar esa figuración, solo vi un cadáver blanco que flotaba en la espesa bruma de cuyas protuberancias manaban ríos de sangre y pensé que aquello que me llamaba era algún demonio de los tantos que por esas noches me acosaban, el miedo me levantó de la cama, la sangre coagulada me obligó a andar, y entonces vagué por la ciudad sin encontrar consuelo, después me vine al lago buscando protección y a la vez tratando de apaciguarme y esa misma noche bajo este árbol y rodeado de vampiros fui asesinado sin clemencia por aquella bestia nauseabunda.

―Yo no pude hacer otra cosa, no podía aparecerme como un hada puesto que apenas era una indefensa mujer que recién acababa de ser decapitada, mi cabeza rodó por la sala en sangre cálida y viscosa abundantemente embardunada, al menos a mi lado quedó, no así la tuya, que ahora no la encuentras y ese dolor no te hace hallar la paz que al deambular reclamas.

―La encontraré así tenga para ello que escarbar sobre la tierra podrida, quiero mi cabeza, la sentaré de nuevo en su tronco, y en cuanto a él le haré aullar como un lobo triturado por la rueda del infierno, no escapará de mí sin pagar su atrevimiento, juro ante ti que acabaré con su asquerosa vida, lo mataré tantas veces que vivir le parecerá algo que jamás fue.

―No es bueno tanto rencor, deja que de tu corazón escapen esos nefastos vapores, te has convertido en todo aquello que tanto despreciaste, mírate, eres peor que el asesino que cegó nuestras vidas, aunque nada justifica lo que hizo al menos nosotros le dimos ocasión con nuestra falta, y recibimos por ello justo castigo, la mano del matarife cayó pesada y virulenta sobre nosotros como el trueno sobre una playa, Pero tú ¿Qué razón te empuja a cometer estos crímenes? Estás matando inocentes que nada tienen que ver con tu desgracia. Piensa en esa gran falta que cometiste, y te darás cuenta de lo bien que estabas momentos antes, cuando aun en tu vida había paz, un rayo de sol y una esperanza. Puede que esa aguda reflexión te evite ser culpable. Porque tú lo procuraste. Desafiaste al cúmulo de la razón en brazos de una mujer casada y hoy la realidad es tu cárcel. Puede que te resulte cruda, pero desafortunadamente para tu bien es como una ley del Talión que debe cumplirse. Lo hubieses pensado antes, no tenías razón para ejecutar con furia tus arrebatos, y sin embargo, burlándote de otros derechos e ignorando los conceptos morales de la sociedad, te desataste. Pero ahora sí piensas en lo que vendrá y pides clemencia, mientras buscas en los ojos del juez la figura emblemática y sublime de la misericordia, y agitas con cobardía tus brazos, negando aquello que ejecutaron tus equivocados actos. Entiende que ante ciertas tiranías no tiene que existir piedad. Hay miles de ojos que transitan por la vida tratando de evitar tus faltas e ignorarlos es el hecho de indiferencia más grave que puede producir tu corazón. El primero es tu propia conciencia, es el ojo sensato que te protege, aprende a escucharle, si lo desobedeces tu vida se oscurecerá. La justicia también tiene una dura mirada, y trata en todo momento de alejarte de la perdición, jamás la ignores, hay conceptos en la vida que no deben violarse, y son superiores a la razón distorsionada del individuo. El universo conspira a favor de tu dicha, pero esa conspiración indignada por tu ingrato proceder, será la fuerza más temible que azotará tu alma. Por eso piensa en lo bien que estabas, y si por alguna imprudencia has pecado, sé honesto y resígnate al castigo que tu fatalidad ha de otorgarte, evitando en todo momento ser cínico e inocente, pues lo único que lograrás es aumentar tu condena. La condición humana suele perderse entre las más peligrosas sierpes, allá donde todo es placer se esconden las más grandes tentaciones, y en la mayoría de los casos toda tentación culmina inevitablemente en una acción deshonesta y premeditada. Sé sabio para que te liberes de esos pensamientos misántropos que solo opacarán tu camino, nunca pienses que el destino te librará de esas circunstancias, las condiciones están dadas a tu libre albedrío, procura entonces seguir el sendero de aquella que mejor te guie. Tal vez tu pecado sea todavía ingenuo, reflexiona acerca de tu proceder para que evites caer en el pozo de las lágrimas, puesto que una vez sumergido en él, te ahogarás sin remisión entre sus sales, la vida se tornará espinosa y comprenderás que aun en la desdicha se podía sonreír con dignidad. Nunca hagas de la soberbia una sólida coraza pues mucho no podrá protegerte, pues también las más fuertes murallas se derrumban ante el espíritu indetenible de la verdad, por eso debes respetar la ley de las cantidades, y comprender que están distribuidas entre los genes de cada ser. Móntate en el carrusel de la alegría y gira sonriente como una espiral, aprendiendo a zigzaguear victoriosamente entre las situaciones repentinas, y verás que es mejor la senda de la razón. Si continúas por ella podrás saltar todos los baches que el camino te imponga y nunca te arrepentirás. Puede que una vida digna te resulte limitada y aburrida, pero jamás te conducirá por esos vericuetos vertiginosos de la indecencia, donde sucumbirás ante la impetuosa vorágine de la fatalidad. Verás la luz más brillante y pura que se oculta entre las sombras y al final de la jornada dormirás con una quietud que no podrán romper los demonios de la perdición. Por eso piensa en esa gran falta y si te es posible repárala, recuerda que nadie goza de impunidad divina, ni puede profanar la calma de los durmientes. Te propongo que esta noche salgas a robarte una flor, y que pienses si realmente valió la pena arrancarla de su hábitat para dejarla morir en un jarrón, si su belleza fue la causa de que enamorado la desgarres piensa si por eso ella ha de ser culpable, y si es justo que pague con su vida los excesos de un atormentado capricho que desconociendo el respeto ajeno acaba con todo lo que respira a su alrededor, o si por el contrario es el hombre, quien debe controlar su débil naturaleza. Deja que la razón se manifieste y te verás libre de tantos engaños.

