Heinrich Theodor Böll (21 de diciembre de 1917-16 de julio de 1985) fue un escritor alemán, figura emblemática de la literatura alemana de posguerra, también llamada "literatura de escombros". En 1972 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura. La Academia Sueca destacó que «por su combinación de una amplia perspectiva sobre su tiempo y una habilidad sensible en la caracterización ha contribuido a la renovación de la literatura alemana».
Opiniones De Un Payaso (Heinrich Böll), fragmento.
" Entré en el cuarto de baño, vertí en la bañera parte de las sales de baño que Minika Silvs me había dejado y abrí el grifo del agua caliente. Bañarse es casi tan bueno como dormir, y dormir es casi tan bueno como hacer "la cosa". Marie la llamó así, y pienso en la cosa siempre en sus términos. No podía concebir que ella hiciese "la cosa" con Züpfner, mi fantasía no tiene compartimentos para tales ideas, del mismo modo que nunca estuve seriamente tentado de revolver en la ropa interior de Marie. Sólo llegaba a imaginarme que ella jugaría a la oca con Züpfner,y me enfurecía. Nada de lo que yo había hecho con ella lo podía ella hacer con él sin parecerme traidora o prostituta. Ni siquiera le podía extender mantequilla sobre el pan. Si imagino que ella toma del cenicero el cigarro de él y lo termina de fumar, casi me vuelvo loco, y no supone ningún alivio saber que él no fuma y que es probable que juegue al ajedrez. Algo debía ella hacer con él, y debía hablarle del tiempo y de dinero. En realidad lo único que ella podía hacer para él sin pensar continuamente en mí era cocinar, pues esto me lo hizo tan raras veces, que no sería necesariamente infidelidad y fornicación. Me hubiese gustado mucho llamar enseguida a Sommerwild, pero era aún demasiado pronto, ya que me había propuesto despertarle de su sueño allá por las dos y media de la madrugada, y conversar con él largo y tendido sobre arte. Las ocho de la noche era una hora demasiado decente para telefonearle y preguntarle cuántos principios de orden le había hecho tragar a Marie, y qué comisión había recibido él de Züpfner: ¿una cruz abacial del siglo trece, o una madona centrorrenana del catorce? También reflexioné cómo le asesinaría. A los estetas lo mejor es romperles en la cabeza un valioso objeto de arte, con lo cual sufren, aún al morir, por el crimen artístico. Una madona no sería lo bastante valiosa y es demasiado sólida, y moriría con el consuelo de que la madona se había salvado; y una pintura no es lo bastante pesada, si se exceptúa el marco, y le quedaría también el consuelo de que el cuadro se conservaba. Podría yo raspar la pintura de un cuadro valioso y estrangularle o asfixiarle a él con la tela: ningún crimen perfecto, pero un perfecto crimen estético
Una entrevista robada - José Comas
"El idilio sólo está fuera, no dentro. Siento un gran desasosiego interior", me dijo Heinrich Böll poco antes de despedirme. Fue un día radiante de primavera, de calor bochornoso, el pasado 24 de mayo, víspera del puente de Pentecostés. Había terminado una larga y penosa entrevista de casi dos horas. Tenía que hacerle todavía unas fotos, en color, para el Suplemento Dominical de este periódico, pero confieso que sólo pude disparar diez veces la cámara, porque la sensación de postración y agotamiento que daba Böll hizo que no me atreviese ni siquiera a pedirle que saliese al jardín de su casa de reposo del Eifel.
La entrevista formal había concluído ya y manteníamos una conversación intrascendente sobre la casa, que había comprado hacía veinte años. Fue entonces cuando me dijo, de pasada, que todo el entorno era muy bonito, pero sentía un gran "desasosiego interior" y que el idilio sólo estaba fuera de él. Traté de sacarle lo que le pasaba por dentro. Por fuera era evidente su lamentable estado de salud, que le había obligado a renunciar a asistir a la Semana del Libro Alemán en Madrid.
Me dijo: "El mundo me saca de quicio"; le pregunté si sentía pesimismo cultural y respondió que no. Insistí para saber si se trataba delWeltschmerz, esa especie de dolor existencial, y Böll se echó a reir con su gesto socarrón, entre irónico y divertido. Luego indagué por los temas más candentes, la angustia y el miedo ante la destrucción atómica, pero me cortó: "No se lo puedo decir, pero hay muchos motivos, y no sólo políticos.