El fantasma ciego ante aquella suprema sabiduría, respondió con arrogancia.

―Si el hombre supiera lo que hace solo bendiciones se esperarían de él, toda criatura sucumbe ante el peso de su conciencia, y de ella saldrán sus acciones y desventuras, la sabiduría del hombre supera cualquier intento animal por emparejarla, pero no es tanta como para erradicar sus males. Y pensar que eso cambiará sería como llevar carbón a Newcastle o poner miel en la boca del asno.

―Hablas del hombre, y ya sabemos que es un ser incompleto que vaga confundido por desiertos inagotables y barreras de corales que solo existen en su propia mente, pero tú ya no eres hombre, al morir adquiriste poderes sobrenaturales y ventajas sobre la vida que no estás queriendo aprovechar, sabes lo que haces y con malicia lo ejecutas, enceguecido por un odio cóncavo y peligroso te dejas arrastrar y cometes actos execrables aun conociendo las raíces de sus males, te regodeas de ello, conviertes en trofeo el alma moribunda de un mortal desprevenido que tal vez sonríe al escuchar tus pasos creyendo encontrar en ti su salvación, es hora de que detengas tu campaña de extinción masiva y te alejes de este mundo que ya no nos pertenece. Pensando también en eso he venido, quiero que vayamos a explorar fronteras colosales en el fondo de lejanas constelaciones, que tu alma herida se reconforte con el bálsamo sanador que ofrece el polvo mágico de las estrellas, que viajemos juntos por el infinito y macerando nuestros espíritus en los caldos sustanciosos del universo desparramemos bendiciones sobre los infelices que aun deben recorrer empinadas cumbres, y nos preparemos para abordar serenos el próximo plano existencial de nuestras vidas.

Pero el fantasma que no estaba dispuesto a dejarse convencer dijo.