No me atreví a preguntarle si era temor a la muerte, presentida. Tuve la sensación, al despedirme, de que le había visto por última vez y de que la entrevista había sido casi robada. De que le había robado dos de las últimas horas de vida a aquel hombre que ha sido campeón de muchas causas perdidas de la historia reciente alemana. Sin. embargo, a pesar de su quebrantada salud, se esforzó por no dar sensación de un malestar que era evidente. "Teníamos que tener la entrevista, después de tanto tiempo".
Una figura quijotesca
EL PAIS
17 DE JULIO 1985
Le conocí personalmente en el otoño de 1977, el llamado Otoño alemán, cuando la histeria de la caza del terrorista llegó a socavar los mismos cimientos democráticos de la República Federal de Alemania. Fue en un coloquio celebrado en Recklinghausen, en la cuenca industrial del Ruhr, y allí estaba, a su lado, Rudi Dutschke, que había, aprendido de nuevo a hablar y recuperado su cerebro, tras los años de convalecencia para reparar los daños causados por las balas, disparadas por un pobre desgraciado, enloquecido por los textos del periodismo que Böll denunció en El honor perdido de Katharina Blum. Hablamos de las reservas democráticas de la España recién nacida a la democracia, tras el franquismo, y aquella RFA de la caza de brujas, la persecución macartista de presuntos radicales, de izquierda naturalmente, y la lucha antiterrorista, que había llegado a afectar a la misma familia de Böll con el registro policial de la casa de uno de sus hijos.
Era una figura quijotesca, en medio de esa Alemania reconstruída del cristal de los rascacielos, el asfalto de las autopistas y el acero de los automóviles. Estuvo allí para desafiar al poderoso Zar de la prensa, Axel Springer, y su cadena de periódicos, con Bild a la cabeza. Se enfrentó a los cazabrujas, a los que pedían casi el linchamiento de los todavía presuntos terroristas y, casi al final de su vida, contra los mismísimos misiles, siempre en defensa de los valores que él llamaba republicanos, en el sentido de derechos civiles. Por eso Böll estuvo también al lado de los exiliados del socialismo real, del cantautor Wolf Biermann, del soviético Aleksandr Solyenitsin o de Lew Kopelew y de los disidentes polacos del Comité de Autodefensa Social (KOR).
Participó en la gigantesca manifestación pacifista del 10 de octubre de 198 1, cuando Bonn, el escenario de Opiniones de un payaso y de su novela todavía inédita, recibió tantos manifestantes como habitantes tiene la ciudad. Pocos días después de la declaración de ley marcial en Polonia, en diciembre de 1981 participó en una conferencia de prensa en Bonn para denunciar la represión en términos muy dramáticos con denuncias concretas, que luego resultaron falsas. En aquella ocasión pude entrar en Polonia y al regreso le hice llegar una información sobre lo que había visto, que desmentía en parte algunas de las atrocidades denunciadas por la falta de información de lo que ocurría realmente. El pasado 24 de mayo me dijo que no tenía muy claro lo que ocurre en Polonia y no sabría enjuiciar al general Jaruzelski. Le pareció más conveniente no pronunciarse y dejar que "hablen los propios polacos".
Era sensible y atento a lo que ocurría a su alrededor. En nuestra entrevista robada, a base de escabullir a la secretaria encargada de mantener a distancia a los periodistas, con la complicidad de su hijo René, tuve en muchos momentos la sensación de ser yo el entrevistado. Me preguntaba qué iba a pasar en España con el referendum sobre la OTAN, y si Felipe González se mantenía en el poder fiel a lo que había prometido cuando estaba en la oposición. Recordaba un viaje a España: "Estuvimos un par de días en Granada, porque naturalmente nos interesaba García Lorca. Encontramos a un taxista que nos llevó a su casa natal".
EL PAIS
17 DE JULIO 1985
- Un alma enfurecida -Heinrich Böll - EL PAÍS
- Aquellos dias de Odisea - Letropolis - REVISTA DE LETRAS
12 de agosto de 2009 por Patricia Damiano ·
Archivado en Böll Heinrich, Premios Nobel
Señor ministro presidente, querida señora Palina, damas y caballeros:
Con motivo de una visita ala República Federal Alemana, Su Majestad el Rey de Suecia detuvo su experta mirada en los estratos acumulados a despecho de veleidades, de los cuales procedemos y sobre los cuales vivimos. Esta tierra no es virginal ni, en modo alguno, inocente, y jamás ha llegado a lograr la paz. Este codiciado país a orillas del Rin, habitado por hombres ambiciosos, ha tenido numerosos soberanos y por ello ha visto muchas guerras. Guerras coloniales, nacionales, regionales, locales, confesionales y mundiales. Ha visto matanzas organizadas, persecuciones y ese incesante ir y venir, tanto de los que marchaban, expulsados, a otras tierras, como de los que volvían arrojados de cualquier país. Y que allí se hablara alemán era algo demasiado evidente para tener que demostrarlo dentro o fuera. Esto, lo hicieron otros a quienes no satisfacía la «d» suave sino que exigían una «t» fuerte: Teutsche (1). A lo largo del camino que uno va recorriendo desde los estratos de la pretérita caducidad hasta el fugaz presente, no hay más que violencia, destrucción, dolor y errores.
Pero ni los escombros ni las ruinas, ni los movimientos de Este a Oeste, y al contrario, lograron lo que después de tanta historia, de demasiada historia, se podría haber esperado: la tranquilidad; probablemente porque nunca se nos dio la oportunidad; para unos éramos demasiado occidentales, para otros no bastante occidentales; para unos demasiado profanos, para otros no bastante profanos. Todavía reina la desconfianza entre los alemanes que desean justificarse como si la combinación Alemania y Occidente fuera tan sólo un engaño de la nación que mientras tanto ha dejado ya de ser sagrada (2). Y sin embargo, se debería dar por seguro que si este país jamás debía haber tenido arrebato alguno, estaba situado allá por donde fluye el Rin. El camino hacia la República Federal fue muy largo. También yo escuché en el colegio cuando era chico el proverbio deportivo: la guerra es el padre de todas las cosas; al mismo tiempo oía decir en el colegio y en la iglesia que los pacíficos, los mansos y los humildes poseerían la Tierra de promisión. Hasta el final de sus días, no se libera uno de la mortal contradicción que promete a unos el cielo y la tierra y a otros solamente el cielo, y esto en un país en que también la Iglesia pretendía, lograba y ejercía el dominio hasta nuestros días. El camino hasta aquí ha sido un camino largo para mí, que, como tantos millones, al regresar de la guerra, no poseía mucho más que las manos en el bolsillo, y lo único que me distinguía de los otros era mi pasión por querer escribir, escribir de nuevo.
Esto me ha traído hasta aquí. Permítanme que no acabe de creer del todo el hecho de que me encuentre aquí, al mirar hacia atrás y ver al joven que después de una larga persecución y un largo camino volvió a una patria perseguida; que escapó, no solamente a la muerte, sino también al ansia de morir: fui liberado y superviviente; la paz -yo nací en 1917- era solamente para mí una palabra, ni objeto de evocación ni un talante; República no era una pabra extraña, sino solamente un recuerdo desvanecido. Yo aquí debería dar las gracias a muchos autores extranjeros que se convirtieron en libertadores, liberando lo extraño que por su esencia quedaba relegado a la singularidad de su encierro. El resto fue la conquista del lenguaje en esta vuelta al material, a este puñado de polvo que parecía estar delante de la puerta y que. sin embargo, tan difícil fue de captar y de comprender. También quisiera agradecer los muchos alientos que me han dado los amigos y críticos alemanes, y también las tentativas de desaliento, pues de todo se ofrece sin la guerra, pero nada, así lo creo yo, sin oposición.
Estos veintisiete años han sido un largo camino, no solamente para el autor, sino también para el ciudadano, a través de un espeso bosque de «índices» (3) que procedían de la maldita dimensión de lo propio, dentro de la cual las guerras perdidas se convierten en guerras propiamente ganadas. Muchos de estos índices eran severamente agresivos y tenían su punto de mira en y dentro de sí mismos. Recuerdo con temor a mis predecesores alemanes que, dentro de esta maldita dimensión de lo propio, ya no debían ser alemanes. Nelly Sachs, salvada por Selma Lagerlöf, sólo a duras penas librada de la muerte; Thomas Mann perseguido y desterrado. Hermann Hesse ausente de la dimensión de lo propio, que, cuando aquí fue honrado, hacia tiempo que ya no era súbdito alemán.