―Ve tú, forjadora de esperanzas en cuentos de mil y una noche, móntate en el Pegaso de los sueños y recorre todo eso que alegre cuentas, yo me quedaré, razones superiores a mí me obligan, encontraré mi cabeza, y haré pagar a ese mal sujeto por lo que ha hecho. Habría aceptado gustoso tu invitación a sumergirme en tu alegre mundo de pantomimas si nuestra muerte hubiese sido el producto de un llamado divino, un accidente al azar, la caída de una placa tectónica que provoca un terremoto sobre la cabeza de un hombre, el choque de nubes cálidas y frías que causan una gran tormenta, una terrible colisión automotriz, el hundimiento de un crucero, pero ¿Muertos por los caprichos de un loco? No señora, para mí es algo inaceptable, jamás le aceptaría una lágrima a polichinela, haré que pague. Volveremos a vernos tal vez en alguna hipotenusa de la celeste bóveda, pero para entonces vernos ya no causará ninguna alegría, porque ya no seremos nosotros mismos, tú serás espuma cósmica, o esponja metafísica que con un movimiento seduce y borra de cuajo todo el horizonte, yo seré piedra destinada a construir pecaminosos altares en monstruosos asteroides que vagan desordenados en busca de un accidente fortuito que lo transforme, habremos evolucionado a tal manera y a escalas tan industriales que ya no será el amor el combustible que nos mueva, habremos agotado la fuerza de los elementos y lo que en el pasado alimentó nuestros corazones y llenó este mundo de esperanzas en el futuro será ceniza que untada como mortero en lechos muy profundos creará enormes plataformas destinadas a destruirse unas con otras y a precipitarse en el gran caos que luego creará las formas de vidas jamás imaginadas. ¿Amor o sueños? ¡Oh vida! A qué encrucijadas nos conduces, ¿Perseguir los sueños dejando a un lado el corazón o renunciar a ellos y que florezca por siempre el amor? He aquí la raíz de un gran dilema, ¡Ay!, ¿Quién pudiese ser tan afortunado en esta vida, y tener un poquito de todo aunque no se tenga nada en abundancia? Señor, ¡Qué acantilados tan profundos son los sueños! Y ¡Qué fuego tan apabullante es el amor!

Entonces Sarah, ya despidiéndose le respondió. 

―La tarde en que te conocí, siguiendo la cultura de mis ancestros tejía alegremente una alfombra persa, de haber sabido que conocerte sería en un futuro nuestra muerte no habría acudido nunca a esa fiesta, pero ya estaba escrito, por culpa de algún desliz sucedido en otro plano evolutivo, quiso el creador que no fuésemos en esta vida aves longevas sino efímeras fugaces. El mundo seguirá adelante con sus virtudes y defectos, y estoy segura que al pasar esta página el hombre no aprenderá y seguirá igual por el transcurso de los años, y caerán mas Sarahs en medio de otras historias parecidas donde el precio de un amor prohibido y desmesurado se pagará con altas cuotas de sangre y puñaladas. Lo que más me duele es dejarte solo en esta noche triste y apagada.

El fantasma retrucó enfadado, altivo, indiferente, buscando devolver con desprecio lo que se le daba con tanto amor.

―Todos los hombres huyen despavoridos ante la inminente caída de la tarde, dicen con dolor llegarán las sombras, y se preparan angustiados para pasar y superar la noche que lentamente se viene acercando en la distancia como una nube de infernales langostas, agrupados como rebaños miran al cielo y piden a sus dioses que los proteja ante ese trozo de terciopelo putrefacto que trae tempestades y malos presagios. En ella los pájaros se protegen de sus depredadores, el hombre se cuida de los ladrones. Pero yo ―dijo levantando más la voz, al mismo tiempo que se golpeaba el pecho― amo la noche, eso que en otros es angustia es refugio para mi alma, es la gran fábrica de ilusiones, la música tiene en la noche su luciérnaga mágica que la ilumina, la poesía en sus montañas encuentra su escritorio, el amor su trozo de queso que es la luna, el miedo a lo desconocido encuentra en ese promontorio su bisagra que lo empotra, en la gran noche en que Van Gogh enloquecido de ilusiones fabricaba sus propias estrellas yo descubrí que mi alma fluía como una fragancia milenaria, soy bendecido por las fuerzas de la oscuridad, soy libre y perenne como la semilla del teosinte, empujada por la naturaleza y llamada por los dioses a evolucionar a través de los tiempos hasta convertirse en espiga y ser adorada por los hombres que machacando sus mazorcas fabrican arepas y brebajes psicodélicos. Habrás de saber con todo esto amada mía que rehúso a emprender ese viaje, yo no acepto esta muerte impuesta arbitraria y descaradamente por un mugroso, lo buscaré aunque gaste en eso mi riqueza existencial y pierda entonces la posibilidad de acudir a ese paraíso celestial que me prometes. No busques en mí un espíritu afable, yo soy humo de enfurecidos rayos, fuego que no se apaga con oraciones. Los hombres pierden la gloria apostando a un infierno que promete una eternidad más basta que las protuberancias y los filamentos del infinito.