Cinco años antes de mi nacimiento, hace sesenta años, estuvo aquí el último Premio Nobel alemán de Literatura que murió en Alemania, Gerhart Hauptmann. Él vivió los últimos años de su vida en una variante de Alemania a la cual, a despecho de algunas incomprensiones, no pertenecía. Yo no soy un alemán propio ni he dejado de serlo propiamente; soy alemán; la única prueba válida que nadie me ha de extender ni prorrogar, es el idioma en el cual escribo. Como tal, como alemán, me alegro de este gran honor. Doy las gracias a la Academia sueca y al país sueco por esta distinción, que seguramente no sólo vale para mí, sino también para el idioma en el cual me expreso y para el país del que soy ciudadano.
Böll nació en Colonia (Renania del Norte-Westfalia), el 21 de diciembre de 1917, en una familia trabajadora.4 Entre 1924 y 1928 acude a la escuela elemental de Köln Raderthal, y de 1928 a 1937 realiza los estudios de secundaria en Colonia. Su primer contacto con la literatura lo tiene en 1937, trabajando en una tienda de libros y objetos antiguos que abandonará un año más tarde con el deseo de dedicarse a escribir. Durante la Alemania nazi marchó a un campo de trabajo del régimen, que era lo único que le podría permitir en el futuro entrar en la Universidad. Cuando estaba a punto de matricularse para cursar estudios de Filología Alemana, en el verano de 1939, fue reclutado para el Wehrmacht (ejército alemán).5
Durante la Segunda Guerra Mundial luchó en Francia, Rumanía, Hungría y la Unión Soviética, casándose durante un permiso en 1942.6 Fue capturado como prisionero por el Ejército estadounidense en la primavera de 1945 y estuvo en campos de detenidos enFrancia y Bélgica. Durante este tiempo muere su primer hijo.
En diciembre de 1945 regresa con su esposa a Colonia. Comienza de nuevo a escribir mientras repara su casa destruida por los bombardeos de la guerra. En 1947 nace su segundo hijo Raimund, que con el tiempo sería escultor. En 1949 publica su primer libro, Der Zug war pünktlich. Se integra en el Grupo 47 y hace amistad con Hans Richter y Alfred Andersch.
Escritor ágil y de estilo fino, desde una posición católica fue crítico con la xenofobia y el extremismo de derecha en Alemania.7 Obtuvo elPremio Nobel de Literatura en 1972.
Falleció en Langenbroich, cerca de la ciudad de Düren, el 16 de julio de 1985.
Obras
Der Zug war pünktlich (El tren llegó puntual, 1949)
Die schwarzen Schafe (en España, publicado como Mi triste cara; Las ovejas negras, 1951)
Wo warst du, Adam? (¿Dónde estabas, Adán?, 1951)
Und sagte kein einziges Wort (Y no dijo una palabra, 1953)
Haus ohne Hüter (La casa sin amo, 1954)
Das Brot der frühen Jahre (El pan de los años mozos, 1955)
Irisches Tagebuch (Diario irlandés, 1957)
Doktor Murkes gesammeltes Schweigen und andere Satiren (Los silencios del doc
·Billard um halbzehn (Billar a las nueve y media, 1960)
Ansichten eines Clowns (Opiniones de un payaso, 1963)
Entfernung von der Truppe (Alejamiento de la tropa, 1964)
Ende einer Dienstfahrt (Acto de servicio, 1966)
Gruppenbild mit Dame (Retrato de grupo con señora, 1971)
Erzählungen 1950-1970 (Algo va a suceder y otros relatos: 1950-1970, 1972)
Die verlorene Ehre der Katharina Blum (El honor perdido de Katharina Blum, 1974)
Du fährst zu oft nach Heidelberg und andere Erzählungen (El viaje a Heidelberg y otros
cuentos, 1979)
Fürsorgliche Belagerung (Asedio preventivo, 1979)
Das Vermächtnis (publicado en España como El legado; La herida y otros relatos, 1982)
Frauen vor Flußlandschaft (Mujeres a la orilla del río, 1985)
Publicados póstumamente:
Der Engel schwieg (El ángel callaba, 1992)
Kreuz ohne Liebe (Cruz sin amor, 2003)
No hay comentarios:
Publicar un comentario