Con una dulzura nunca antes vista, ella respondió suavemente.

―Comprendo tu dolor, hasta hace poco compartí contigo esa incertidumbre, pero ahora veo las cosas de otro modo, mi paso por esta vida breve fue, fui polen evaporado por el sol, mis luces se apagaron en mi joven primavera, todo lo vivido fue hermoso, pero al ser obligada abruptamente a despertar de ese sueño me vi de pronto sumergida en otra realidad, ahora soy un espíritu sosegado, no oculto dolores ni tengo arraigados sentimientos de querencias, lamento no haber huido contigo a Italia cuando me lo propusiste, eran tan bellos los parajes que describías de la Toscana y las pomposas olas del Mediterráneo, pero entonces, enamorada como estaba no fui capaz de ver esa horrible oscuridad que se abatía sobre nuestras vidas. Ya no buscaré a Dios, me limitaré a seguirle sin preocuparme por saber dónde se encuentra, en cualquier lugar a donde mire él estará, pues al morir comprendí que el omnipotente se encuentra en todas partes y en cada uno de nosotros, puesto que es el propio universo y al encontrarnos flotando como partículas en su interior, no podemos ser sino una pequeña parte de aquello mismo, oiré su canto y lo seguiré dócilmente, ya que teniendo en cada amanecer la oportunidad de vagar eternamente tendré también el sentido que alimentará mi vida y me empujará a seguir creyendo en el amor como la ley más poderosa del universo.

De pronto una lluvia suave se hizo presente rompiendo aquel diálogo y humedeciendo de ternura los corazones de los antiguos amantes, el fantasma se inclinó ante su flor y extendiendo su mano como ella lo hiciera al llegar, la tomó suavemente y la condujo hasta un lugar en que la hierba crecía apacible, sonriéndole la invitó a bailar y ella aceptó por un instante como antes, enamorada. Desde lejos ya no se veían dos sombras, sino una sola que danzaba y reía en medio de la soledad, así estuvieron hasta que poco a poco se fue haciendo cada vez más claro, y entonces separándose de nuevo, sus espíritus se dijeron adiós y cada uno desapareció velozmente por caminos tan distintos. 

Él para ocultarse en esa gran fábrica de odios que era la pared del puente y ella para viajar ilusionada hacia ese paraíso que la próxima etapa evolutiva de la existencia le prometió. 


(Texto perteneciente al libro «El Fantasma de Prosper Park», Albo Aguasola).


   El fantasma de Prospect Park




Albo Aguasola

Venezuela 1975. Residenciado en New York desde 1995. Escritor de novelas, ensayos, cuentos y poesías. Una de las novelas, “Vasonegro” fue publicada en la Ciudad de New York. En Venezuela se publicó “El Fantasma de Prospect Park”. Esta novela “El Fantasma”, se ha promovido durante cinco años en Venezuela y ha sido bien aceptada por lectores de todas las edades, hemos hecho presentaciones en las ciudades más importantes del país y también en pequeñas ciudades y pueblos, en universidades, colegios, casas de la cultura, librerías, museos y otros sitios de importancia, hemos participado en la feria del libro de Caracas, Maracaibo y otras ciudades venezolanas. También poseo un espacio radial de lunes a sábado, que trata sobre el libro y donde además promovemos la cultura en general, música, literatura, poesía, filosofía, otras ramas del saber, entrevistamos músicos, poetas y escritores locales. alboaguasola@hotmail.com



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